Última película del actor Heath Ledger, que murió durante el rodaje y que fue sustituido por tres actores: Jude Law, Johnny Depp y Colin Farrell. El film está dirigido por el casi siempre tedioso Terry Gilliam, aspirante a un acuerdo imposible entre la comercialidad y el delirio, quizá sólo fructífero en su ya lejana 12 monos (1995). Gilliam narra con torpeza o, probablemente, con indiferencia una historia que parece importar más bien poco, lo que importa es cómo no os lo está contando. La película tarda mucho en arrancar, y cuando lo hace, tiene escenas bastante largas que no son necesarias o que se podrían resumir en menos tiempo. Y es que «de verdad lo digo», existen momentos en los que el realizador se va por los cerros de Úbeda y en los que es necesario recordarle que vaya directo al grano. Pero lo realmente asombroso es que esto no sirve de lastre para el film, pues un desarrollo tan deslavazado es lo que mejor encaja.

Pero si hay algo bueno en El imaginario del Doctor Parnassus es su derroche de imaginería y delirio visual «no hay que negarle que tiene una asombrosa factura técnica» y donde, como siempre, los excesos visuales «en este caso, más que nunca» propios del realizador son capaces de provocar en el público una sensación de sobrecarga, además le acompañan de una dirección artística y un vestuario exquisitamente envidiables. A parte de eso, la película no tiene la habilidad de aportar al espectador otro disfrute que no sea el estético.

El imaginario del Doctor Parnassus es un film, que aunque parezca increíble, resulta entretenido y agradable de ver a pesar de que su interior importa menos que su carcasa desmedidamente adornada.