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Voto de Vivoleyendo:
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Comedia. Drama Después de hacerse famoso interpretando en el cine a un célebre superhéroe, la estrella Riggan Thomson (Michael Keaton) trata de darle un nuevo rumbo a su vida, luchando contra su ego, recuperando a su familia y preparándose para el estreno de una obra teatral en Broadway que le reafirme en su prestigio profesional como actor. (FILMAFFINITY)
1 de abril de 2015
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Iñárritu, casi siempre dado a los dramas corales en los que entrecruza conflictos y lacras sociales, esta vez dirige un ataque muy corrosivo contra varios frentes entre los que se incluyen la fama, la acendrada rivalidad entre celebridad y talento, entre popularidad y arte o, sin ambages, Hollywood y Broadway, las estrellas de cine y los actores de teatro. Otro frente es la omnipotencia de las redes sociales y su capacidad para difundir, difamar, encumbrar y destruir en una vorágine aterradora, fulminante, desorbitada, donde miles y millones de usuarios amparados en el relativo anonimato de Internet sentencian y determinan si “existes”, si eres digno o no de ser considerado parte de esa extraña especie híbrida entre los cibernautas y los primates en que nos hemos transformado, si eres digno de seguir respirando. Si no estás en Facebook o Twitter, no eres nadie, no existes, literalmente. Si no eres trending topic, olvídate; eres un cero a la izquierda, no vales una mierda. Todo lo que hagas puedes tirarlo por el wáter si no aparece colgado en la red y no recibe tropecientas mil visitas.
Por último, otro objetivo del director mexicano es la crítica profesional, esa que con un solo movimiento de dedo puede dar luz verde a una obra o condenarla al patíbulo sin miramientos, esa que, con sus aires snobs, tan entendidos y cargados de prejuicios, cuelga etiquetas, suele ir en contra de la opinión del público (tachándolo de carecer de criterio) y es muy cerril a la hora de admitir que no todas las obras comerciales/de elevado presupuesto/taquilleras son malas de necesidad ni todas las obras de autor/independientes son orgásmicas. Por suerte yo no soy una crítica profesional, me encanta mi libertad de amateur del montón que no escribe en ningún prestigioso periódico ni influirá tajantemente en la reputación de ningún autor ni actor. Mis opiniones, sean positivas o negativas, diluidas entre otros miles de opiniones diversas que abundan por Internet, no van a afectar a la carrera de nadie.
Riggan Thomson se autotortura en un desgarro interno que perturba su personalidad. Al igual que el actor que lo encarna, Michael Keaton, en el pasado interpretó a un superhéroe que lo catapultó a la fama, le reportó todo lo que supone ser una estrella de cine. El apogeo hollywoodiense. Podría ser más que suficiente, las masas lo adoran, los estudios firmarían para que él continuara la saga aunque ya no es un muchacho. Y mientras la voz de Birdman tira de él hacia su lado autocomplaciente y le aconseja que se limite a disfrutar de lo que ya tiene y a continuar cosechando el éxito mundial, desde la otra punta del país la avinagrada faz de la crítica antagonista de Broadway lo contempla desde arriba con un desprecio feroz, y eso hiere su vanidad. A Riggan no le basta con ser una estrella. Quiere demostrar que es un actor de calidad, que alguien que se ha disfrazado de hombre-pájaro en una franquicia millonaria es más que un monigote con plumas. Cosa en la que estoy completamente de acuerdo con él. Hollywood no lo convierte a uno necesariamente en una nulidad como artista, y hay muchos ejemplos de ello. Cuántas estrellas de cine demuestran cada año que son buenos actores y directores. Yo siempre llevaré la contraria a quien ataque por ejemplo a Kate Winslet y Leonardo DiCaprio por haber protagonizado “Titanic”. Que por otro lado me parece una excelente película hollywoodiense. Tengo un mal gusto horrible pero nadie me convencerá de que “Titanic” es mala ni de que Kate y Leo son malos actores.
Cómo no, Riggan necesita la aprobación de la élite neoyorquina para sentirse consagrado, porque hasta los bebés saben que por sus tablas han pasado unos cuantos de los mejores del mundo. Broadway impone con su aura de endiosamiento, a la que escasos mortales parecen tener acceso. Sólo serás realmente alguien en la profesión si consigues llenar uno de sus teatros. Alarmantemente bajo de autoestima, con la chaveta medio ida (cree tener poderes de levitación y telequinesis... Iñárritu se permite fuertes dosis de “realismo mágico” al dejarnos en la ambigüedad de si su “don” es auténtico o un producto de su imaginación) y obsesionado con dejar atrás la imagen de superestrella y entrar en la lista de personalidades respetadas del escenario, se ha metido en un arriesgado proyecto. Dirigir y protagonizar “De qué hablamos cuando hablamos de amor”, de Raymond Carver. Su voz de Birdman se burla de él y lo tienta a abandonar la descabellada empresa.
Con la cámara al hombro y la técnica del plano secuencia, nos colamos por los laberínticos pasillos, las salas y los camerinos del teatro (todo está manga por hombro) y el panorama no pinta bien. Uno de los actores contratados no da la talla y Riggan se lo quita de encima. El productor de la obra echa humo de puro estrés, el tipo que se ha quedado fuera de combate les dará por saco por incumplimiento de contrato y no tienen un actor en condiciones que lo sustituya... El realismo mágico vuelve a entrar en acción y justo les cae del cielo el actor ¿idóneo?
Los entresijos tras los bastidores se revelan de plano a plano, y a apenas unos metros de Times Square una ex-estrella de Hollywood vive su peor infierno personal construyendo un sueño que se asemeja a una pesadilla. Está exponiendo su vida entera, su reputación, sus ilusiones, su dinero, su fracaso sentimental y familiar. Su hija en rehabilitación trabaja para él, un tímido puente tendido entre ambos, él tal vez por la culpa y el deseo de recuperar algo del tiempo perdido, ella tal vez porque en el fondo necesita a su padre cerca, no quiere perderse para él definitivamente. Ellos dos, unos fantásticos Michael Keaton y Emma Stone, son lo mejor que sale aquí. Edward Norton añade la nota más humorística, Naomi Watts genial en su fragilidad y los demás tampoco decepcionan.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Entonces, ¿por qué esa nota tan tibia que le he puesto? Porque me daba la impresión de perderme a menudo por esos pasillos y con tanto deambular sin propósito. Porque no soportaba más esa batería pesadísima sonando todo el tiempo. Porque, pese al gran material con el que trabaja, Iñárritu esta vez no me impacta, no me apasiona ni me hace sentir mucha empatía. La tribulación del actor maduro en decadencia me conmueve poco pese a que comprendo sus miedos, pero éstos no me terminan de llegar. Los diálogos son agudos y mordaces y al menos me he reído a veces, y por esos detalles es por lo que al menos le he dado calificación de “interesante”. Pero, ¿considerarla el peliculón del año? Yo por mi parte no.
Curioso, la crítica de élite aclama a una peli que ataca a la crítica de élite. ¿Será por quedar bien o porque hoy día si no te sumas al carro de los trending topics no eres nada?
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