He llegado a la conclusión de que las historias de Robert Bolt me aburren. Responsable de guiones como Lawrence de Arabia, Doctor Zhivago, Un hombre para la eternidad y La hija de Ryan, de las cuales solo la primera me gustó, escribe esta historia que se acerca más al tedio que la fascinación. Tampoco la dirección de Roland Joffé ayuda demasiado a tapar el vacío de una película tan pretenciosa como interminable.

En cambio, los personajes, que aparentemente son su mejor baza, son esbozados con cuatro trazos y algunos pomposos diálogos, que no pueden hacer nada para impedir que resulten meros estereotipos. Robert De Niro, Jeremy Irons y Liam Neeson interpretan a esos personajes, con unas correctas actuaciones que van más allá de la mínima expresión.

Una cinta sobrevalorada, que cuenta con una maravillosa fotografía en color de Chris Menges, en la que podemos ver preciosistas imágenes de magníficos paisajes naturales, y que ha sido engrandecida por su maravillosa e inolvidable banda sonora, compuesta por el gran maestro Ennio Morricone.