El punto positivo de esta película que tiene más de drama que de comedia es que refleja con bastante fidelidad el devenir de la amistad a largo plazo. Los amigos charlan, discuten, se divierten, comparten penas y alegrías, dan la tabarra con sus dudas y manías, escuchan y son escuchados, en ocasiones no se aguantan y se pelean, después se reconcilian, suelen ser generosos con sus colegas pero hay veces en las que también son egoístas.
Siempre existen mentiras de por medio, unas son mentirijillas inofensivas con las que cada cual protege las intimidades que no quiere que otros conozcan, otras son mentiras de más calibre, sobre todo con las que se engañan a ellos mismos.
Y la amistad es así, es pasarlo bien y pasarlo mal juntos, son todos esos momentos intrascendentes que en conjunto terminan siendo fundamentales porque así es como pasa la vida, riendo, llorando, hablando, escuchando más o escuchando menos, gritando, sin hacer nada del otro mundo y realizando algunos gestos importantes.
Un drama de personajes que no se sigue porque posea una especial agilidad de guión ni por un humor desternillante. Es lento y más largo que la duración media de este tipo de filmes, y eso lo lastra.
Ellos somos nosotros. A la larga todos vamos conociendo lo mejor y lo peor que tenemos. Y si podemos continuar unidos, eso significa que todo merece la pena.