Aquel barrio humilde, muy humilde, en el que el Chavito, niño huérfano y sin hogar vive en un tonel y se pirra por una torta de jamón, me hizo pasar muchas sobremesas y tardes veloces riéndome con las barrabasadas de los pillos, las malas pulgas de "Ron Damón" y sus escaqueos para no pagar el alquiler, las insinuaciones de la Bruja del 71, los humos de señorona de doña Florinda, los berreos de la Chilindrina, los mimos de Quico, las lecciones del maestro el señor Jirafales, la bondad del señor Barriga que nunca consigue cobrar todos los alquileres... Y el pobre Chavo, uno de los incontables niños abandonados, cuya única familia es su vecindario y aún puede considerarse afortunado porque tiene amigos, tonel propio, va a la escuela y come alguna torta de jamón de tarde en tarde y, eso sí, todo lo hace "sin querer queriendo".