Comedia fresca, dinámica y verosímil, en la que todo fluye salvo algún conato residual. Sus máximos baluartes son un reparto solvente, en el que destacar a alguien sería desprestigiar al resto, y unos diálogos divertidos a la par que realistas.

"Las ovejas no pierden el tren" abraza el costumbrismo más absoluto, como son las broncas de un matrimonio joven pero con mar de fondo, los encuentros forzosos de un matrimonio roto por causa de sus hijas o las posiciones que cada uno posee dentro de la propia familia, para divertir al espectador con elementos con los que se reconocerá a sí mismo, o a alguien cercano, provocando también cierta incomodidad por lo ridículos que podemos llegar a ser. No por todo ello deja de ser esperanzadora, porque esta película grita que no pasa nada si perdemos un tren, porque siempre hay alguno más.