Creo que todo el mundo que haya visto esta película, convendrá conmigo en que posiblemente nos encontremos ante una de las historias más tremendas que se han puesto en pantalla.

Se trata de algo tan retorcido y dramático, que sería muy fácil caer en un film folletinesco, maniqueo, o directamente manipulador con el espectador y con sus personajes. Pero no, todo lo que aquí se cuenta está perfectamente hilvanado y despierta verdad por todos sus poros.

El film es una historia de nuestros días, y los odios irracionales que en determinados lugares del mundo provocan las ideologías, las guerras, la cultura, o la raza. En este caso, la historia deambula por los límites más perversos y extremos de lo que puede ocurrir en determinadas situaciones.

Todo empieza en la civilizada Canadá, con la civilizada lectura de un testamento, y desde ahí vemos como existe una distancia familiar, un vacío, que uno de los herederos quiere investigar buscando algo de luz en la historia de su familia. Esto que empieza como un thriller, acaba enseñándonos una doble historia, la de la búsqueda, y la de los buscados, muchos de cuyos detalles, no serán conocidos por los buscadores. También es la historia de un país en conflicto, pero sobre todo de la tremenda peripecia de una madre, y todo lo que tuvo que pasar, la carga con la que tuvo que acarrear toda su vida, y el descubrimiento de su único gran deseo a lo largo de los años.

Todo esto está perfectamente hilvanado por una dirección sobria, que no se detiene ni en la violencia, ni en lo escabroso, y que permite que la fuerza de la historia sea la que realmente impacte al espectador, que ve como uno detrás de otro los hechos se van encadenando de forma perfecta para acabar, en perfecta sintonía con el oficio de una de las protagonistas, en una simple operación matemática 1+1=?.

Obra inconmensurable, que en mi caso me dejó tocado durante horas, y que aún hoy sigo evocando en muchos de sus pasajes.