O la odias o la amas, con esta cinta no hay termino medio.
Yo la amo porque tiene Magia con mayúsculas y por partida doble. Tiene la indefinible magia del cine que te hace soñar con aventuras extraordinarias y tiene la magia del mundo de ayer, un mundo que se terminó con la Primera Guerra Mundial.
Esta peli le hubiese encantado a Stephan Zweig.

Pero dejemos a un lado las cosas tristes, en esta película la aventura clásica y el "kitch" se unen en un baile brillante: ¡esos uniformes de color malva, esos decorados recargados, ese baile de palacio, esos mostachos del director de orquesta, esos diálogos azucarados al máximo!

Stewart Granger y Deborah Kerr, despliegan todo su carisma y elegancia, ¡menuda química tuvo esta pareja en varias cintas!, pero el que se lleva el gato al agua es el imparable villano que compone James Mason.

Irónicamente, el final es uno de los más antimonárquicos de la historia del cine.