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Aventuras
Film ambientado en la Prehistoria, en el Pleistoceno Superior, hace unos 70.000 años, cuando en el Viejo Mundo convivían diversas y amenazantes especies humanas y animales. Un clan de neandertales –dependientes del fuego que saben mantener, pero no producir- sufre el ataque de una horda homínida más simiesca que apaga la única fogata del clan. Se sienten entonces tan vulnerables y desvalidos que deciden enviar a tres machos jóvenes en ... [+]
12 de junio de 2010
12 de junio de 2010
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace decenas de miles de años, nuestros ancestros en la escala evolutiva ya se servían del poder de su cerebro, más desarrollado que el de las demás especies animales, para comenzar a dominar su entorno y adaptarlo a sus necesidades. Si el resto del reino animal se caracteriza por adecuarse a su hábitat, el ser humano se distingue precisamente por lo contrario: adecuar el hábitat a sí mismo. Al principio lo hacía a un nivel muy básico y rudimentario, sirviéndose de los descubrimientos que efectuaba, que hoy pueden parecer muy simples, pero que para el hombre primitivo eran cruciales. La mayor parte de las veces dichos hallazgos serían fruto del azar, de algún fenómeno fortuito presenciado por alguien, y que pronto se incorporó al bagaje experiencial y cultural. El aprendizaje por observación de otros que poseían habilidades ya adquiridas era otra forma de aumentar las probabilidades de sobrevivir.
Para el hombre primitivo, la supervivencia era un combate cotidiano casi siempre perdido. Pocos eran los que llegaban a una edad avanzada, teniendo en cuenta que entonces a los cuarenta años ya se era anciano. El ciclo vital no era ni la mitad de longevo de lo que es en la actualidad.
Durante períodos prolongados, habitaron el planeta varias ramas de homínidos-humanos hasta la extinción de todas excepto del homo sapiens u hombre de Cromagnon. O eso es lo que la ciencia evolutiva teoriza, al menos.
Annaud se interesó por los hipotéticos albores de los habitantes terrestres que ya destacaban por su capacidad para pensar, sentir y caminar más o menos erguidos sobre dos piernas. Dos pueblos en especial cruzaron sus destinos: los Neanderthal y los Cromagnon, venciendo claramente estos últimos, más avanzados en la escala y mejor preparados para aclimatarse a los cambios.
Tanto unos como otros poseían un tesoro que había supuesto una radical diferencia en su calidad de vida: el fuego. En aquella era de glaciación, el frío azotaba los continentes y toda fuente de calor y luz era bienvenida. Y había más: el fuego era un método de protección y defensa muy eficaz, y aumentaba la calidad de los alimentos. En resumen, marcaba la diferencia entre vivir más tiempo y más cómodamente, o morir congelado o despedazado.
Pero ya se advertía claramente que los Neanderthal estaban llamados a desaparecer frente a los Cromagnon. Una muestra de su caducidad era que aquéllos no poseían ciertas aptitudes y capacidades que resultarían imprescindibles para continuar en un planeta de condiciones muy variables. Los Cromagnon estaban mejor dotados en muchos aspectos, y explotaban mucho más sus posibilidades de relación y comunicación con sus semejantes y de acción sobre el medio, lo cual facilitaba la supervivencia.
“En busca del fuego” es la lucha encarnizada de nuestros ancestros para proteger la frágil llama de la vida a la que se aferraban con una tenacidad titánica, y abrirse paso en un mundo tan hostil como precioso.
Para el hombre primitivo, la supervivencia era un combate cotidiano casi siempre perdido. Pocos eran los que llegaban a una edad avanzada, teniendo en cuenta que entonces a los cuarenta años ya se era anciano. El ciclo vital no era ni la mitad de longevo de lo que es en la actualidad.
Durante períodos prolongados, habitaron el planeta varias ramas de homínidos-humanos hasta la extinción de todas excepto del homo sapiens u hombre de Cromagnon. O eso es lo que la ciencia evolutiva teoriza, al menos.
Annaud se interesó por los hipotéticos albores de los habitantes terrestres que ya destacaban por su capacidad para pensar, sentir y caminar más o menos erguidos sobre dos piernas. Dos pueblos en especial cruzaron sus destinos: los Neanderthal y los Cromagnon, venciendo claramente estos últimos, más avanzados en la escala y mejor preparados para aclimatarse a los cambios.
Tanto unos como otros poseían un tesoro que había supuesto una radical diferencia en su calidad de vida: el fuego. En aquella era de glaciación, el frío azotaba los continentes y toda fuente de calor y luz era bienvenida. Y había más: el fuego era un método de protección y defensa muy eficaz, y aumentaba la calidad de los alimentos. En resumen, marcaba la diferencia entre vivir más tiempo y más cómodamente, o morir congelado o despedazado.
Pero ya se advertía claramente que los Neanderthal estaban llamados a desaparecer frente a los Cromagnon. Una muestra de su caducidad era que aquéllos no poseían ciertas aptitudes y capacidades que resultarían imprescindibles para continuar en un planeta de condiciones muy variables. Los Cromagnon estaban mejor dotados en muchos aspectos, y explotaban mucho más sus posibilidades de relación y comunicación con sus semejantes y de acción sobre el medio, lo cual facilitaba la supervivencia.
“En busca del fuego” es la lucha encarnizada de nuestros ancestros para proteger la frágil llama de la vida a la que se aferraban con una tenacidad titánica, y abrirse paso en un mundo tan hostil como precioso.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Pero, como dije, la batalla estaba ya perdida para algunos. En ese acto de la hábil chica Cromagnon echando una mano a su frustrado amante Neanderthal para prender la llamita bienhechora, el futuro hablaba ya con elocuencia sobre el dominio del homo sapiens actual.