En uno de esos muchos primeros planos de la pareja protagonista –formada por Josh Radnor y Kate Mara–, la joven, recién despertada, presenta el rimmel perfectamente impregnado en sus pestañas y retoma el flirteo en la cama con su nuevo amor, como si nada.

En otra de esas muchas escenas que protagoniza una de las dos parejas secundarias, amigos del protagonista, la joven habla de un director de cine, que hace una película al año cuando debería tomarse la vida con más calma para que fueran menos y mejores, todo ello mientras se morrea con su novio, también pasa como si nada.

Comparar al incipiente director Josh Radnor con Woody Allen, por una simple y explícita cita-homenaje, es hablar por hablar. Porque en esta opera prima, en la que no faltan fracasos, desencantos y desengaños, enfermedades, alegrías, bares, música y un niño; igual que su título, todo transcurre apresuradamente y sin excesiva relevancia, comosinada.