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Voto de Atlantis:
8

Voto de Atlantis:
8
7.1
12,417
Drama
Nigel (Hugh Grant) y su mujer Fiona (Kristin Scott-Thomas) son un matrimonio británico de crucero para celebrar su séptimo aniversario de boda. A bordo conocen a la atractiva y deshinibida Mimi (Emmanuelle Seigner) y a su marido Oscar (Peter Coyote), un norteamericano que está inválido en una silla de ruedas. Nigel empieza a sentirse atraído por Mimi, y Oscar, que se da cuenta, le propone que intente seducirla, pero antes le cuenta cómo ... [+]
16 de enero de 2011
16 de enero de 2011
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si el señor Polanski tiene una característica en sus obras cuyo estilo propio más se deja entrever -nunca explícitamente mediante una estética acentuada-, es la de atosigar al espectador sumergiendo al protagonista en una pesadilla cuyas consecuencias serán previsiblemente funestas. En esta película no iba a ser menos, aunque para ello se sirve de una primera parte que pone en duda si esto va a ocurrir realmente. Claro que para ello está el desquiciado Óscar en su silla de ruedas (Peter Coyote), con su risa enfermiza y su aura decadente. Aunque el inicio tan evocador y tópico de las postales d'amour en París puedan hacer olvidar que esto es una película del brillante director polaco, la voz rota de Óscar siempre aparecerá para recordarnos donde estamos. Y más concretamente, una navaja de afeitar y unas gotas de sangre, lo lograrán completamente.
Y es que "Lunas de Hiel" es sádica y cruel. Y cuanto más avanza más. El amor pasional de Óscar pasa a ser un tormento insufrible, la dulzura de la bella Mimi (Emmanuelle Seigner) pasa a ser una retorcida venganza, el hastío matrimonial de Nigel (Hugh Grant) y Fiona (Kristin Scott Thomas) se tornará irrecuperable. Al igual que el magnífico Coyote, el papel de Seigner es clave en este declive, de adorable y preciosa joven inocente, pasando por la explosiva ninfómana hasta llegar a su terrorífico declive. Grant y Scott Thomas mantienen el tipo. Como dijo Roman Polanski, a él le gustan las elecciones previsibles para sus papeles. Especialmente Grant, cumple y punto, en su eterno papel. Ni se le pide más, ni se le espera.
Hay que achacar a la historia que el exceso de narración en flash-back de la línea argumental secundaria, en París -que realmente es la principal y protagonista-, la cual hace que se pueda perder el hilo e incluso interés por la principal con la joven pareja. Mantiene alto el interés, eso sí, saber cómo llegó la pareja a la decadencia de la que hacen gala en el crucero mediterráneo. Tampoco es que la estética ochentera que inunda la noche parisina, acompañada con música apropiada, haya hecho bien a la conservación fresca de la película, haciendo ciertos tramos muy pasados de moda.
Lo que si está claro es que la película no desmerece en calidad, su final cumple con las expectativas que va generando, algo que no siempre consigue el señor Polanski y el amargor final con la pareja joven pensando qué les ha pasado, habla mucho y muy profundamente acerca de este complicado tema de las relaciones de pareja.
Y es que "Lunas de Hiel" es sádica y cruel. Y cuanto más avanza más. El amor pasional de Óscar pasa a ser un tormento insufrible, la dulzura de la bella Mimi (Emmanuelle Seigner) pasa a ser una retorcida venganza, el hastío matrimonial de Nigel (Hugh Grant) y Fiona (Kristin Scott Thomas) se tornará irrecuperable. Al igual que el magnífico Coyote, el papel de Seigner es clave en este declive, de adorable y preciosa joven inocente, pasando por la explosiva ninfómana hasta llegar a su terrorífico declive. Grant y Scott Thomas mantienen el tipo. Como dijo Roman Polanski, a él le gustan las elecciones previsibles para sus papeles. Especialmente Grant, cumple y punto, en su eterno papel. Ni se le pide más, ni se le espera.
Hay que achacar a la historia que el exceso de narración en flash-back de la línea argumental secundaria, en París -que realmente es la principal y protagonista-, la cual hace que se pueda perder el hilo e incluso interés por la principal con la joven pareja. Mantiene alto el interés, eso sí, saber cómo llegó la pareja a la decadencia de la que hacen gala en el crucero mediterráneo. Tampoco es que la estética ochentera que inunda la noche parisina, acompañada con música apropiada, haya hecho bien a la conservación fresca de la película, haciendo ciertos tramos muy pasados de moda.
Lo que si está claro es que la película no desmerece en calidad, su final cumple con las expectativas que va generando, algo que no siempre consigue el señor Polanski y el amargor final con la pareja joven pensando qué les ha pasado, habla mucho y muy profundamente acerca de este complicado tema de las relaciones de pareja.