Iron Man había sido un héroe importante pero no tan afamado como otos dentro del universo Marvel. Eso comenzó a cambiar drásticamente cuando un actor carismático como Robert Downey Junior se encargó de convertirse en su intérprete en la gran pantalla. En su correspondiente proporción, el bueno de Scott Lang se haya en las buenas manos de un simpático Paul Rudd, muy cómodo en la franquicia, hasta el punto de que el protagonista ha participado en el guión de la aventura.

Llegada después de la épica guerra contra Thanos, daba la sensación de que en el estudio (donde se estudia todo al milímetro, en ocasiones hasta límites excesivos) se quería un agradable pasatiempo de verano. Gracias a Rudd y Evngeline Lilly, se logra una atmósfera de comodidad que se enriquece con la tercera pieza en discordia, un Michael Douglas muy logrado y divertido como Hank Pym.

A pesar de ser secuela, repiten los principales secundarios de la anterior ocasión (especial mención a Michael Peña), además de saber incorporarse a pesos pesados para el casting. La llegada de Laurence Fishburne aporta consistencia a Bill Foster, brindando algún momento con mucha química con Douglas.

Aunque terminamos mareados de tanto subatomismo en cada frase, la trama se lleva bien y explora nuevos escenarios, con la promesa de la búsqueda de la desaparecida esposa del doctor Pym (personificada nada menos que en Mihelle Pfeiffer, otro desembarco de calidad para el proyecto).

Con dosis adecuada de ciencia-ficción y humor, estamos ante una segunda parte nada prescindible a la que solamente sobra la losa del recuerdo por parte de los fans acerca de que anhelan la vuelta de Thanos...