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9
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Romance. Drama
Frederic está felizmente casado y espera su segundo hijo. Da paseos por París y cultiva su imagen de seductor tranquilo. Un día entra en su despacho Chloé, la antigua novia de un amigo suyo que destaca por sus costumbres nada timoratas. Chloé entra y sale continuamente de la oficina y de la vida de Frederic hasta incitar su curiosidad. Frederic encuentra un trabajo para ella y eso es una excusa para visitarla a menudo. Ella decide ... [+]
11 de junio de 2009
11 de junio de 2009
56 de 61 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director francés minimalista, cotidiano y experto en explorar las mentes y las almas de sus sujetos, me ha proporcionado una más que agradable velada con las obsesiones, las dudas y las tentaciones que asaltan a un hombre casado. Los espectadores somos los observadores y los confidentes de sus pensamientos más íntimos, de su devenir diario y de sus secretos.
La desarmante sencillez y la espléndida naturalidad en todos los aspectos (guión, narración, interpretación de los actores, fofografía, puesta en escena, música...) hacen de este drama (porque yo más bien lo definiría como drama, mucho más que como comedia) uno de los mejores de toda la carrera fílmica de Rohmer.
Nos encontramos cara a cara con las reflexiones que cualquiera que esté atravesando por la etapa del protagonista elaboraría en su mente. Un discurso personal desgranado con una lucidez deslumbradora. Su amor por su mujer, en la que cree ver a todas las mujeres. Su callado y vivo interés por todas las que contempla por la calle, con las que comparte un instante de reconocimiento y atracción absoluta en el intervalo en que sus ojos se cruzan para continuar inmediatamente cada uno por su lado.
Es feliz en su matrimonio y con su hija, pero la estabilidad y la seguridad de su situación inyectan en él la sombra de las tentaciones, de la aventura, imagina cruces pasajeros con féminas cuyo aliciente es empaparse de ellas brevemente, sin un mañana. Estar casado con su esposa le ofrece ese mañana tranquilizador, que no necesita en sus roces imaginarios con beldades tan sensuales como desconocidas.
La repentina aparición de una antigua amiga despertará con intensidad esos deseos ocultos, le hará flirtear con los bordes del adulterio...
Un hombre casado, joven y atractivo, que advierte sobre sí la opresión del mediodía simbólico de su vida matrimonial estable, y de esos mediodías melancólicos del burgués trabajador que almuerza en solitario en el mismo café de siempre, mirando por los ventanales a los transeúntes, destellos fugaces de vidas que él no podrá conocer.
Esos mediodías en los que las horas muertas del paréntesis en el trabajo le hacen sentirse extrañamente solo y al miemo tiempo acompañado por la multitud que desfila incesantemente al otro lado del ventanal.
Esos mediodías en los que su anhelo más íntimo es poseer a todas las mujeres del mundo, en los que rozar lo prohibido con Chloé y dejar de representar el papel de marido para ser, simplemente, el hombre que en el fondo es.
La desarmante sencillez y la espléndida naturalidad en todos los aspectos (guión, narración, interpretación de los actores, fofografía, puesta en escena, música...) hacen de este drama (porque yo más bien lo definiría como drama, mucho más que como comedia) uno de los mejores de toda la carrera fílmica de Rohmer.
Nos encontramos cara a cara con las reflexiones que cualquiera que esté atravesando por la etapa del protagonista elaboraría en su mente. Un discurso personal desgranado con una lucidez deslumbradora. Su amor por su mujer, en la que cree ver a todas las mujeres. Su callado y vivo interés por todas las que contempla por la calle, con las que comparte un instante de reconocimiento y atracción absoluta en el intervalo en que sus ojos se cruzan para continuar inmediatamente cada uno por su lado.
Es feliz en su matrimonio y con su hija, pero la estabilidad y la seguridad de su situación inyectan en él la sombra de las tentaciones, de la aventura, imagina cruces pasajeros con féminas cuyo aliciente es empaparse de ellas brevemente, sin un mañana. Estar casado con su esposa le ofrece ese mañana tranquilizador, que no necesita en sus roces imaginarios con beldades tan sensuales como desconocidas.
La repentina aparición de una antigua amiga despertará con intensidad esos deseos ocultos, le hará flirtear con los bordes del adulterio...
Un hombre casado, joven y atractivo, que advierte sobre sí la opresión del mediodía simbólico de su vida matrimonial estable, y de esos mediodías melancólicos del burgués trabajador que almuerza en solitario en el mismo café de siempre, mirando por los ventanales a los transeúntes, destellos fugaces de vidas que él no podrá conocer.
Esos mediodías en los que las horas muertas del paréntesis en el trabajo le hacen sentirse extrañamente solo y al miemo tiempo acompañado por la multitud que desfila incesantemente al otro lado del ventanal.
Esos mediodías en los que su anhelo más íntimo es poseer a todas las mujeres del mundo, en los que rozar lo prohibido con Chloé y dejar de representar el papel de marido para ser, simplemente, el hombre que en el fondo es.