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9

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7.3
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Drama
Desde finales del siglo XIX, se producen emigraciones masivas a los Estados Unidos. A bordo de lujosos trasatlánticos, además de elegantes burgueses, viajan también emigrantes. Danny, el maquinista del Virginia, encuentra a un niño abandonado sobre un piano, lo adopta y le impone el nombre de Novecento ("siglo XX" en italiano). El barco es el hogar del niño, y los pasajeros, sus ventanas al mundo. Tras la muerte de Danny, alguien ... [+]
22 de mayo de 2008
22 de mayo de 2008
11 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace aproximadamente un año, Giuseppe Tornatore, un director de cine italiano que yo hasta entonces no conocía, me hizo un regalo inesperado. Me obsequió con la película de mi vida. Treinta años viendo cine y no fue hasta entonces, hasta aquel 18 de mayo de 2007, que yo descubrí que por fin sabía cuál era la única obra del séptimo arte que estaría dispuesta a llevarme conmigo a la tumba, si me dieran a escoger una sola que me acompañara más allá de este mundo.
Giuseppe Tornatore no sabe que aquel día reinventó exclusivamente para mí el concepto de cine.
No sabe que se ganó el puesto de honor en mi Olimpo particular, ése que destino a todos aquellos que me tocan el corazón a manos llenas.
No sabe que con "Cinema Paradiso" me abrió a mí, a alguien de quien jamás ha oído ni oirá hablar, las puertas de ese paraíso en forma de entrañable patio de butacas de pueblo en el que una pantalla de tela blanca marcaba la diferencia entre la monotonía de los días fuera de la sala, y algo similar al éxtasis en su interior.
Tras filmar su ópera prima, que yo tomé prestada e hice un poco mía, alguna divinidad envidiosa de aquéllas que abundaban en la mitología grecolatina seguramente se tragó la llave del genio para impedirle que la inspiración milagrosa volviese a brotar. Envidiosa de que un simple mortal hubiese tenido las agallas suficientes para desafiar a los mismísimos creadores del cielo y de la tierra, creando a su vez, él solo, una obra inmortal.
Porque Tornatore no volvió a acariciar la cumbre como lo hizo entonces.
Aún así, mi cineasta italiano número uno no me decepciona con esta otra obra suya. Por supuesto, no esperaba nada que pudiese igualar en calidad emocional a "Cinema Paradiso", de modo que la he visto con las expectativas adecuadas.
Tornatore, aunque en una escala menor, de nuevo hace su especial despliegue de sensibilidad y nostalgia.
Los horizontes del mar y los confines de un transatlántico son el hogar de Danny Goodman T. D. Lemon Novecento. Nacido en el buque y criado entre sueños ajenos, los sueños de los pasajeros que ansían pisar nuevas tierras, Novecento no tiene más anhelos propios que transportarse al infinito mientras toca el piano para la concurrencia con manos obsequiadas con un talento innato. Habiendo encontrado su misión, la misión de deleitar con su música sin necesidad de salir jamás del barco, no espera nada más. Mientras todos van y vienen, mientras el "Virginian" no es más que un lugar de paso para la mayoría, Novecento es el único que planta sus raíces en ese lugar que nunca permanece en el mismo sitio, viajando allende los mares como un espectro que haya descendido desde otra dimensión para pasar temporalmente por el mundo corriente, dejando la huella del arte, pero sin unirse al devenir ordinario de quienes buscan un lugar fijo sobre la tierra en el que asentarse.
Giuseppe Tornatore no sabe que aquel día reinventó exclusivamente para mí el concepto de cine.
No sabe que se ganó el puesto de honor en mi Olimpo particular, ése que destino a todos aquellos que me tocan el corazón a manos llenas.
No sabe que con "Cinema Paradiso" me abrió a mí, a alguien de quien jamás ha oído ni oirá hablar, las puertas de ese paraíso en forma de entrañable patio de butacas de pueblo en el que una pantalla de tela blanca marcaba la diferencia entre la monotonía de los días fuera de la sala, y algo similar al éxtasis en su interior.
