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Voto de Diego Deltell:
4
Drama. Fantástico. Intriga Al terminar sus estudios universitarios, Zach Riley (Aaron Eckhart) empieza a trabajar en un psiquiátrico del que guarda un ingrato recuerdo: allí estuvo internado hasta su muerte su padre (Nick Nolte), que era escritor. Enseguida traba relación con un enfermo (Ian McKellen) y con una conocida de la infancia (Brittany Murphy) que sienten una gran devoción por "Siempre jamás", un libro del padre de Zach. (FILMAFFINITY)
16 de marzo de 2009
17 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dice la sinopsis: "Recién terminados sus estudios universitarios, Zach Riley..." Y te pones a ver la peli y aparece Aaron Eckhart, y piensas: "Bueno, será que tiene un hijo que acaba de terminar los estudios universitarios." Pero no, qué va: es él, un tío con cerca de cuarenta años. Venga, cuélamela, que te dejo. Para colmo, el contraste con la Murphy: se supone que habían compartido sus años de infancia y todo ese rollo. En la vida real, estos actores se llevan 10 años de diferencia, y el Eckhart, por muy bien que se conserve y por muy guapo que sea, que lo es, no pasa por 10 años menos ni de puñetera coña. Esto me ha recordado, agárrate, Manolita, a esa joya de la corona que nos metieron doblada hace unos años, "Al salir de clase", cuyos estudiantes tenían más pelo en el sobaco que el puñetero abuelo de mi vecina, a quien hemos enterrado hoy en la más estricta intimidad, dicho sea de paso. Descanse en paz. O, en su defecto, que le den bien con una caña rajá.

Por lo demás, todo es postizo: Jessica Lange intentando hacer el papel de su vida (a buenas horas), el McKellen reinventándose otra vez, William Hurt y Nick Nolte deambulando por la peli sin saber muy bien de qué va el argumento (yo creo que no les dijeron que estaban rodando), y un grupillo decente de secundarios que, la verdad, no aportan demasiado. Porque la historia es de auténtica vergüenza ajena. Es boba y absurda. Desde el inicio, uno no sabe a qué atenerse. No queda claro si te están vendiendo un Harry Potter, un Silencio de los corderos o un Diario de Noa, y esa incertidumbre hace que pierdas el interés por completo en la trama.

Torpe, blanda y patética dirección global. Destacaría sólo la fotografía (magníficos colores) y el esfuerzo de Eckhart por enderezar la peli. Y otra cosa: como admirador de Philip Glass, me resulta bastante raro tener que reconocer que la música, además de no pegar ni con cola, acaba convirtiéndose en un auténtico coñazo.
Diego Deltell
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