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Voto de Miquel:
8
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Drama
En un fuerte situado en el sur de los EEUU, el comandante Weldon Penderton se ha dedicado a la enseñanza de tácticas militares, mientras que su esposa Leonora prefiere solazarse con el teniente-coronel Morris Langdon, amigo de la pareja. Todo esto lo observa, detalle a detalle, el soldado Williams, un joven que parece fascinado con la bella mujer, mientras que Penderton comienza a interesarse por cada movimiento del joven soldado. (FILMAFFINITY) [+]
18 de agosto de 2011
56 de 59 usuarios han encontrado esta crítica útil
Drama realizado por John Huston (1906-1987) y escrito por Chapman Mortimer, Gladys Hill y Francis Ford Coppola. Adapta la novela corta “Reflections in a Golden Eye” (1941), de Carson McCullers (1917-1967), pseudónimo de la escritora Lula Carson Smith, natural de Columbus (Georgia), que muere 12 días antes de la presentación de la película. Se rueda en Long Island (NYC) y en Roma y alrededores (Italia), con un presupuesto estimado de 4,5 millones de USD. Producido por Ray Stark y John Huston para Warner/Seven Arts, se proyecta por primera vez en público el 11-X-1967 (EEUU, preestreno). En el film, la acción dramática tiene lugar en una base militar de Georgia, en tono a 1948.
Los protagonistas son Leonora Penderton (E. Taylor), casada con el mayor Weldon (Brando), fogosa, sensual, dominante, veleidosa, caprichosa y de luces limitadas. Weldon Penderton sobrelleva una homosexualidad latente y reprimida, que le provoca reacciones agresivas con los animales, sobre todo con los caballos de la base. Jinete mediocre, es un personaje solitario, taciturno y rígido, que se refugia con frecuencia en la soledad de su despacho. El teniente coronel Morris Langdon (Keith) está casado con Alison (Harris), cultiva lo que él considera que son las virtudes de la masculinidad: es buen jinete, desprecia la música clásica y la lectura y tiene una amante habitual. El soldado Private Williams (Forster) sirve como mozo de cuadra y es asistente del mayor Penderton. El capitán Murray Weincheck (Dugan) encarna la figura del militar considerado de insuficiente capacidad para el mando: es aficionado a tocar el violín y lector apasionado (lee a Proust).
El film desarrolla una historia compleja en la que se combinan prejuicios, adulterios, homosexualidad, enfermedades mentales, fetichismo, afanes de dominación, tendencias sádicas, deseos insatisfechos y frustraciones. Con la ayuda de un guión bien escrito y correctamente estructurado, Huston construye una historia dramática que avanza con fluidez, orden y un crescendo impecable. Pese a la truculencia de los temas que se abordan, la narración se mantiene dentro de los límites de la sobriedad y la elegancia. Evita las formas y expresiones propias de los melodramas al uso. No hay sentimientos desbordados ni reacciones desmelenadas. El relato interioriza los sentimientos de los protagonistas y sitúa el drama en el ámbito de la intimidad personal. Con ello consigue evitar las expresiones explícitas desgarradas sin perjudicar la intensidad y profundidad de las tensiones, frustraciones e insatisfacciones de los protagonistas. La obra de Carson McCullers es pionera en el tratamiento explícito de temas como el adulterio, la homosexualidad y el racismo.
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Los protagonistas son Leonora Penderton (E. Taylor), casada con el mayor Weldon (Brando), fogosa, sensual, dominante, veleidosa, caprichosa y de luces limitadas. Weldon Penderton sobrelleva una homosexualidad latente y reprimida, que le provoca reacciones agresivas con los animales, sobre todo con los caballos de la base. Jinete mediocre, es un personaje solitario, taciturno y rígido, que se refugia con frecuencia en la soledad de su despacho. El teniente coronel Morris Langdon (Keith) está casado con Alison (Harris), cultiva lo que él considera que son las virtudes de la masculinidad: es buen jinete, desprecia la música clásica y la lectura y tiene una amante habitual. El soldado Private Williams (Forster) sirve como mozo de cuadra y es asistente del mayor Penderton. El capitán Murray Weincheck (Dugan) encarna la figura del militar considerado de insuficiente capacidad para el mando: es aficionado a tocar el violín y lector apasionado (lee a Proust).
