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Voto de azabache:
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7.2
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Ciencia ficción. Aventuras. Bélico. Acción. Fantástico. Romance
Año 2154. Jake Sully (Sam Worthington), un ex-marine condenado a vivir en una silla de ruedas, sigue siendo, a pesar de ello, un auténtico guerrero. Precisamente por ello ha sido designado para ir a Pandora, donde algunas empresas están extrayendo un mineral extraño que podría resolver la crisis energética de la Tierra. Para contrarrestar la toxicidad de la atmósfera de Pandora, se ha creado el programa Avatar, gracias al cual los seres ... [+]
10 de enero de 2010
10 de enero de 2010
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues sí señor. Cameron lo ha logrado. Ha logrado el objetivo de los que se dedican a las artes: que su obra guste a todos (casi), del mismo modo a cinéfilos adeptos a Bergman o Robbe-Grillet, a abuelitas amantes de "Mujercitas" , o a chicos de la ESO enganchados a "Rambo" . Casi imposible, pero lo ha conseguido.
En primer lugar, por el buen uso -¡que ya era hora tras tanto intento mediocre!- de las tres dimensiones, y ello, a pesar del engorro de las gafas. Probablemente esta peli marque una raya divisoria en el cine y, probablemente también, el público y la crítica hayan estado predispuestos a analizarla, a desmenuzarla, a impregnarse de ella y a observarla con lupa, debido a las 3-D.
¿Otras cosillas que abonan la teoría de la obra casi magistral? Un guión ágil e interesante dentro de la fantasía, sin que por ello carezca de gran contenido ideológico -de buena o razonable ideología-. Esa "aventurilla para adolescentes", que pudieran decir los detractores, aporta "mensaje", cargando contra el abuso del hombre hacia la Naturaleza, promoviendo el amor hacia los animales, las plantas y los ecosistemas y exaltando la espiritualidad, el respeto y el afecto entre los habitantes, sus antepasados y sus tradiciones. Además, hay de fondo una bellísima y delicada historia de amor bien tratada.
Se deja ver, por otra parte, cierta autocrítica de Cameron a la prepotencia militar de su propio país que, unas veces nos trae recuerdos de la aniquilación histórica de los indios y otras veces nos transporta a las recientes críticas a las guerras preventivas de Bush. Pero el hecho de que esa carga ideológica se resuelva en un maniqueísmo contundente, encarnado (en uno de los polos) en el maléfico Coronel Miles Quaritch no quita, a mi juicio, ningún valor a la obra; es más, quizá sume méritos el que los malos sean malísimos y los buenos sean buenísimos; y, a lo mejor, hasta añade a la película grandes dosis de candidez, inocencia y sencillez, muy en línea con lo que se nos intenta transmitir. No creo que Cameron, en ningún momento, haya pensado que el malvado coronel vaya a colar como un tipo normal, sino más bien, lo ha elevado a la categoría de personaje de cómic (recordémoslo en las últimas escenas en el interior de un robot de videojuego o de juguete de niño pequeño)... En fin, quitarle este mérito de lo "naif", por así decir, sería algo así como sostener que los cuadros románicos no tienen valor artístico porque no manejan la perspectiva. Realismo no tiene que ser igual a arte indefectiblemente, porque es la imaginación casi sin límites del equipo humano que ha generado la película la que permite nuestro gozo estético ante esos paisajes con luces tamizadas, esa frondosidad exuberante con colores e iridiscencias inimaginables, esas florecillas galácticas, esas lunas y cielos que ya quisiéramos disfrutar en la Tierra, esos humanoides y pseudoanimales fantásticos dotados de vida y de emociones…
En primer lugar, por el buen uso -¡que ya era hora tras tanto intento mediocre!- de las tres dimensiones, y ello, a pesar del engorro de las gafas. Probablemente esta peli marque una raya divisoria en el cine y, probablemente también, el público y la crítica hayan estado predispuestos a analizarla, a desmenuzarla, a impregnarse de ella y a observarla con lupa, debido a las 3-D.
¿Otras cosillas que abonan la teoría de la obra casi magistral? Un guión ágil e interesante dentro de la fantasía, sin que por ello carezca de gran contenido ideológico -de buena o razonable ideología-. Esa "aventurilla para adolescentes", que pudieran decir los detractores, aporta "mensaje", cargando contra el abuso del hombre hacia la Naturaleza, promoviendo el amor hacia los animales, las plantas y los ecosistemas y exaltando la espiritualidad, el respeto y el afecto entre los habitantes, sus antepasados y sus tradiciones. Además, hay de fondo una bellísima y delicada historia de amor bien tratada.
Se deja ver, por otra parte, cierta autocrítica de Cameron a la prepotencia militar de su propio país que, unas veces nos trae recuerdos de la aniquilación histórica de los indios y otras veces nos transporta a las recientes críticas a las guerras preventivas de Bush. Pero el hecho de que esa carga ideológica se resuelva en un maniqueísmo contundente, encarnado (en uno de los polos) en el maléfico Coronel Miles Quaritch no quita, a mi juicio, ningún valor a la obra; es más, quizá sume méritos el que los malos sean malísimos y los buenos sean buenísimos; y, a lo mejor, hasta añade a la película grandes dosis de candidez, inocencia y sencillez, muy en línea con lo que se nos intenta transmitir. No creo que Cameron, en ningún momento, haya pensado que el malvado coronel vaya a colar como un tipo normal, sino más bien, lo ha elevado a la categoría de personaje de cómic (recordémoslo en las últimas escenas en el interior de un robot de videojuego o de juguete de niño pequeño)... En fin, quitarle este mérito de lo "naif", por así decir, sería algo así como sostener que los cuadros románicos no tienen valor artístico porque no manejan la perspectiva. Realismo no tiene que ser igual a arte indefectiblemente, porque es la imaginación casi sin límites del equipo humano que ha generado la película la que permite nuestro gozo estético ante esos paisajes con luces tamizadas, esa frondosidad exuberante con colores e iridiscencias inimaginables, esas florecillas galácticas, esas lunas y cielos que ya quisiéramos disfrutar en la Tierra, esos humanoides y pseudoanimales fantásticos dotados de vida y de emociones…