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10
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10
6.3
26,163
Romance. Musical. Fantástico
Adaptación en imagen real del clásico de Disney "La bella y la bestia", que cuenta la historia de Bella (Emma Watson), una joven brillante y enérgica, que sueña con aventuras y un mundo que se extiende más allá de los confines de su pueblo en Francia. Independiente y reservada, Bella no quiere saber nada con el arrogante y engreído Gastón, quien la persigue sin descanso. Todo cambia un día cuando su padre Maurice (Kevin Kline) es ... [+]
6 de octubre de 2018
6 de octubre de 2018
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yo me encontraba en esa etapa difusa entre la infancia y la adolescencia (esa tierra de nadie indefinida en la que el espejo te dice que ya no eres una niña pero tu corazón todavía se resiste a aceptarlo) cuando la Disney arrasó con la versión animada de este cuento tradicional como no lo había hecho antes en su historia. Recuerdo que incluso aquí en España, en plena efervescencia de los preparativos para la Exposición Universal de Sevilla de 1992 y para los Juegos Olímpicos de Barcelona, dos acontecimientos que por sí solos bastaban para acaparar toda la atención pública, la película logró la hazaña de no pasar en absoluto desapercibida. Fue un acontecimiento por mérito propio, en las salas de cine. La gente hablaba de ella con admiración. Había conseguido lo que otras no: que el público de todas las edades, y no sólo el infantil, sintiera una acuciante curiosidad por verla, y que saliera feliz de los cines.
He elegido como título de esta crítica el de la hermosa canción que ha sido creada especialmente para la versión con actores reales de 2017 y que es recurrente a lo largo de toda la película. “How Does a Moment Last Forever” me retrotrae a una época pletórica en todos los niveles que yo hubiera querido congelar en el tiempo, como esa sensación de maravilla cuando los títulos de crédito finales de “La Bella y la Bestia” de animación empezaron a desfilar por la gran pantalla y yo no quería salir de la penumbra de aquella sala que ya no existe.
Me volvió a ocurrir con la versión de 2017, en compañía de un miembro de la generación más joven de mi familia, que tuvo la suerte de ser más niña de lo que yo lo era en 1992.
Aquel año, el 92, fue mágico. Fue una época que añoro ferozmente. Ya entonces supe que rara vez volvería a ser tan feliz. Reflexionando ahora, veintiséis años después, me doy cuenta de que no he vuelto a serlo, no a ese nivel al menos, ni de la misma forma. Crecer implica dejar atrás buena parte de aquella magia. Pero también implica descubrir que la magia nunca se va del todo, si una parte de nosotros desea retenerla.
Lo sé, porque todavía llego a los créditos finales de algunas películas y quiero retener el momento para siempre. Como cuando vi “La Bella y la Bestia” con Emma Watson, Dan Stevens y el resto de ese gran reparto, con ese despliegue deslumbrante de escenas familiares y nuevas y canciones que podía cantar de memoria en la sala, alternadas con otras que aún no conocía, y quise hacer como Maurice y como Bella y como el príncipe Adam.
Detener el reloj en ese instante sublime que no ha de regresar jamás.
He elegido como título de esta crítica el de la hermosa canción que ha sido creada especialmente para la versión con actores reales de 2017 y que es recurrente a lo largo de toda la película. “How Does a Moment Last Forever” me retrotrae a una época pletórica en todos los niveles que yo hubiera querido congelar en el tiempo, como esa sensación de maravilla cuando los títulos de crédito finales de “La Bella y la Bestia” de animación empezaron a desfilar por la gran pantalla y yo no quería salir de la penumbra de aquella sala que ya no existe.
Me volvió a ocurrir con la versión de 2017, en compañía de un miembro de la generación más joven de mi familia, que tuvo la suerte de ser más niña de lo que yo lo era en 1992.
Aquel año, el 92, fue mágico. Fue una época que añoro ferozmente. Ya entonces supe que rara vez volvería a ser tan feliz. Reflexionando ahora, veintiséis años después, me doy cuenta de que no he vuelto a serlo, no a ese nivel al menos, ni de la misma forma. Crecer implica dejar atrás buena parte de aquella magia. Pero también implica descubrir que la magia nunca se va del todo, si una parte de nosotros desea retenerla.
Lo sé, porque todavía llego a los créditos finales de algunas películas y quiero retener el momento para siempre. Como cuando vi “La Bella y la Bestia” con Emma Watson, Dan Stevens y el resto de ese gran reparto, con ese despliegue deslumbrante de escenas familiares y nuevas y canciones que podía cantar de memoria en la sala, alternadas con otras que aún no conocía, y quise hacer como Maurice y como Bella y como el príncipe Adam.
Detener el reloj en ese instante sublime que no ha de regresar jamás.