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España España · Madrid
Voto de MaxPower:
6
Drama Un día en la vida de Monsieur Oscar: un hombre que se traslada, en una lujosa limusina blanca conducida por Céline, de trabajo en trabajo. Para cada uno de ellos adopta una nueva personalidad: mendigo, monstruo, asesino, padre de familia... (FILMAFFINITY)
9 de noviembre de 2012
4 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
'Holy Motors' representa la ambigüedad de un director atrevido. El disparate roza el drama de todo lo que ocurre en el interior de la limusina donde el Señor Oscar (Denis Lavant) se cambia de disfraz desde el amanecer hasta la noche. Su camaleónica personalidad le transforma de un aparente hombre de negocios a una anciana, a un vagabundo zampaflores, a un killer, a un padre de familia... Son situaciones abstractas con una intención desconocida, cada cual más bizarra y absurda y vacías de un significado concreto. Por la contra muy bien narradas y con una extraña tensión poética que atrapa si vas con la batería bien cargada de paciencia... y dispuesto a quemar muchas neuronas.

Da la impresión de que Carax juega con el público para que este eche la imaginación a volar y saque sus propias conclusiones sobre quién es ese extraño hombrecillo, cuál es su cometido, por qué tiene que pasar por todas esas grotescos estados y con qué sentido. No es ciencia ficción. No es fantasía. Es puro cine experimental que cojea precisamente por ser pretenciosamente lírico y bizarro.

Tanta paradoja sobre la identidad en tiempos de crisis alarga innecesariamente una cinta ya de por sí densa, y cuando llega el desenlace poco se tarda en pensar que lo que pudo haber sido una interesante distopía acaba por ser un mero bacile transgresor.

Sin embargo, puede que bajo el velo de monstruosidad que abriga al protagonista se esconda una hermosura sutil, culpable de una sensación agridulce de lástima por su búsqueda de humanidad en vano. Quizás sea en ese elemento de resuélvelo-tu-mismo donde puede refugiarse la genialidad de Carax. Sea cual sea su intención y el esfuerzo que le haya dado el espectador para intentar comprenderle, su experimento provoca tantos estados de ánimo que al final uno no sabe si odiarle, aplaudirle o reírse de él. El jeroglífico está servido.
MaxPower
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