Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Vivoleyendo:
6
Comedia El pueblo de Saint Sévère se dispone a celebrar una gran fiesta. Las calles se adornan con guirnaldas y banderas; la terraza del café está preparada para el gran baile popular. Los feriantes traen en sus carromatos los caballitos de madera, las tómbolas, el cine ambulante, las cucañas... Mientras reparte el correo, François, el cartero, deseoso de ayudar a los feriantes, monta con mucho heroísmo la cucaña, pero sólo consigue provocar ... [+]
17 de marzo de 2011
21 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me gusta más el estilo posterior a “Día de fiesta” de este cómico francés. Por lo menos, en “Las vacaciones de Monsieur Hulot” y en “Mi tío”, que son las que conozco. Me agrada que depurara su técnica narrativa hacia los gags homenaje del cine mudo, en los que Tati apenas habla o no habla en absoluto, y donde no son necesarios los diálogos para que la imagen hable sola. Si los hay, son mera adición accesoria. Y los sonidos ambientales son mucho más elocuentes que las palabras.
Por ello no me termina de convencer “Día de fiesta”. Demasiados diálogos y cierta inmadurez en el concepto. No me acaba de funcionar como comedia. Y eso que tratándose de Tati nunca ha sido óbice el tono humorístico naïf. Pero es que aquí se pasa; aún le faltaban unos hervores para evolucionar en el gran cómico-actor-director en el que iba a derivar.
Tiene su gracia, cómo no, la idea del cachazudo y desastroso cartero rural que un día decide volverse tan eficiente como los americanos. Como era habitual en él, las simpáticas críticas implícitas en sus largometrajes (e imagino que en sus cortos también) apuntaban a la modernización, el automatismo, el estrés de las prisas, la agenda milimetrada, el monótono trabajo en serie, la falta de imaginación, la pérdida del contacto humano. Su patoso personaje es el portavoz de la parsimonia, de la ineptitud, de las cosas que no precisan un horario rígido, ni ser hechas de la misma manera. Es el representante de esos semi-vagabundos felices que se paran mil veces por el camino a mirar el paisaje, a espantar una mosca molesta, a echar una mano a un aldeano que le pide ayuda, a tomarse una copita en el bar, a dejarse enredar por los parroquianos, a prodigar un gesto calamitosamente amable, y que tropieza una y otra vez con las mismas piedras. El que está en todos los sitios y en ninguno, el torpón ambulante que va a su bola.
Este cartero no es aún el genial Monsieur Hulot, pero ya presagiaba maneras.
Vivoleyendo
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow