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Voto de Vivoleyendo:
6
Voto de Vivoleyendo:
6
Comedia Segunda Guerra Mundial. Ocho soldados han recibido la orden de desembarcar en una pequeña e insignificante isla griega. Su misión es custodiarla, dado que tiene un alto valor estratégico. Cuando consiguen llegar a tierra, su nave se ha hundido y la radio se ha roto. El lugar, que al principio parecía desierto, en realidad está habitado por mujeres, ancianos y niños. Los ocho hombres, aislados del frente y de la realidad, empiezan a ... [+]
29 de noviembre de 2009
27 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde la Italia de los noventa y el imperio mediático de Berlusconi, se lanzó a las carteleras una comedia resultona, sin más trascendencia que la de ensalzar el pacifismo y el pleno disfrute de la vida sin prejuicios, así como denostar el absurdo de las guerras, los patriotismos exaltados, los bandos y, en general, las etiquetas.
Aunque por su sencilla construcción narrativa y su modesta factura no remonta más allá de un largometraje humorístico corriente (en la forma al menos), sin embargo en el fondo no se limita a un tópico humor ordinario y vulgar.
Desde el principio los esquemas se desvían: Militares entrenados para la batalla, que van a dar con sus huesos en una isla paradisíaca perdida en el Egeo. La ociosidad que se instala en su rutina. El aislamiento del mundo exterior y el desconocimiento total del desarrollo de los acontecimientos a nivel internacional. ¿Qué puede hacer un puñado de soldados y oficiales atrapados en una isla, sin contacto con sus superiores ni con su país? Pues lo más evidente. No hacer nada de particular. Matar el tiempo como el resto de los isleños, en una sucesión de jornadas de sol, calor, amistad, compañerismo y de goce de los placeres que se ofrecen, algunos de ellos con la silueta de bellezones locales.
El resto del planeta se encuentra librando un conflicto a gran escala, y ellos, desconectados de lo que no sea el tranquilo ritmo de ese pequeño lugar remoto del Mediterráneo, aprenden a apreciar un poquito más la vida. A convivir, a comprender mejor a sus semejantes. Y a dejar pasar el tiempo bajo una canícula respetable, contemplando puestas de sol increíbles sobre un mar verde-azul transparente, acomodándose, trabando relaciones (algunas de ellas nada convencionales) y liberando los instintos y el alma.
Sí, es cierto, esas islas idílicas, que lo son más por el afable y abierto carácter de sus habitantes, que por sus bondades naturales, geográficas y climáticas, no existen. No creo que existan muchos sitios donde toda la gente conviva en paz, sin señalar a sus vecinos ni a los forasteros, hagan lo que hagan.
Podría ser un remanso de esos que hallamos tan sólo en el reino de la fantasía. E imagino que eso pretendía Salvatores. No ofrecer por enésima vez en el cine la cara triste y sangrienta de las guerras, sino mostrar la cara opuesta. La alegre y pacífica de la vida hedonista.
Una simpática propuesta antibelicista, pero también anti-prejuicios. Lástima que se me haya quedado algo corta (no por la duración) y simplona. Pero al menos divierte.
Y atención a la interpretación de Diego Abatantuono. Papel descacharrante, filósofo y tierno a su manera.
La guerra nunca había estado tan lejos.
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