Tras filmar su ópera prima, que yo tomé prestada e hice un poco mía, alguna divinidad envidiosa de aquéllas que abundaban en la mitología grecolatina seguramente se tragó la llave del genio para impedirle que la inspiración milagrosa volviese a brotar. Envidiosa de que un simple mortal hubiese tenido las agallas suficientes para desafiar a los mismísimos creadores del cielo y de la tierra, creando a su vez, él solo, una obra inmortal.
Porque Tornatore no volvió a acariciar la cumbre como lo hizo entonces.
Aún así, mi cineasta italiano número uno no me decepciona con esta otra obra suya. Por supuesto, no esperaba nada que pudiese igualar en calidad emocional a "Cinema Paradiso", de modo que la he visto con las expectativas adecuadas.
Tornatore, aunque en una escala menor, de nuevo hace su especial despliegue de sensibilidad y nostalgia.
Los horizontes del mar y los confines de un transatlántico son el hogar de Danny Goodman T. D. Lemon Novecento. Nacido en el buque y criado entre sueños ajenos, los sueños de los pasajeros que ansían pisar nuevas tierras, Novecento no tiene más anhelos propios que transportarse al infinito mientras toca el piano para la concurrencia con manos obsequiadas con un talento innato. Habiendo encontrado su misión, la misión de deleitar con su música sin necesidad de salir jamás del barco, no espera nada más. Mientras todos van y vienen, mientras el "Virginian" no es más que un lugar de paso para la mayoría, Novecento es el único que planta sus raíces en ese lugar que nunca permanece en el mismo sitio, viajando allende los mares como un espectro que haya descendido desde otra dimensión para pasar temporalmente por el mundo corriente, dejando la huella del arte, pero sin unirse al devenir ordinario de quienes buscan un lugar fijo sobre la tierra en el que asentarse.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Tan sólo dos hombres le han enseñado los conceptos de amor y amistad, tan sólo dos personas han plantado esas semillas que nos convierten verdaderamente en humanos. Uno es su padre adoptivo, un fogonero del "Virginian", y el otro es su amigo Max, el trompetista de la orquesta del barco. Max contará la historia del pianista del océano, una historia con visos de leyenda, como uno de esos cuentos con personajes fantásticos de quienes muchos han oído hablar pero que nadie ha visto nunca realmente.
Porque Novecento bien podría ser una invención. No figura en ningún registro, nadie podría certificar su existencia. Como si fuese un extraño ángel de paso.
Ennio Morricone como siempre excelso y sublime, cuya banda sonora eleva no poco a esta película bella pero no extraordinaria. Sin tener nada que achacar a la fotografía, ni a las actuaciones de Tim Roth (espléndido) ni de Pruitt Taylor Vince, ni al conmovedor guión, ni a la puesta en escena, ni a ningún apartado técnico en general, sin embargo me quedo con la sensación de que algo falta, de que algunas notas se escaparon del piano, como si faltase alguna tecla.
Pero tampoco tengo gran cosa que objetar, porque Tornatore de nuevo me ha hecho creer que todavía quedan románticos incurables que ostentan la nostalgia por bandera.
Porque Novecento bien podría ser una invención. No figura en ningún registro, nadie podría certificar su existencia. Como si fuese un extraño ángel de paso.
Ennio Morricone como siempre excelso y sublime, cuya banda sonora eleva no poco a esta película bella pero no extraordinaria. Sin tener nada que achacar a la fotografía, ni a las actuaciones de Tim Roth (espléndido) ni de Pruitt Taylor Vince, ni al conmovedor guión, ni a la puesta en escena, ni a ningún apartado técnico en general, sin embargo me quedo con la sensación de que algo falta, de que algunas notas se escaparon del piano, como si faltase alguna tecla.
Pero tampoco tengo gran cosa que objetar, porque Tornatore de nuevo me ha hecho creer que todavía quedan románticos incurables que ostentan la nostalgia por bandera.