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Voto de Vivoleyendo:
9
In Darkness
Voto de Vivoleyendo:
9
Drama En 1943, la ciudad polaca de Lvov vive sumida en la miseria debido a la ocupación nazi. Un día, Leopold Socha, un mezquino usurero, se encuentra con un grupo de refugiados judíos y los oculta con su dinero en el laberinto de las alcantarillas de la ciudad. De esta manera deja de interesarse sólo por sus negocios, y su vida experimenta un cambio esencial. (FILMAFFINITY)
9 de julio de 2012
18 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Curioso el hecho de que, cuando el día a día consiste en levantarse y acostarse en una cama confortable, disponer de comida suficiente, compartir las horas con la gente querida en condiciones de un aceptable bienestar, entrar y salir libremente, realizar las tareas y ocupaciones con la motivación de hacer cosas útiles, necesarias y/o satisfactorias y recibir una paga con la que ir tirando... Curioso que, cuando no se ciernen terribles peligros, nos asustemos de las cosas más nimias. La oscuridad, las películas de miedo, los ratones, las ratas, los bichos. Llegar tarde al trabajo por algún imprevisto. Hablar en público. Hacer el ridículo. Decirle a alguien que te pirras por sus huesos. A veces, se experimenta verdadero terror ante situaciones que están muy lejos de amenazar de muerte. Como si el aletargado instinto buscara emociones fuertes para ponerse en funcionamiento alguna vez, ya que no dejamos de tener una parte irracional y primitiva, herencia de aquellos lejanos ancestros, guiada por pulsiones muy arraigadas, que prácticamente actúan por su cuenta. Los padres de la especie luchaban titánicamente por la supervivencia en un entorno salvaje y virgen. Ese fiero instinto de conservación ha pasado de una generación a otra, cambiando según las circunstancias. Y es obvio que permanece ahí, atento; porque incluso con todas las necesidades básicas cubiertas, seguimos alimentando miedos, recibiendo señales de amenaza.
Y si lo que se cierne es el odio, la guerra y el caos, todos los miedos superfluos se esfumarán para dar paso a la auténtica fuente del pánico: la misma muerte. El deseo de aferrarse a la vida hará palidecer todo lo demás, así que ya no importará hacer lo que sea que antes no habríamos hecho, ya dará igual tener que esconderse en unas cloacas asquerosas plagadas de aguas fétidas y de ratas si con ello la parca pasa de largo un poco más. Dará lo mismo respirar el aire corrompido, oler a tumba, llevar harapos sucios, comer en condiciones higiénicas nulas, dormir en un suelo duro y no ver la luz del sol. El instinto prevalecerá de nuevo para salvarnos. Seguramente porque el organismo es tan sabio que no necesita del raciocinio para actuar.
Pero por fortuna también hemos interiorizado otras pulsiones características del ser humano, que se desarrollan en diversos grados en cada uno (o estando ausentes en algunos). La compasión. La protección de los desvalidos contra los obstáculos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
A veces ambas pulsiones (instinto de conservación y compasión) entran en conflicto, por ejemplo cuando la propia supervivencia se arriesga a causa de la piedad hacia los demás. ¿Hacia qué nos vamos a decantar? Eso dependerá de cómo sea de chillona nuestra conciencia, del grado de bondad que anide por alguna parte medio oxidada, de la cobardía o el valor que tengamos en los huesos. Dependerá de si intuimos que seguiremos adelante cerrando los ojos y apagando la vocecita acusadora, o que por el contrario nos será imposible soportar el remordimiento de no haber hecho lo que debíamos.
Así que, en el momento en que nos lo jugamos todo, de la desesperación surgen reacciones extremas, muchas de ellas vergonzosas, mezquinas, egoístas, o simplemente cobardes, pero también algunas hermosas, altruistas, esperanzadoras. Leopold Socha nos enseña que los héroes no están fabricados de otra pasta, sino que son de carne y tienen montones de defectos, pero terminan por ser menos egoístas y hacer algo que vaya más allá de sí mismos, como intentar salvar vidas. Incluso abrazando lo temerario si es más que su cuello lo que se están jugando.
Una más entre las miles de historias de bravura y temeridad en la Segunda Guerra Mundial. Leopold finalmente no miró hacia otro lado ni pasó de largo, sino que se metió literalmente hasta el fondo del pozo de la miseria para ayudar a salir del horror a una decena de personas que no tenían nada más en el mundo.
Para él también va dedicada la “Sonata para un buen hombre”.
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