Persecución, tristeza e intriga interminables, y en ello, la actuación insuperable de Émilie Dequenne. Un único período de felicidad, de satisfacción, breve, cuando atiende el negocio de waffles y cerveza. Es una película de intriga: ¿qué es lo que sucede? ¿qué espía? ¿porqué lo hace? Corre de un lado para otro o lucha con alguien cuerpo a cuerpo y uno se pregunta quién está más loca: ella o su madre borracha. El rostro de Rosetta transmite el patetismo de su situación, su diligencia para trabajar la muestra perfectamente humana y querible. ¿Es posible sobrevivir en estas condiciones? Rosetta atrapa nuestro corazón, aunque tantas carreras y persecuciones de la cámara y reiteraciones de escenas disminuyen por momentos el valor del relato por acciones no explicadas pero contundentes, donde la precipitación es la historia de la desesperación y la soledad. Una de las pocas veces que habla, Rosetta lo hace consigo misma, antes de dormir, como en una oración para no aflojar:
"Tu nombre es Rosetta. Mi nombre es Rosetta, Encontraste un trabajo. Encontré un trabajo. Encontraste un amigo. Encontré un amigo. Tienes una vida normal. Tengo una vida normal. No estás estancada. No estoy estancada. Buenas noches. Buenas noches."