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Western. Comedia. Aventuras
En México ha estallado la guerra entre los seguidores de Juárez y las tropas francesas del emperador Maximiliano de Austria. Hogan (Clint Eastwood), un duro mercenario, salva a una monja (Shirley MacLaine) del ataque de unos malhechores. Juntos emprenden un accidentado viaje en el que, a pesar de sus diferencias, quedará de manifiesto que tienen mucho en común. (FILMAFFINITY)
11 de febrero de 2010
11 de febrero de 2010
26 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
A Clint, aparte de hacer de tipo duro (un rasgo que le sienta como un guante bien ajustado), situarse en su sillón de director para rodar magníficos dramas (y alguna comedia desenfadada) y componer bandas sonoras (al igual que Chaplin, este hombre es polifacético y un artista consumado), no se le han caído los anillos a la hora de reírse de su propia persona. Hay veces en que le gusta bajarse del carro de la seriedad, la solemnidad y la sensibilidad especial que posee, y meterse en un papel humorístico y burlón en el que el principal objeto de su burla es él. El tipo duro sabe cuándo bajarse del pedestal, echar un vistazo a su trayectoria y quitarle hierro.
Como en este caso. La figura que había comenzado a labrarse su renombre de la mano de Sergio Leone, dando la talla en el western, quiso hacer un pequeño alto y tomárselo con simpatía. Las grandes estrellas, las verdaderas grandes estrellas, tienen la capacidad de restarse importancia. Esa cualidad de la humildad, que dice más de un gran profesional que todos sus éxitos.
"Dos mulas y una mujer" es un western menor, una mini-parodia de los "spaguetti", que ya de por sí son parodias. Pero Clint es mucho Clint y hasta en una película sencillita y nada trascendente como ésta, logra dejar una impronta en el recuerdo. Y así, pasa a ser uno de esos westerns entrañables que nos gusta visitar de vez en cuando, para soltar unas risas y disfrutar de la acción, que no es nada desdeñable.
Clint aporta empaque donde quiera que aparezca. Y si además va acompañado de una actriz que llena cada hueco de la pantalla como es Shirley MacLaine, el dúo se torna magnético, un duelo de interpretaciones, si no estelares, al menos explosivamente entretenidas. El pistolero y la monja, el pecador y la virtuosa, viajando juntos por territorios fronterizos rebosantes de peligros nada aptos para una mujer joven y guapa, por más que sea una religiosa. Una curiosa pareja (junta pero no revuelta) unida por la situación y bien compenetrada, pese a sus constantes choques de voluntades, porque ambos tienen un carácter fuerte y mucha experiencia en diversos temas relacionados con la supervivencia. Lo que no sospecha Hogan, el curtido mercenario, es hasta dónde llega la experiencia de la hermana Sarah, la bella y tozuda sierva de Dios.
Con la estética de los spaguetti, la música también paródica y los desternillantes protagonistas, tenemos servida una del Oeste que da un soplo de diversión al mítico género dedicado a la conquista de las tierras más salvajes de Norteamérica.
Como en este caso. La figura que había comenzado a labrarse su renombre de la mano de Sergio Leone, dando la talla en el western, quiso hacer un pequeño alto y tomárselo con simpatía. Las grandes estrellas, las verdaderas grandes estrellas, tienen la capacidad de restarse importancia. Esa cualidad de la humildad, que dice más de un gran profesional que todos sus éxitos.
"Dos mulas y una mujer" es un western menor, una mini-parodia de los "spaguetti", que ya de por sí son parodias. Pero Clint es mucho Clint y hasta en una película sencillita y nada trascendente como ésta, logra dejar una impronta en el recuerdo. Y así, pasa a ser uno de esos westerns entrañables que nos gusta visitar de vez en cuando, para soltar unas risas y disfrutar de la acción, que no es nada desdeñable.
Clint aporta empaque donde quiera que aparezca. Y si además va acompañado de una actriz que llena cada hueco de la pantalla como es Shirley MacLaine, el dúo se torna magnético, un duelo de interpretaciones, si no estelares, al menos explosivamente entretenidas. El pistolero y la monja, el pecador y la virtuosa, viajando juntos por territorios fronterizos rebosantes de peligros nada aptos para una mujer joven y guapa, por más que sea una religiosa. Una curiosa pareja (junta pero no revuelta) unida por la situación y bien compenetrada, pese a sus constantes choques de voluntades, porque ambos tienen un carácter fuerte y mucha experiencia en diversos temas relacionados con la supervivencia. Lo que no sospecha Hogan, el curtido mercenario, es hasta dónde llega la experiencia de la hermana Sarah, la bella y tozuda sierva de Dios.
Con la estética de los spaguetti, la música también paródica y los desternillantes protagonistas, tenemos servida una del Oeste que da un soplo de diversión al mítico género dedicado a la conquista de las tierras más salvajes de Norteamérica.