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Fantástico. Aventuras
Sarah debe recorrer un laberinto para rescatar a su hermano pequeño, que ha sido secuestrado por unos duendes y está en manos del poderoso rey Jareth. La niña descubre inmediatamente que ha llegado a un lugar donde las cosas no son lo que parecen. Dirigida por el creador de los Teleñecos. El guionista es Terry Jones, George Lucas es el productor ejecutivo y Frank Oz el animador. (FILMAFFINITY)
29 de agosto de 2009
29 de agosto de 2009
34 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jim Henson triunfó en los ochenta con su tropel de muñecos parlantes y su peculiar fantasía que no reparaba en límites a la hora de ofrecer al público infantil alimento para sus cabecitas hambrientas de ilusión y de polvo de hadas.
Yo soñé con lo Teleñecos, seguí domingo a domingo las aventuras de los Fraguel y no me perdía en la tele ningún programa que llevara el sello de Jim Henson.
Por ello me ha agradado encontrarme a estas alturas con una película de la que él fue el artífice y de la que yo no supe en su momento. Una pequeña delicia imaginativa que conserva toda la frescura y el torrente creativo de uno de los grandes forjadores de sueños infantiles.
"Dentro del laberinto" posee el esquema de un cuento tan clásico como original, con ese punto irreverente de rockero maquiavélico que un desenfadado David Bowie confiere al metraje. El cantante se desenvuelve con comodidad y, pese a que sus aptitudes como actor no son muy remarcables, su personaje es atrayente, derrama cierto magnetismo en un papel que se le ajusta como un guante. Además, parece un gran antagonista para una joven actriz que se había dado a conocer en "Érase una vez en Amércia": Jennifer Connelly. La mirada de Jareth, el rey de de los duendes, traspasa tal vez con inconfeso, retorcido y rendido amor los bellísimos ojos verdes de Sarah, deseando probablemente lo que no puede dominar: su voluntad. Su expresión entre la diversión, la arrogancia y la perfidia quizás esconde admiración, deseo, y frustración. Reveladora la escena del baile, con la que intenta seducir y distraer a la joven, mirándola con nada disimulado embeleso mientras ella, la más bonita de la fiesta, se le escapa de las garras una vez más, obstinadamente en pos de su objetivo: rescatar a su hermanito.
El laberinto es el rito iniciático de una chica que tiene que aprender a conciliarse con su entorno familiar y vital. Salir un poco de su cerrado mundo y enfrentarse a decisiones que sólo pueden tomarse con la ayuda de la intuición, porque en la vida muchos de los dilemas debemos resolverlos por nuestra cuenta. No siempre nos podrán ayudar otros. Por ello, en el laberinto nadie le va a indicar a Sarah el camino que debe elegir. Tratarán de desviarla y de hacerla desistir de su propósito. Pero una cosa, a lo mejor la más importante, sí la puede lograr: hacer amigos durante el recorrido, para hacerse compañía mutua y echarse una mano en los momentos difíciles. Cuando no se está solo, el trayecto se presenta más liviano y optimista.
Escenas de antología con los tres protagonistas humanos (Jareth, Sarah y el bebé) y los muppets animados de Henson, pruebas por superar y momentos de gran inspiración como la secuencia de las escaleras en múltiples perspectivas.
Y, como broche, todo el conjunto se anima con el aderezo de las canciones de Bowie y los temas de Trevor Jones.
La fuerza de voluntad es el camino correcto.
Yo soñé con lo Teleñecos, seguí domingo a domingo las aventuras de los Fraguel y no me perdía en la tele ningún programa que llevara el sello de Jim Henson.
Por ello me ha agradado encontrarme a estas alturas con una película de la que él fue el artífice y de la que yo no supe en su momento. Una pequeña delicia imaginativa que conserva toda la frescura y el torrente creativo de uno de los grandes forjadores de sueños infantiles.
"Dentro del laberinto" posee el esquema de un cuento tan clásico como original, con ese punto irreverente de rockero maquiavélico que un desenfadado David Bowie confiere al metraje. El cantante se desenvuelve con comodidad y, pese a que sus aptitudes como actor no son muy remarcables, su personaje es atrayente, derrama cierto magnetismo en un papel que se le ajusta como un guante. Además, parece un gran antagonista para una joven actriz que se había dado a conocer en "Érase una vez en Amércia": Jennifer Connelly. La mirada de Jareth, el rey de de los duendes, traspasa tal vez con inconfeso, retorcido y rendido amor los bellísimos ojos verdes de Sarah, deseando probablemente lo que no puede dominar: su voluntad. Su expresión entre la diversión, la arrogancia y la perfidia quizás esconde admiración, deseo, y frustración. Reveladora la escena del baile, con la que intenta seducir y distraer a la joven, mirándola con nada disimulado embeleso mientras ella, la más bonita de la fiesta, se le escapa de las garras una vez más, obstinadamente en pos de su objetivo: rescatar a su hermanito.
El laberinto es el rito iniciático de una chica que tiene que aprender a conciliarse con su entorno familiar y vital. Salir un poco de su cerrado mundo y enfrentarse a decisiones que sólo pueden tomarse con la ayuda de la intuición, porque en la vida muchos de los dilemas debemos resolverlos por nuestra cuenta. No siempre nos podrán ayudar otros. Por ello, en el laberinto nadie le va a indicar a Sarah el camino que debe elegir. Tratarán de desviarla y de hacerla desistir de su propósito. Pero una cosa, a lo mejor la más importante, sí la puede lograr: hacer amigos durante el recorrido, para hacerse compañía mutua y echarse una mano en los momentos difíciles. Cuando no se está solo, el trayecto se presenta más liviano y optimista.
Escenas de antología con los tres protagonistas humanos (Jareth, Sarah y el bebé) y los muppets animados de Henson, pruebas por superar y momentos de gran inspiración como la secuencia de las escaleras en múltiples perspectivas.
Y, como broche, todo el conjunto se anima con el aderezo de las canciones de Bowie y los temas de Trevor Jones.
La fuerza de voluntad es el camino correcto.