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Voto de Jose_Lopez_5:
5
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6.4
36,114
16 de junio de 2024
16 de junio de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tengo un problema con "John Wick" (2014): no debería gustarme. Pero lo hace. Y no sé cómo arreglarlo. Aunque, por otro lado, ¿por qué debería?
El cine basado en matar gente sin ton ni son siempre me ha parecido interesante cuando eres crío o, si acaso, adolescente. Son épocas dominadas por las emociones, la sinrazón y un autocontrol más bien escaso. Con las neuronas a medio cocer, ver gente pegando tiros de mentira parece genial, ya sean vaqueros contra indios, soldados contra extraterrestres, policías contra ladrones, o lo que quiera que se le ocurra. La violencia falsa mola, como atestiguan las incontables pistolas de juguete vendidas durante décadas o la pasión por el "wrestling".
Sin embargo, es al crecer y tener algo de seso cuando se imponen criterios más exigentes. Matar por matar pierde interés, incluso aburre, por lo que empezamos a exigir más a esas historias de plomo y sangre que nos están contando. O, al menos, algunos lo hacemos. Que, visto lo visto, hay quienes ven frenada su madurez a los 14 años y ahí se quedan hasta los restos. Por ello, películas como "Commando" (1985) o "Rambo III" (1988) me parecen absurdeces. Casi diría que comedias involuntarias, tan exageradas son las razones, las muertes y su número. Distinto es que sean icónicas por sus protagonistas y por la época en que aparecieron.
No obstante, "John Wick" me agradó, aun cuando no debiera porque, básicamente, da lo que critico: muertes a granel sin sostén que lo justifique. Porque, que venga Dios y me diga si las razones de unos y otros para montar una guerra por la ciudad están justificadas. Más bien es una loa a nuestro lado más irracional y sanguinario, en donde cualquier idiotez detona en una explosión de violencia sin control, como una de esas reacciones en cadena que solo se detienen cuando se agota el combustible nuclear.
Por ello, me atrevo a barruntar que el atractivo reside en las formas empleadas para matar, combinadas con una música interesante que apela al lado más irracional, y una iluminación que, en ocasiones, es incluso bonita. Un placer análogo a jugar a un "first person shooter" que, aunque repetitivo, te engancha con su ritmo frenético y la necesidad de una atención continua. Porque en "John Wick" no se da matarile al personal de forma simplona, sino que todo está enmarcado en una coreografía rítmica, intensa, y llamativa. Como esos fuegos artificiales cuyas palmeras de colores contemplas arrebatado.
No voy a decir que "John Wick" sea buen cine, pero sí me parece un trabajo experimental correcto que sabe jugar con la adicción de muchas personas. Conoce los elementos que despiertan el interés y juega con ellos a su favor. Es, por tanto, una película interesante, no porque tenga una historia absurda, un actor inexpresivo y unos diálogos ridículos, sino a pesar de ellos. De todas formas tampoco descarte que yo no tenga ni idea, y que esto no pase de un ejercicio de hipocresía.
En resumen, un ¿placer culpable? saturado de violencia. Quién sabe, lo mismo Wick refleja el hastío que muchos tenemos ante tanto membrillo, amén de la misantropía creciente que este mundo alimenta. Porque el hartazgo es mayúsculo. Y no, el perro nunca me importó.
El cine basado en matar gente sin ton ni son siempre me ha parecido interesante cuando eres crío o, si acaso, adolescente. Son épocas dominadas por las emociones, la sinrazón y un autocontrol más bien escaso. Con las neuronas a medio cocer, ver gente pegando tiros de mentira parece genial, ya sean vaqueros contra indios, soldados contra extraterrestres, policías contra ladrones, o lo que quiera que se le ocurra. La violencia falsa mola, como atestiguan las incontables pistolas de juguete vendidas durante décadas o la pasión por el "wrestling".
Sin embargo, es al crecer y tener algo de seso cuando se imponen criterios más exigentes. Matar por matar pierde interés, incluso aburre, por lo que empezamos a exigir más a esas historias de plomo y sangre que nos están contando. O, al menos, algunos lo hacemos. Que, visto lo visto, hay quienes ven frenada su madurez a los 14 años y ahí se quedan hasta los restos. Por ello, películas como "Commando" (1985) o "Rambo III" (1988) me parecen absurdeces. Casi diría que comedias involuntarias, tan exageradas son las razones, las muertes y su número. Distinto es que sean icónicas por sus protagonistas y por la época en que aparecieron.
No obstante, "John Wick" me agradó, aun cuando no debiera porque, básicamente, da lo que critico: muertes a granel sin sostén que lo justifique. Porque, que venga Dios y me diga si las razones de unos y otros para montar una guerra por la ciudad están justificadas. Más bien es una loa a nuestro lado más irracional y sanguinario, en donde cualquier idiotez detona en una explosión de violencia sin control, como una de esas reacciones en cadena que solo se detienen cuando se agota el combustible nuclear.
Por ello, me atrevo a barruntar que el atractivo reside en las formas empleadas para matar, combinadas con una música interesante que apela al lado más irracional, y una iluminación que, en ocasiones, es incluso bonita. Un placer análogo a jugar a un "first person shooter" que, aunque repetitivo, te engancha con su ritmo frenético y la necesidad de una atención continua. Porque en "John Wick" no se da matarile al personal de forma simplona, sino que todo está enmarcado en una coreografía rítmica, intensa, y llamativa. Como esos fuegos artificiales cuyas palmeras de colores contemplas arrebatado.
No voy a decir que "John Wick" sea buen cine, pero sí me parece un trabajo experimental correcto que sabe jugar con la adicción de muchas personas. Conoce los elementos que despiertan el interés y juega con ellos a su favor. Es, por tanto, una película interesante, no porque tenga una historia absurda, un actor inexpresivo y unos diálogos ridículos, sino a pesar de ellos. De todas formas tampoco descarte que yo no tenga ni idea, y que esto no pase de un ejercicio de hipocresía.
En resumen, un ¿placer culpable? saturado de violencia. Quién sabe, lo mismo Wick refleja el hastío que muchos tenemos ante tanto membrillo, amén de la misantropía creciente que este mundo alimenta. Porque el hartazgo es mayúsculo. Y no, el perro nunca me importó.