Tengo la ligera impresión de que las películas actuales se valoran de forma positiva, casi, por inercia, como si con que sea entretenida, o con que no sea un absoluto desastre, la película ya merece una buena calificación. Es la única explicación que encuentro para que una sólida cinta como "La tormenta perfecta", quince años más vieja, tenga bastante peor nota que esta, pese a tener un reparto más sólido y unos efectos especiales infinitamente más verosímiles. Recalco lo de los quince años de diferencia.

El montaje y la fotografía enfatizan lo pésimos que son los efectos especiales, ya que no escatima en mostrar escenas que se ven falsas. Un buen director también debe saber cuándo puede mostrar algo o cuando es mejor que no, pero es que hasta el mismísimo pueblo luce de postín. Pero claro, si el director es el genio de Ron Howard no puedes esperar más. Me imagino que Hollywood sigue financiándole porque no le hace ascos a nada y sus productos funcionan en taquilla, pero es difícil es ser más chapucero. Aún tiemblo cuando pienso en esa cursilería llamada "Una mente maravillosa".

Los actores son un atajo de vulgares caras bonitas cuyo único cometido es vender entradas de cine, olvídate de que hagan algo plausible frente a la cámara, a excepción del magnífico Brendan Gleeson. No sé si será por eso o por todo lo demás, pero lo cierto es que la película no consigue ninguna empatía para con los personajes. De hecho, deseé que el cachalote hundiera el barco y se los zampara a todos.

"En el corazón del mar" se salva por su legendario argumento y porque, formalmente, es un buen pasatiempos, pero me cuesta obviar lo sosa que es, lo barata que luce y lo que se nota que está hecha para sacar pasta, pasando del resultado final. Algunos me dirán que el cine es un negocio, pero será que soy de los idiotas que creen que el cine debe ser algo más que ganar dinero.