True crime que, llamándose "una confesión", tarda demasiado en llegar al punto dónde tendría que llegar. Una vez allí, cruza los rasgos típicos del drama familiar con la investigación policial, con los equilibrios adecuados y la dosis justa de dramatismo como para hacernos preguntas importantes sobre cuestiones transcendentes: los límites éticos en las investigaciones policiales y en la búsqueda de justicia, si debe ser el dolor la única guía (o no) para esta justicia, e incluso si la protección jurídica de los investigados/acusados debería ser ilimitada aún en casos claros (como el que aquí se presenta).

En el lado del "debe", las interpretaciones secundarias adolecen, a veces, de cierta sobreactuación; el guion busca dar contenido al drama familiar con subtramas poco elaboradas que, al final, restan más que suman; y al intentar meterlas con calzador, el montaje hace perder precisión de ciertos personajes, en momentos delicados e importantes, que debieran tener un peso mayor que al que al final consiguen.

En el equilibrio final, "Una confesión" consigue hacernos pensar en cuestiones relevantes que nos afectan a todos/as no solo como posibles familiares de víctimas sino también como ciudadanos/as de una sociedad dónde, quizás, en caso como este, mañana podríamos ser nosotros los siguientes.