Añadir a mi grupo de amigos/usuarios favoritos
Puedes añadirle por nombre de usuario o por email (si él/ella ha accedido a ser encontrado por correo)
También puedes añadir usuarios favoritos desde su perfil o desde sus críticas
Nombre de grupo
Crear nuevo grupo
Crear nuevo grupo
Modificar información del grupo
Aviso
Aviso
Aviso
Aviso
El siguiente(s) usuario(s):
Group actions
You must be a loged user to know your affinity with Vivoleyendo
Voto de Vivoleyendo:
6
Voto de Vivoleyendo:
6
7.0
6,454
Drama. Romance. Thriller
Leon Lai es un asesino a sueldo cansado de su trabajo que se plantea dejarlo. Michelle Reis es una prostituta que, además de buscarles los encargos, le hace el trabajo sucio a Leon. Pero ella vive apasionadamente enamorado de él, aunque nunca se hayan conocido en persona. Intercalándose con esta historia nos encontramos con un joven mudo, Takeshi Kaneshiro, que viviendo con su padre tiene una difícil existencia debida a su deficiencia ... [+]
24 de marzo de 2008
24 de marzo de 2008
31 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
No cabe duda de que Wong Kar-Wai sabe demasiado acerca de la soledad. Seguramente porque la experimentó en carne propia, y se ha codeado con ella como si fuesen dos viejos compañeros de batallas.
Kar-Wai deambula por las noches de Hong Kong. Por flashes de neón relumbrando chillonamente en una confusión de colores dispares. Por calles que tanto saben acerca de ausencias y silencios. Los silencios de tantas almas que habitan el mismo espacio urbano sin llegar a rozarse. Silencios encubiertos en los banales ruidos de quienes se engañan con una apariencia de normalidad.
Los personajes de la noche hongkonesa son apenas espectros que en el fondo desean conectar. Conectar con un confidente imaginario que siempre les escucha y a quien van desvelando pedazos de sí mismos (o sea, el espectador que es invitado a sumergirse en sus pequeños universos), y con alguien impreciso que nunca aparece. Mientras tanto, en su proceso de búsqueda de ese alguien, de ese puerto al que amarrar su navío a la deriva, se conforman con la fugacidad.
Extraños en la noche. Un asesino a sueldo que cumple sus encargos como si fuese un repartidor de pizzas, sólo que en lugar de pizzas reparte balas. El chico ya empieza a estar cansadillo de tanto repartir y quiere cambiar de trabajo. Tiene una socia que se dedica a diversos trapicheos y a la que no ha visto nunca el pelo. Los dos suelen usar como centro de operaciones una habitación oculta en los túneles del metro, pero jamás se han cruzado en ella. Cada uno intuye la presencia del otro en la habitación. Sin coincidir. Ella se masturba a solas, añorando a un hombre cuyo aspecto no conoce, y llora su desconsuelo. Él se mueve con precisión hacia sus objetivos. Entrar, tirar a matar. Salir igual que ha entrado.
Y otro chico que no habla. Es divertido, un poco loco. Vive a salto de mata (como todos) transformándose todas las noches en un ocupa comercial y consiguiendo sus modestos ingresos a base de acosar a sus sufridos clientes.
¿Y qué más? No hay mucho más. Este cine se vive y se siente en su punto justo, o nada. Personalmente, a mí me ha ofrecido un sencillo entretenimiento ligeramente interesante. Como cuando te pones a observar la pantalla de una cámara de seguridad mientras ves cómo la gente pasa por delante. Sólo un poco de curiosidad, y ya está.
Y puede que esta película no quiera dar mucho más que eso. Tal vez no quiera dar más que ese aire de indolencia a veces roto por destellos de algo más intenso. O tal vez no se trate de indolencia. Quizás se trate de resignación.
Kar-Wai deambula por las noches de Hong Kong. Por flashes de neón relumbrando chillonamente en una confusión de colores dispares. Por calles que tanto saben acerca de ausencias y silencios. Los silencios de tantas almas que habitan el mismo espacio urbano sin llegar a rozarse. Silencios encubiertos en los banales ruidos de quienes se engañan con una apariencia de normalidad.
Los personajes de la noche hongkonesa son apenas espectros que en el fondo desean conectar. Conectar con un confidente imaginario que siempre les escucha y a quien van desvelando pedazos de sí mismos (o sea, el espectador que es invitado a sumergirse en sus pequeños universos), y con alguien impreciso que nunca aparece. Mientras tanto, en su proceso de búsqueda de ese alguien, de ese puerto al que amarrar su navío a la deriva, se conforman con la fugacidad.
Extraños en la noche. Un asesino a sueldo que cumple sus encargos como si fuese un repartidor de pizzas, sólo que en lugar de pizzas reparte balas. El chico ya empieza a estar cansadillo de tanto repartir y quiere cambiar de trabajo. Tiene una socia que se dedica a diversos trapicheos y a la que no ha visto nunca el pelo. Los dos suelen usar como centro de operaciones una habitación oculta en los túneles del metro, pero jamás se han cruzado en ella. Cada uno intuye la presencia del otro en la habitación. Sin coincidir. Ella se masturba a solas, añorando a un hombre cuyo aspecto no conoce, y llora su desconsuelo. Él se mueve con precisión hacia sus objetivos. Entrar, tirar a matar. Salir igual que ha entrado.
Y otro chico que no habla. Es divertido, un poco loco. Vive a salto de mata (como todos) transformándose todas las noches en un ocupa comercial y consiguiendo sus modestos ingresos a base de acosar a sus sufridos clientes.
¿Y qué más? No hay mucho más. Este cine se vive y se siente en su punto justo, o nada. Personalmente, a mí me ha ofrecido un sencillo entretenimiento ligeramente interesante. Como cuando te pones a observar la pantalla de una cámara de seguridad mientras ves cómo la gente pasa por delante. Sólo un poco de curiosidad, y ya está.
Y puede que esta película no quiera dar mucho más que eso. Tal vez no quiera dar más que ese aire de indolencia a veces roto por destellos de algo más intenso. O tal vez no se trate de indolencia. Quizás se trate de resignación.