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Drama. Comedia
Roberto (José Mota) es un publicista en paro que alcanzó el éxito cuando se le ocurrió un famoso eslogan: "Coca-Cola, la chispa de la vida". Ahora es un hombre desesperado que, intentando recordar los días felices, regresa al hotel donde pasó la luna de miel con su mujer (Salma Hayek). Sin embargo, en lugar del hotel, lo que encuentra es un museo levantado en torno al teatro romano de la ciudad. Mientras pasea por las ruinas, sufre un ... [+]
19 de enero de 2012
19 de enero de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Álex de la Iglesia también tiene que estar harto. Hastiado de la baja moral imperante, de la inoperancia de gobierno y oposición, de que a nivel mundial, los que han metido al mundo en una crisis sigan siendo los únicos que se libran, de ver a gente con carpetas llenas de folios con su nombre y fotografías, entrando en grandes edificios sin alma donde las sonrisas cotizan a la baja.
Una buena idea cae en sus manos y la adapta, le da su toque mágico y trae un espéctaculo esperpéntico, el teatro de Cartagena, resonancias romanas, el espectáculo de gladiadores conoce la tele-basura. Asimismo, una apuesta arriesgada, José Mota y Salma Hayek, ¿funcionaría ese cóctel? Misteriosamente, aunque me encanta Mota en su vertiente de showman, me he quedado más con el personaje de Salma, la mexicana se saca uno de sus mejores trabajos, contenida, firme; Mota está bien, correcto, pero me falta algo, no sé si ha sido un reto excesivo para su primer papel serio. O puede ser simple subjetivismo mío.
Tiene la atmósfera insana de otros filmes de este genial cineasta de personalidad arrolladora, pero me sorprende encontrar errores impropios de su pluma. ¿Cuál es la distancia entre Madrid y Cartagena? Tanto la esposa como los hijos del protagonista llegan excesivamente pronto al lugar de los hechos, aunque en el teatro vivamos algunos diálogos memorables.
A nivel de actuaciones de secundarios, quizás cometa una herejía, pero casi fastidia que un actor de la talla y calidad de Juan Luis Galiardo sea tan histriónico, con lo que sabe y maneja la escena, su personaje de político inepto y trepa es divertido, pero no te lo llegas a creer. Creo que Álex no le ha controlado en sus excesos, hubiera redundado mejor en el trabajo de éste, por otra parte, puntal de la escena española. Todo lo contrario para Blanca Portillo, serena, controlando sus momentos y bailando con un personaje muy poco atractivo y a la que ella da chispa (valga el contexto).
En cuanto a otros, las escenas que deberían ser casi mefistofélicas del personaje de "Johny", no me cuadran con el divertido Fernando Tejero, hubiera hecho un cambio, vemo más a Antonio de la Torre como el personaje que iría y a Tejero quedándose entre bastiadores. Asimismo, el personaje de Puigcorbé (gran actor también) es otro personaje estereotipado, me ha sorprendido ver que las críticas negativas estaban atinadas en el hecho de que los buenos son muy buenos y los malos, muy malos. Eso es casi inconcebible en una obra de Álex, siempre tan barrocas, tan monstruosamente geniales y complejas.
Me quedo con la puesta en escena, la buena intención de la idea y el magnífico reparto que hay alrededor (no solamente el omnipresente Santiago Segura, sino esos espléndidos guardias del museo), el deseo de gritar cosas con voz clara y alta...
Una buena idea cae en sus manos y la adapta, le da su toque mágico y trae un espéctaculo esperpéntico, el teatro de Cartagena, resonancias romanas, el espectáculo de gladiadores conoce la tele-basura. Asimismo, una apuesta arriesgada, José Mota y Salma Hayek, ¿funcionaría ese cóctel? Misteriosamente, aunque me encanta Mota en su vertiente de showman, me he quedado más con el personaje de Salma, la mexicana se saca uno de sus mejores trabajos, contenida, firme; Mota está bien, correcto, pero me falta algo, no sé si ha sido un reto excesivo para su primer papel serio. O puede ser simple subjetivismo mío.
Tiene la atmósfera insana de otros filmes de este genial cineasta de personalidad arrolladora, pero me sorprende encontrar errores impropios de su pluma. ¿Cuál es la distancia entre Madrid y Cartagena? Tanto la esposa como los hijos del protagonista llegan excesivamente pronto al lugar de los hechos, aunque en el teatro vivamos algunos diálogos memorables.
A nivel de actuaciones de secundarios, quizás cometa una herejía, pero casi fastidia que un actor de la talla y calidad de Juan Luis Galiardo sea tan histriónico, con lo que sabe y maneja la escena, su personaje de político inepto y trepa es divertido, pero no te lo llegas a creer. Creo que Álex no le ha controlado en sus excesos, hubiera redundado mejor en el trabajo de éste, por otra parte, puntal de la escena española. Todo lo contrario para Blanca Portillo, serena, controlando sus momentos y bailando con un personaje muy poco atractivo y a la que ella da chispa (valga el contexto).
En cuanto a otros, las escenas que deberían ser casi mefistofélicas del personaje de "Johny", no me cuadran con el divertido Fernando Tejero, hubiera hecho un cambio, vemo más a Antonio de la Torre como el personaje que iría y a Tejero quedándose entre bastiadores. Asimismo, el personaje de Puigcorbé (gran actor también) es otro personaje estereotipado, me ha sorprendido ver que las críticas negativas estaban atinadas en el hecho de que los buenos son muy buenos y los malos, muy malos. Eso es casi inconcebible en una obra de Álex, siempre tan barrocas, tan monstruosamente geniales y complejas.
Me quedo con la puesta en escena, la buena intención de la idea y el magnífico reparto que hay alrededor (no solamente el omnipresente Santiago Segura, sino esos espléndidos guardias del museo), el deseo de gritar cosas con voz clara y alta...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Pero creo que a Álex le ha faltado ese daimon, tal vez cansado aún de su etapa en la Academia y luchas en diferentes riñas, ha habido más panfleto que cine, más técnica que dejarse llevar por la situación del partido.
No es decepción, porque este señor volverá a hacer grandes películas, como siempre, pero aquí podía haber clavado un poco más el réquiem por esta jodida crisis, y se queda en un grito indignado.
El problema es que a Álex de la Iglesia hay que exigirle como a Álex de la Iglesia. Y en esta ocasión, bajo mi humilde opinión, no pasa el listón más complicado, el suyo.
No es decepción, porque este señor volverá a hacer grandes películas, como siempre, pero aquí podía haber clavado un poco más el réquiem por esta jodida crisis, y se queda en un grito indignado.
El problema es que a Álex de la Iglesia hay que exigirle como a Álex de la Iglesia. Y en esta ocasión, bajo mi humilde opinión, no pasa el listón más complicado, el suyo.