El rey de la parodia Ben Stiller firma una comedia con menos mala leche de lo que suele ser habitual en él, pero con una notable falta de sentido del ridículo mucho mayor que en otras ocasiones. Esta vez es el mundo de la moda y, más concretamente, el de los modelos, el objetivo de las burlas.

El filme cuenta la historia de Derek Zoolander (Ben Stiller), un conocido modelo que lleva en la cresta de la ola 3 años consecutivos, hasta que es derrotado inesperadamente por otro modelo, Hansel (Owen Wilson, desternillante). Humillado, decide abandonar hasta que un famoso y estrafalario diseñador, Jacobim Mugatu (Will Ferrell), le propone trabajar para él, siendo esto una tapadera para utilizarlo en un diabólico plan.

La crítica principal de Stiller trata de la superficialidad de los modelos, sus pocas luces y sus comidas microbióticas. Stiller cuenta para ello con un montón de cameos de estrellas y con sus propios caretos y habilidad para el disfraz, pero su sentido del ridículo es nulo y su personaje cae demasiadas veces en lo absurdo sobre todo hacia la mitad, tantas que ya no llega a hacer tanta gracia como al principio. El que sí está acertado es Owen Wilson, cuyas apariciones iniciales suponen un sin parar de carcajadas.

La historia es realmente patética, pero Stiller sabe mantener el pulso de la narración al menos hasta mediados de la cinta. A partir de ahí, la caída es estrepitosa y las carcajadas se transforman en alguna sonrisa estúpida que otra.

Sólo para pasar el rato.