No entiendo cómo Skye Borgman, directora de documentales de prestigio en el género del true crime, aceptó rodar esta propuesta. No tenía necesidad. Sus anteriores trabajos aparte de interesantes historias, tenían mucha calidad audiovisual. Ésta no tiene ni una cosa ni la otra, y, además, aquí le roba todo el protagonismo una chica con afán de notoriedad y unas pajas mentales que rozan teorías conspiranoicas que nadie en su sano juicio compraría.
Esa chica nos lleva por unos derroteros casi sectarios. A veces, con unos indicios muy endebles y con testimonios que seguramente exageran, distorsionan y tergiversan en conveniencia en algunos aspectos, nos hacen dudar hasta de qué día es hoy, pero no por la verosimilitud de lo que nos están presentando, si no de la insistencia en las buenas intenciones de esta chica.
Yo no dudo que su abuelastro fuera un ser malvado. Yo pongo en duda que haya material suficiente para haber dado luz verde a este proyecto. Es por eso que me sentí estafada. Horas de mi vida muy mal gastadas. No la veáis. Skye Borgman tiene mejores cosas en su filmografía.