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Voto de Vivoleyendo:
9
Plácido
Voto de Vivoleyendo:
9
Comedia En una pequeña ciudad provinciana, a unas burguesas ociosas se les ocurre la idea de organizar una campaña navideña cuyo lema es: "Siente a un pobre a su mesa". Se trata de que los más necesitados compartan la cena de Nochebuena con familias acomodadas y disfruten del calor y el afecto que no tienen. Plácido ha sido contratado para participar con su motocarro en la cabalgata, pero surge un problema que le impide centrarse en su trabajo: ... [+]
5 de junio de 2008
9 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Berlanga, mordaz director de esta ácida y delirante comedia, y co-guionista junto con Rafael Azcona, José Luis Colina y José Luis Font, continúa en la línea de la sátira descarnada que sacude los pilares de la sociedad española de mediados del siglo pasado, echando por tierra las hipocresías y falsas apariencias, revelando las lacras y picarescas endémicas y ridiculizando reacciones y costumbres que a menudo resultan absurdas, dependiendo de las circunstancias.
El brillante realizador centra su punto de mira en la puesta en práctica de la “caridad”, diseccionando sin miramientos los “inconvenientes” que suelen surgir a la hora de arrimar el hombro y el bolsillo para hacer realidad uno de los principales imperativos morales del ser humano: la compasión y la ayuda hacia quienes las necesitan. Y, tirando de esa cuerda, acaba por derribar también este sistema controlado por el dinero, la cuadriculada burocracia y la esclavitud al consumismo que ya a principios de los años sesenta comenzaba a revolucionar la maltrecha economía del país.
Tras décadas de precaria subsistencia, una incipiente prosperidad se avecinaba con el llamativo reclamo de los bienes de consumo con los que la publicidad a través de la radio y de la reciente televisión comenzaban a bombardear a la gente. Los vehículos a motor, que anteriormente eran un lujo inalcanzable, se convertían en artículos asequibles gracias al sistema de pago a plazos, así como la vivienda y muchos otros productos que poco a poco iban inundando el mercado. Montones de españoles se endeudaban hasta las cejas y más con el sistema de las letras. La letra del coche, la del piso, la del televisor (porque en cualquier hogar que se precie puede faltar de todo, excepto la tele), la de la lavadora… Todos se iban sumando a la interminable cola de esclavos de las facturas mensuales. Todos haciendo equilibrismos para llegar a fin de mes.
Con el tema de fondo de una campaña caritativa llamada “Cene con un pobre”, Berlanga expone sucintamente todas las bases de la sociedad de consumo con sus escandalosos defectos.
La campaña está encabezada por una asociación de mujeres pudientes de la buena sociedad que acuerdan realizar un acto benéfico el día de Nochebuena. Dicho acto consiste en organizar una cabalgata por las calles del pueblo, con mucha fanfarria, y esa misma noche se realizará una subasta en la que se podrá pujar para cenar con un actor o actriz y con un pobre. Para la cabalgata se han hecho venir actores y actrices de Madrid mientras Gabino, el organizador del evento, se desplaza a todas partes montado en el nuevo motocarro de Plácido, quien ha sido contratado para la campaña. Plácido tiene un problema acuciante: ese día le vence su primera letra del motocarro, y debe pagarla sin tardanza. Pero la campaña está en plena marcha, hay mucho jaleo y Plácido debe ir de un sitio a otro llevando a Gabino, quien apenas le escucha.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Por un lado tenemos a Plácido (Cassen), agobiado e intentando a toda costa saldar su deuda ante mil dificultades y obstáculos absurdos y teniendo en vilo a su familia, que le espera para una cena de Nochebuena que se retrasa. Por otro lado, tenemos a Gabino (un estupendo López Vázquez), metido en mil fregados y arrastrando consigo al pobre Plácido. Y, por último, a un heterogéneo y variopinto conjunto de personas que irán llenando la pantalla hasta constituir una auténtica olla de grillos. La familia de Plácido, que a duras penas sale adelante; las familias pudientes que se llevan a su casa a alguna artista de cine y a algún pobre para la cena; los financieros de la campaña (la empresa de ollas exprés “Cocinex”); los encargados de los medios de comunicación que retransmiten algunos momentos de la campaña; los pobres…
Todos andan más preocupados por el dinero que deben o que se les debe, por la organización de la campaña, por lucirse decorosamente y por mil detalles frívolos y tontos que por lo que realmente importa: ayudar desinteresadamente a unas personas necesitadas. A nadie le importan realmente un pimiento los pobres a los que se supone que van a socorrer. Como si fuesen trastos que se usan a conveniencia y que se tiran cuando se convierten en una carga.
Todo esto está presentado con el sarcasmo habitual de Berlanga y con sus pellizcos retorcidos dirigidos a la conciencia. Las risas del espectador son sanas, pero siempre con un revés agrio.
De nuevo, revolviendo en el lodo de las miserias que todo español de casta lleva cosidas al forro de la chaqueta.
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