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Musical. Drama. Romance
El expresidiario Jean Valjean (Hugh Jackman) es perseguido durante décadas por el despiadado policía Javert (Russell Crowe). Cuando Valjean decide hacerse cargo de Cosette, la pequeña hija de Fantine (Anne Hathaway), sus vidas cambiarán para siempre. Adaptación cinematográfica del famoso musical 'Les miserables' de Claude-Michel Schönberg y Alain Boublil, basado a su vez en la novela homónima de Victor Hugo. (FILMAFFINITY)
13 de febrero de 2014
13 de febrero de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Francia en el siglo diecinueve era una convulsa olla en ebullición. Revolución, república, imperio, restauración monárquica, todo ello en un lapso muy breve. Pero había una cosa que no cambiaba: el hambre del pueblo.
Daba igual quién o quiénes gobernaran, en las mesas del vulgo, si las tenían, había poco que comer. La miseria era lo único que abundaba. Legiones de indigentes, pillos y maleantes atestaban las calles hediondas e insalubres.
Víctor Hugo, autor romántico, fue una de las voces literarias más representativas de aquella Francia que casi nada tenía de romántica. En su novela más célebre entretejió varias historias aclamadas e inmortalizadas. Jean Valjean, Javert, Fantine, Cosette, Pontmercy y Éponine eran personajes que probaban el sabor de la pobreza, de la tragedia, de la injusticia, del tormento moral y/o de la carencia de amor. En aquel entorno oscuro, rapiñado y corrompido no parecía posible encontrar un solo rayo de luz.
Pensaba que me iba a aburrir un poco con la versión musical, y por ello la pospuse. De nuevo me equivoqué al emitir un juicio preconcebido. Afortunadamente he enmendado mi error.
Es que más de dos horas y media pueden echar para atrás tratándose de un musical. Lo de que los actores estén el noventa y nueve por ciento del metraje cantando no es fácilmente digerible.
Pero mis temores eran infundados. Incluso se encuentra deleite en algunas de las voces, especialmente las de Anne Hathaway y Samantha Barks, melodiosas y bellas. A la última se le nota que además de actriz es cantante profesional.
Y la música, gran protagonista, no chirría, no se ve antinatural. Bastante bien integrada en el conjunto, exterioriza los sentimientos individuales y colectivos de esa Francia castigada y turbulenta.
Valjean, convicto que recibe una oportunidad para ser libre tras diecinueve años de injusto presidio y brutales trabajos forzados; Javert, el severo y rígido inspector de policía que sólo vive para hacer cumplir la ley; Fantine, la dulce joven caída en desgracia; Cosette, la inocente niña a merced de unos "protectores" sanguijuelas; Marius, el revolucionario que se enamora a primera vista; Éponine, buena y honesta chica a pesar de sus circunstancias muy desfavorables, enamorada sin esperanzas; y algunos otros secundarios también destacables, como el valiente y avispado niño de las calles llamado Gavroche... Todos componen historias encadenadas en las que florecen la fe y el perdón en medio del descreimiento y del odio, las esperanzas que nacen en los momentos más negros, el amor que viene a embellecer este mundo de solitarios y desalmados, el valor para luchar por una vida más digna...
Sí, no dudo de que Víctor Hugo era un romántico, porque hizo que pareciera hermosa una Francia paupérrima y arrasada. No porque la idealizara ni porque la describiera mejor de lo que era, sino porque gran parte de sus protagonistas tenían alguna cualidad que los elevaba del fango: o bien una tenacidad de acero, o una naturaleza generosa, o poderosas razones sentimentales, o unos ideales muy fuertes. Casi todos ellos caían en el lodo de todos los miserables del mundo y resurgían o se sacrificaban con el corazón limpio, ayudando a construir una nueva Francia más libre y feliz.
Daba igual quién o quiénes gobernaran, en las mesas del vulgo, si las tenían, había poco que comer. La miseria era lo único que abundaba. Legiones de indigentes, pillos y maleantes atestaban las calles hediondas e insalubres.
Víctor Hugo, autor romántico, fue una de las voces literarias más representativas de aquella Francia que casi nada tenía de romántica. En su novela más célebre entretejió varias historias aclamadas e inmortalizadas. Jean Valjean, Javert, Fantine, Cosette, Pontmercy y Éponine eran personajes que probaban el sabor de la pobreza, de la tragedia, de la injusticia, del tormento moral y/o de la carencia de amor. En aquel entorno oscuro, rapiñado y corrompido no parecía posible encontrar un solo rayo de luz.
Pensaba que me iba a aburrir un poco con la versión musical, y por ello la pospuse. De nuevo me equivoqué al emitir un juicio preconcebido. Afortunadamente he enmendado mi error.
Es que más de dos horas y media pueden echar para atrás tratándose de un musical. Lo de que los actores estén el noventa y nueve por ciento del metraje cantando no es fácilmente digerible.
Pero mis temores eran infundados. Incluso se encuentra deleite en algunas de las voces, especialmente las de Anne Hathaway y Samantha Barks, melodiosas y bellas. A la última se le nota que además de actriz es cantante profesional.
Y la música, gran protagonista, no chirría, no se ve antinatural. Bastante bien integrada en el conjunto, exterioriza los sentimientos individuales y colectivos de esa Francia castigada y turbulenta.
Valjean, convicto que recibe una oportunidad para ser libre tras diecinueve años de injusto presidio y brutales trabajos forzados; Javert, el severo y rígido inspector de policía que sólo vive para hacer cumplir la ley; Fantine, la dulce joven caída en desgracia; Cosette, la inocente niña a merced de unos "protectores" sanguijuelas; Marius, el revolucionario que se enamora a primera vista; Éponine, buena y honesta chica a pesar de sus circunstancias muy desfavorables, enamorada sin esperanzas; y algunos otros secundarios también destacables, como el valiente y avispado niño de las calles llamado Gavroche... Todos componen historias encadenadas en las que florecen la fe y el perdón en medio del descreimiento y del odio, las esperanzas que nacen en los momentos más negros, el amor que viene a embellecer este mundo de solitarios y desalmados, el valor para luchar por una vida más digna...
Sí, no dudo de que Víctor Hugo era un romántico, porque hizo que pareciera hermosa una Francia paupérrima y arrasada. No porque la idealizara ni porque la describiera mejor de lo que era, sino porque gran parte de sus protagonistas tenían alguna cualidad que los elevaba del fango: o bien una tenacidad de acero, o una naturaleza generosa, o poderosas razones sentimentales, o unos ideales muy fuertes. Casi todos ellos caían en el lodo de todos los miserables del mundo y resurgían o se sacrificaban con el corazón limpio, ayudando a construir una nueva Francia más libre y feliz.