El film desarrolla una historia compleja en la que se combinan prejuicios, adulterios, homosexualidad, enfermedades mentales, fetichismo, afanes de dominación, tendencias sádicas, deseos insatisfechos y frustraciones. Con la ayuda de un guión bien escrito y correctamente estructurado, Huston construye una historia dramática que avanza con fluidez, orden y un crescendo impecable. Pese a la truculencia de los temas que se abordan, la narración se mantiene dentro de los límites de la sobriedad y la elegancia. Evita las formas y expresiones propias de los melodramas al uso. No hay sentimientos desbordados ni reacciones desmelenadas. El relato interioriza los sentimientos de los protagonistas y sitúa el drama en el ámbito de la intimidad personal. Con ello consigue evitar las expresiones explícitas desgarradas sin perjudicar la intensidad y profundidad de las tensiones, frustraciones e insatisfacciones de los protagonistas. La obra de Carson McCullers es pionera en el tratamiento explícito de temas como el adulterio, la homosexualidad y el racismo.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
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Al servicio de sus objetivos, el realizador hace uso de la expresión corporal contenida, la gestualidad, la mirada, los silencios, símbolos y un manejo brillante del sobreentendido y la elipsis. El soldado William, pese a la importancia de su intervención en el film, a penas pronuncia una sola palabra a lo largo del metraje. De ese modo Huston persigue uno de los objetivos principales del film: mostrar cómo y en qué medida el dolor contenido y el drama soportado en silencio pueden arruinar la salud física y mental de quienes lo protagonizan. La interpretación de Brando y E. Taylor, en dos papeles difíciles y de muchos matices, es acertada y convincente. También merecen un elogio los trabajos de Harris y Keith. El brillo de los actores se ve potenciado por una excelente puesta en escena que dota al film de una de sus virtudes más sobresalientes. Por sus especiales características, la obra conviene verla pausadamente y, si es posible, dedicarle un segundo pase, merecido e inevitablemente provechoso.
La banda sonora, de Toshiro Mayuzumi, tiene gran importancia en el film. Salvo unos pocos pasajes que ambientan escenas de baile al compás del acordeón, el resto de la partitura corre a cargo de una orquesta de viento y percusión que aporta disonancias, estridencias y compases inarmónicos, que crean un clima de creciente dramatismo, temor y angustia. La fotografía, de Aldo Tonti y Oswald Morris (sin acreditar), en color (technicolor) y panavisión, muestra paisajes amplios y desolados, zonas de gran frondosidad, tomas de detalle (ojo, labios, zapatos…), contraluces, numerosos escenarios nocturnos, juegos de claroscuro que recuerdan la pintura de Rembrandt o Caravaggio y escenas tenebristas a la manera de la pintura de José de Ribera. Con el uso del claroscuro y del tenebrismo el realizador refuerza la tensión, los desgarros emocionales y la crueldad que palpitan en la obra.
Al servicio de sus objetivos, el realizador hace uso de la expresión corporal contenida, la gestualidad, la mirada, los silencios, símbolos y un manejo brillante del sobreentendido y la elipsis. El soldado William, pese a la importancia de su intervención en el film, a penas pronuncia una sola palabra a lo largo del metraje. De ese modo Huston persigue uno de los objetivos principales del film: mostrar cómo y en qué medida el dolor contenido y el drama soportado en silencio pueden arruinar la salud física y mental de quienes lo protagonizan. La interpretación de Brando y E. Taylor, en dos papeles difíciles y de muchos matices, es acertada y convincente. También merecen un elogio los trabajos de Harris y Keith. El brillo de los actores se ve potenciado por una excelente puesta en escena que dota al film de una de sus virtudes más sobresalientes. Por sus especiales características, la obra conviene verla pausadamente y, si es posible, dedicarle un segundo pase, merecido e inevitablemente provechoso.
La banda sonora, de Toshiro Mayuzumi, tiene gran importancia en el film. Salvo unos pocos pasajes que ambientan escenas de baile al compás del acordeón, el resto de la partitura corre a cargo de una orquesta de viento y percusión que aporta disonancias, estridencias y compases inarmónicos, que crean un clima de creciente dramatismo, temor y angustia. La fotografía, de Aldo Tonti y Oswald Morris (sin acreditar), en color (technicolor) y panavisión, muestra paisajes amplios y desolados, zonas de gran frondosidad, tomas de detalle (ojo, labios, zapatos…), contraluces, numerosos escenarios nocturnos, juegos de claroscuro que recuerdan la pintura de Rembrandt o Caravaggio y escenas tenebristas a la manera de la pintura de José de Ribera. Con el uso del claroscuro y del tenebrismo el realizador refuerza la tensión, los desgarros emocionales y la crueldad que palpitan en la obra.