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Voto de Jose_Lopez_5:
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Ciencia ficción. Fantástico. Acción La ciudad de Gotham está amenazada por un hombre que intenta vengarse de la Humanidad; su rostro está desfigurado por el ácido y se hace llamar El Caras. Por otra parte, un psicópata con intención de dominar el mundo ha inventado un estrafalario aparato que permite absorber las ondas cerebrales de los seres humanos. Ambos se unirán para lograr sus propósitos. (FILMAFFINITY)
17 de agosto de 2021 0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1995 Joel Schumacher, en sustitución de Tim Burton, ocupó la silla del director en la saga de Batman. Lo hizo esa vez, y lo volvería a hacer en el 97, siendo el culpable de dos entregas del justiciero nocturno que, no solo aminoraron la calidad de la franquicia, sino que dejaron una huella indeleble en el recuerdo.

A Schumacher, que contaba con algunas referencias potables en su currículo, no le dolieron prendas para darle una vuelta de hoja al personaje de Bob Kane, cribándolo con un tamiz tan personal como distinto del de Burton. Uno en donde el héroe enmascarado compartía andanzas con Robin; en donde la sexualidad ya no era un tabú; y en donde Gotham era ahora una urbe de colores, de neones y de personajes sobreactuados y circenses.

Así, "Batman forever" se nos presentó de la mano de un Val Kilmer empaladísimo por el ojete; un actor cuya inexpresividad superaría cualquier prueba del algodón (véase spoiler 1). Kilmer, con su cara de hormigón, se encargó del caballero oscuro, mientras Chris O'Donnell asumió el rol de su escudero. Aunque a Kilmer la aventura solo le duró una película, O'Donnell repetiría dos años después, afianzando entre el público la imagen de cretino falto de una hostia con la mano abierta. ¿Recuerda el famoso meme? Podría haber nacido con estas dos cintas sin problema.

Junto a ellos, una Nicole Kidman preciosa dando vida a una chorva tan húmeda que manchaba al sentarse. Eran aún tiempos felices con su churri, el Tom Cruise, y todavía no se había descontrolado con el bótox y la cirugía estética (véase spoiler 2). No obstante, tanta belleza no sirvió frente a su frialdad y escasa expresividad. Esto ya olía a órdenes del director, seguro.

Ahora bien, no puede haber un héroe sin malandrines que le hagan la puñeta, y aquí se recurrió a una pareja bien conocida: Enigma y Dos Caras. El primero en manos de Jim Carrey, muy en boga gracias a "La máscara" (1994), "Ace Ventura, detective de mascotas" (1994) y "Dos tontos muy tontos" (1994). Todos papeles plagados de muecas imposibles. A Jim se le entregó el rol de un chiflado en el convencimiento de que locura y payasadas eran sinónimos. Carrey demostró lo erróneo de esa idea con un Enigma desbocado, casi encabritado, diría yo. Dos Caras, el otro sonado en esta historia, recayó en Tommy Lee Jones. Actor curtido y con mejores tablas que el antivacunas de Carrey, pero quien aquí confundió inestabilidad mental con estridencia mientras paseaba una prótesis cantosa.

Ambos, Jim y Tommy, se convirtieron en unos enemigos insostenibles, insufribles, cargantes. Dos tipos que, cada vez que entraban en escena, tornaban el metraje denso y lento, pues su histrionismo, sus largos discursos y sus sobreactuaciones cansaban. Cualquiera diría que Schumacher buscaba compensar la parálisis facial del Kilmer y la Kidman con los excesos de estos dos. Estabilidad frente a desmadre emocional; orden frente a caos. Ya, y dos huevos duros, hombre.

Semejante mezcla tan extraña forzó a la película a mirarse en los comics, a los cuales reía las gracias con poco (o ningún) filtro. Un universo, el de las viñetas, en donde los personajes eran excesivos sin que a ningún lector le escamase. Schumacher no pareció entender que medios diferentes siguen reglas distintas, y que una adaptación es siempre necesaria. Aquí quiso hacer del cómic película. Una pobre y cansina.

No obstante, todo esto sería un tentempié comparado con lo que acontecería dos años después. Porque si Kidman chorreaba fluidos, Uma Thurman ya prácticamente se frotaba la entrepierna con las columnas, mientras Schwarzenegger demostró por qué ya no le soplaban vientos favorables. Porque si "Batman forever" fue pobre, "Batman y Robin" (1997) fue el despiporre. Una entrega en la que todo se intensificó hasta orillar la parodia.

En resumen, he aquí los polvos de los que vinieron los lodos del 97. Schumacher avisó. Lo curioso es que esta película fue presciente sin proponérselo (véase spoiler 3).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
1º) No caígamos con facilidad en la desmemoria. Su predecesor, Michael Keaton, tampoco era una persona sobrada de expresividad. De hecho, a mi entender no hubo un Batman cinematográfico al que se le movieran algunos músculos de la cara hasta George Clooney y, después, a Christian Bale. Y siempre los justos. Aceptamos que Batman es un personaje adamantino pero, coño, es que a Wayne se lo perfila igual de palo. Keaton, y sobre todo Kilmer, parecían estar aguantándose un pedo continuamente. Si hasta Alfred, el mayordomo interpretado por Michael Gough, una mojama andante, transmitía más al hablar que aquellos dos.

2º) Ojo, que Kidman ya le metía al bisturí. Esa nariz y esos pómulos tan pronunciados que lució en esta cinta poco se asemejaban a los que tenía en los ochenta, con aquella carita plana de joven inocente.

3º) El objetivo de Enigma es meterse en la mente de las personas para saberlo todo sobre ellas, amén de incrementar su propio cociente intelectual a costa del de los demás. Así, terminaría conociendo sus gustos, sus pasiones, sus secretos, sus datos financieros, etc. Pero, ¿acaso no es eso lo que ya han logrado Google y Facebook, por citar dos casos?

El primero con su buscador y sus servicios online (Gmail, Drive, etc.) y el segundo con sus redes sociales y mensajería, ambos ya conocen a las personas mejor que ellas mismas. Sus perfiles personales son tan detallados, que saben el aspecto, los gustos pornográficos, las amistades, los hábitos, los chistes y las preocupaciones de todos. Además de que usan todos esos datos para entrenar modelos predictivos mediante inteligencia artificial. Son solo dos ejemplos, pero la lista es interminable.

Gracias al marcaje (hola cookies, apps y tarjetas de fidelización) y a la ciencia de datos (hola aprendizaje automático), a los usuarios se los rastrea y clasifica con facilidad en cualquier sitio, hasta el punto de que el sueño de Enigma es una realidad tecnológica desde hace años. Y todo ello sin disparar un rayo verde a los cerebros, aunque lo de atontar al personal sigue siendo una buena herramienta, caso de la redes sociales.

Schumacher y sus guionistas no lo sabían, pero estaban prediciendo el futuro de la humanidad. Lo triste es que aquí no hay ningún Bruce Wayne que venga a salvarnos.
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