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Drama
Bad Blake (Jeff Bridges) es un cantante de música country que vive al margen de la sociedad, con varios fracasos matrimoniales a sus espaldas, miles de millas recorridas y que con frecuencia se refugia en el alcohol. Cuando parece que apenas hay salvación para él, aparece Jean (Maggie Gyllenhall), una reportera que descubrirá quién es el verdadero Bad, al hombre detrás del músico. (FILMAFFINITY)
12 de agosto de 2011
12 de agosto de 2011
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un tío que ronda los sesenta tacos, con esa facha entre lo viril y lo decadente llevada por un Jeff Bridges que hasta sudado y vomitando en un cubo de basura, en el mayor declive de la azarosa vida de un artista en punto muerto, y que es capaz de mantener semejante empaque, es un tío que posee sin duda un a saber qué especial.
Bad Blake debe de tener el hígado hecho una pasa, el aparato digestivo medio deshecho, y dejará tras de sí el olor inconfundible de los alcohólicos crónicos y de los fumadores empedernidos, que no se puede enmascarar con desodorantes ni chicles de menta. Tiene la lengua más larga que una alpargata y ese aura de cowboy de capa caída a caballo entre el pasotismo y los aguijonazos de su gastado y loco corazón, al que aún le queda gasolina que quemar.
Sube borracho a los escenarios de boleras de segunda y dedica sus resobados temas a maduritas, solteras o casadas, ansiosas por echar un polvo con la vieja celebridad del country.
Nunca ha querido ser un mediático líder de multitudes, sino un cantautor con talento amante de la semioscuridad de los moteles de carretera y de locales pequeños en los que estar en un tú a tú con sus nostálgicos fans.
Y de carretera en carretera, de motel en motel, de bareto en bareto, de botella en botella, Bad se ha dejado por el camino amores y éxitos. Y se los seguirá dejando. Pero no es un despojo. No, no lo es. No todavía. Lo que se aprende de las decepciones y de los errores es que sigue amaneciendo y se puede abrir inesperadamente una nueva puerta en otro resquicio del corazón, y esas ganas de vivir y de continuar, ese combustible que impulsa el motor vital, son los que pueden conducir desde la autodestrucción a la autoestima.
Una historia sobre un buen músico que ha caído en la atrofia de sí mismo, marido y amante fallido, padre inconcluso, con tanta ternura ahí encarcelada, tanto que dar, y todo se le ha ido cayendo, como el equipaje abandonado por accidente en la cuneta.
Ahora el desafío más difícil será tratar de recuperar la sobriedad para seguir conduciendo su vieja furgoneta y mirar de frente los fracasos, para aprender que los logros grandes y pequeños de la vida no se pueden valorar ni disfrutar en su justa medida sin haber probado el sabor de la derrota y del desencanto.
Bad Blake debe de tener el hígado hecho una pasa, el aparato digestivo medio deshecho, y dejará tras de sí el olor inconfundible de los alcohólicos crónicos y de los fumadores empedernidos, que no se puede enmascarar con desodorantes ni chicles de menta. Tiene la lengua más larga que una alpargata y ese aura de cowboy de capa caída a caballo entre el pasotismo y los aguijonazos de su gastado y loco corazón, al que aún le queda gasolina que quemar.
Sube borracho a los escenarios de boleras de segunda y dedica sus resobados temas a maduritas, solteras o casadas, ansiosas por echar un polvo con la vieja celebridad del country.
Nunca ha querido ser un mediático líder de multitudes, sino un cantautor con talento amante de la semioscuridad de los moteles de carretera y de locales pequeños en los que estar en un tú a tú con sus nostálgicos fans.
Y de carretera en carretera, de motel en motel, de bareto en bareto, de botella en botella, Bad se ha dejado por el camino amores y éxitos. Y se los seguirá dejando. Pero no es un despojo. No, no lo es. No todavía. Lo que se aprende de las decepciones y de los errores es que sigue amaneciendo y se puede abrir inesperadamente una nueva puerta en otro resquicio del corazón, y esas ganas de vivir y de continuar, ese combustible que impulsa el motor vital, son los que pueden conducir desde la autodestrucción a la autoestima.
Una historia sobre un buen músico que ha caído en la atrofia de sí mismo, marido y amante fallido, padre inconcluso, con tanta ternura ahí encarcelada, tanto que dar, y todo se le ha ido cayendo, como el equipaje abandonado por accidente en la cuneta.
Ahora el desafío más difícil será tratar de recuperar la sobriedad para seguir conduciendo su vieja furgoneta y mirar de frente los fracasos, para aprender que los logros grandes y pequeños de la vida no se pueden valorar ni disfrutar en su justa medida sin haber probado el sabor de la derrota y del desencanto.