Perverso argumento, llevado a cabo gracias a la inteligente dirección de Cory Finley, a quien habrá que seguir en sus próximos trabajos, de forma ágil y siempre interesante.
Dura hora y media casi exacta y en todo momento se sigue con ganas gracia sobre todo al desarrollo, siempre ágil y conciso, y a las excelentes interpretaciones del trío protagonista (el tristemente desaparecido Yelchin no sale demasiado pero su personaje tiene un gran peso dramático).
Elegante y sofisticada en su puesta de escena, la cinta en todo momento resulta muy entretenida, siendo terrorífica y divertida casi al mismo tiempo.
El humor, más bien negro, puesto que a pesar de un aire intrínseco fantasmagórico, todo es más bien serio y peligroso, respetando las reglas del film noir aderezado con gotas de suspense e intriga hasta su resolutivo final.
La crítica hacia la clase alta, que tiene de todo, incluidas familias insatisfechas cuando no profundamente tristes e infelices, como es el caso, está ahí y el sueño americano (que mantiene las ilusiones a un Yelchin depauperado) aparece como una pesadilla más que como un sueño.
Una cinta extraña por cuanto se aleja del cine actual, lleno de ruido y con más ruidos que nueces, pero que aquí, desde el comienzo, mantiene el respeto para con el espectador, no dándole gato por liebre. Otra cosa es que convenza o no. A mí me ha gustado, por lo menos su valentía argumental, aunque no sea la alegría de la huerta, como no lo son sus dos protagonistas femeninas, inquietantes a más no poder.

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