Una muy interesante propuesta de Jason Reitman, una combativa, lúcida y valiente obra, eso es "Tully", que deconstruye a la protagonista para deconstruir, a su vez, la maternidad y, de paso, darle un bofetón a todos aquellos que la encumbraron durante siglos.

Porque sí, tener un hijo te engorda, te afea y te desestabiliza. Y está bien que el cine lo muestre tal cual, sin ápice de romanticismo, pues a un joven como yo siempre se lo vendieron como el momento más especial de una mujer, y puede ser que en algunos aspectos lo sea, no digo que no, pero en otros es un tsunami atroz.

Entregada a la causa está una Charlize Theron espléndida. Una vez más, va un paso más allá como artista, porque aunque siempre destacó por ser una belleza rebosante, ella siempre fue una grandísima actriz. Aquí aparece con varios quilos de más, ojerosa y asqueada, despojada de cualquier glamour, y realiza un trabajo digno de Oscar. Pero ni la nominaron. La cantante de moda y la latina vendían más, cada una por lo suyo.

Lo cierto es que todo en "Tully" está puesto, y muy bien puesto, al servicio de una historia tan simple, tan brutal y tan antigua como la vida misma.