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Comedia. Bélico
Convencido de que los comunistas están contaminando los Estados Unidos, un general ordena, en un acceso de locura, un ataque aéreo nuclear sorpresa contra la Unión Soviética. Su ayudante, el capitán Mandrake, trata de encontrar la fórmula para impedir el bombardeo. Por su parte, el Presidente de los EE.UU. se pone en contacto con Moscú para convencer al gobierno soviético de que el ataque no es más que un estúpido error. Mientras tanto, ... [+]
16 de enero de 2008
16 de enero de 2008
188 de 244 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde luego, el planteamiento de Kubrick no podía haber sido más certero. En plena Guerra Fría, cuando la rivalidad y las hostilidades entre estadounidenses y soviéticos habían alcanzado el grado del paroxismo, va este controvertido cineasta y se le ocurre filmar una sátira que representa la carrera de armamentos llevada hasta el extremo más delirante. Sátira que, por desgracia, se aproxima bastante a la realidad.
Durante aquellas décadas y hasta la actualidad, la obsesión general ha sido la de dotarse de armas de destrucción masiva con el objetivo de disuadir a cualquier posible enemigo de amenazar y/o atacar, bajo el temor colectivo de que, en el caso de que dichas armas sean utilizadas, el planeta entero o buena parte resulte destruido. Si se para uno a pensarlo, resulta realmente triste y espeluznante que todos nos hallemos a merced de unas armas capaces de producir efectos cataclísmicos. El odio internacional ha alcanzado tal límite que la única forma de garantizar la paz mundial, paradójicamente, se basa en dichos armamentos. Si todos queremos seguir existiendo, no se nos ocurra calentarles mucho los cascos a los vecinos capaces de mandarlo todo a hacer puñetas. Incluso esos países sienten pánico a lo que ellos mismos albergan. Desde luego, es tremendo tener que haber llegado a esos extremos que parecen inverosímiles. Pero son tan ciertos como el aire que respiramos.
Kubrick, audaz y valientemente, se atrevió a rodar esta apocalíptica película en pleno ojo del huracán. En clave de ácida comedia, ridiculiza la legendaria y absurda competitividad entre Estados Unidos y la Unión Soviética y la conduce por el hipotético, pero no descabellado, sendero de las situaciones más extremas a las que se podría llegar. La ley de Murphy tiene plena aplicación en este caso. Si algo puede salir mal, saldrá. Si toda la delicada operación que atañe a las armas de destrucción masiva, con toda su sofisticación, sin embargo puede depender de un estúpido y ridículo factor humano para activarse y poner en jaque al mundo entero, no hay duda de que ello ocurrirá. Porque la raza humana, creyéndose tan racional y superior, puede llegar a ser también la más estúpida y obcecada de todas las criaturas vivientes. Y Kubrick nos da plena fe de ello.
El mensaje, por lo tanto, es: si queréis terminar con todo, continuad por donde vais, porque vais a acabar consiguiéndolo. ¿Por qué todas las potencias no se paran a reflexionar un poco sobre toda la locura que han organizado y se tranquilizan? ¿Hasta dónde hemos llegado?
En lugar de plantearlo de forma dramática, Kubrick escogió el lado de la sátira, presentándonos a personajes en ocasiones rocambolescos, en otras incompetentes, idos de la olla o subalternos que cumplen órdenes fanáticamente y ciegamente, que tienen en sus manos el destino de todos. No se puede incluir mayor sarcasmo en una película.
Durante aquellas décadas y hasta la actualidad, la obsesión general ha sido la de dotarse de armas de destrucción masiva con el objetivo de disuadir a cualquier posible enemigo de amenazar y/o atacar, bajo el temor colectivo de que, en el caso de que dichas armas sean utilizadas, el planeta entero o buena parte resulte destruido. Si se para uno a pensarlo, resulta realmente triste y espeluznante que todos nos hallemos a merced de unas armas capaces de producir efectos cataclísmicos. El odio internacional ha alcanzado tal límite que la única forma de garantizar la paz mundial, paradójicamente, se basa en dichos armamentos. Si todos queremos seguir existiendo, no se nos ocurra calentarles mucho los cascos a los vecinos capaces de mandarlo todo a hacer puñetas. Incluso esos países sienten pánico a lo que ellos mismos albergan. Desde luego, es tremendo tener que haber llegado a esos extremos que parecen inverosímiles. Pero son tan ciertos como el aire que respiramos.
Kubrick, audaz y valientemente, se atrevió a rodar esta apocalíptica película en pleno ojo del huracán. En clave de ácida comedia, ridiculiza la legendaria y absurda competitividad entre Estados Unidos y la Unión Soviética y la conduce por el hipotético, pero no descabellado, sendero de las situaciones más extremas a las que se podría llegar. La ley de Murphy tiene plena aplicación en este caso. Si algo puede salir mal, saldrá. Si toda la delicada operación que atañe a las armas de destrucción masiva, con toda su sofisticación, sin embargo puede depender de un estúpido y ridículo factor humano para activarse y poner en jaque al mundo entero, no hay duda de que ello ocurrirá. Porque la raza humana, creyéndose tan racional y superior, puede llegar a ser también la más estúpida y obcecada de todas las criaturas vivientes. Y Kubrick nos da plena fe de ello.
El mensaje, por lo tanto, es: si queréis terminar con todo, continuad por donde vais, porque vais a acabar consiguiéndolo. ¿Por qué todas las potencias no se paran a reflexionar un poco sobre toda la locura que han organizado y se tranquilizan? ¿Hasta dónde hemos llegado?
En lugar de plantearlo de forma dramática, Kubrick escogió el lado de la sátira, presentándonos a personajes en ocasiones rocambolescos, en otras incompetentes, idos de la olla o subalternos que cumplen órdenes fanáticamente y ciegamente, que tienen en sus manos el destino de todos. No se puede incluir mayor sarcasmo en una película.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Entonces, ¿por qué la considero sencillamente "interesante" y no la asciendo a una categoría mayor? Porque, pese a que el tratamiento del humor es correcto y arranca más de una sonrisa irónica, sin embargo a ratos el desarrollo se vuelve pesado y monótono, sobre todo en las escenas de los aviones, que para mí son perfectamente prescindibles excepto la parte final.
Rescatando las brillantes secuencias de las reuniones en el Pentágono, las hilarantes llamadas entre el presidente de los Estados Unidos y el de la Unión Soviética, los delirios del general y otros momentos destacables, la trama se me hace algo irregular y no lo bastante atrayente como para mantenerme pegada a la pantalla todo el tiempo. Le reconozco sus buenos rasgos de humor y su trascendental moraleja, pero poco más.
Por otra parte, los aspectos técnicos no pasan de correctos en mi opinión (fotografía, etc.) y la banda sonora es repetitiva y, para mí, poco estimulante.
Así que, para concluir, creo que se trata de un buen guión que podía haber dado más de sí e implicar más intensamente al espectador.
Rescatando las brillantes secuencias de las reuniones en el Pentágono, las hilarantes llamadas entre el presidente de los Estados Unidos y el de la Unión Soviética, los delirios del general y otros momentos destacables, la trama se me hace algo irregular y no lo bastante atrayente como para mantenerme pegada a la pantalla todo el tiempo. Le reconozco sus buenos rasgos de humor y su trascendental moraleja, pero poco más.
Por otra parte, los aspectos técnicos no pasan de correctos en mi opinión (fotografía, etc.) y la banda sonora es repetitiva y, para mí, poco estimulante.
Así que, para concluir, creo que se trata de un buen guión que podía haber dado más de sí e implicar más intensamente al espectador.