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España España · Somewhere Far Beyond
Voto de Richy:
7
Fantástico. Aventuras. Acción Después de haber recuperado el reino del Dragón Smaug en la montaña, la Compañía ha desencadenado, sin querer, una potencia maligna. Un Smaug enfurecido vuela hacia la Ciudad del Lago para acabar con cualquier resto de vida. Obsesionado con las enormes riquezas en su poder, el rey enano Thorin se vuelve codicioso, mientras Bilbo intenta hacerle entrar en razón haciendo algo desesperado y peligroso. Pero hay aún mayores peligros por ... [+]
26 de diciembre de 2014
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La segunda (y, por ahora, última) trilogía ambientada en la Tierra Media se cierra con esta última entrega de “El Hobbit”, en la que Peter Jackson no parece dar mucho más de sí y ofrece pocas novedades y sorpresas respecto a lo que el público se espera.

El cuerpo del filme se centra principalmente en la macro-batalla que enfrenta a orcos, elfos, enanos y hombres bajo las faldas de Erebor, la Montaña Solitaria, donde residía el dragón Smaug y el tesoro de los enanos. Ya para empezar y para dejar sitio ante monumental escaramuza, se ventilan a Smaug antes de que el metraje llegue a los diez minutos, lo cual no es nada sorprendente. El pobre Bilbo Bolsón (Martin Freeman), cada vez con menos protagonismo, se las ve y se las desea para evitar un conflicto que resulta inevitable, pero fracasa para goce y disfrute de los amantes de las batallas épicas y para que el título de la película no sea sólo mera retórica.

Por tanto, esta última entrega de “El Hobbit” es una gran batalla en la que se desarrollan hilos secundarios a su alrededor, como la constatación por Gandalf (Ian McKellen) de la Sombra que crece en el antiguo reino de Angmar, y la paulatina caída de Thorin (Richard Armitage) a la codicia que el gran tesoro poseyó a Smaug, sólo comparable con la adicción que provoca el Anillo Único en todo aquel que lo atesora. En este sentido, “La batalla de los cinco ejércitos” es la más oscura de la trilogía, ya que se constata de forma más o menos notoria una de las máximas en la obra de Tolkien: la corrupción del alma en la avaricia y el poder. Con este ejemplo podríamos decir que Jackson sigue siendo tan rematadamente fiel a la obra original, pero ya dejó de serlo en “La desolación de Smaug” (2013) y, con este final de trilogía, ha perdido totalmente el norte: inclusión de personajes infames que no aportan nada (ese ridículo consejero de la Ciudad del Lago al que se da excesivo protagonismo), romances estúpidos e imposibles que sólo consiguen irritar al espectador (el enano y la elfa), o el evidente alargamiento de las escenas CGI que colman prácticamente todo el filme, resultando una película más plana y menos épica.

A pesar de su variedad de fallos, sigue habiendo escenas y momentos que hacen del filme un buen cierre de trilogía. La escaramuza de los magos y los altos elfos contra las sombras de los reyes en Angmar es sencillamente brillante, y de mayor calado épico que la inmensa batalla digital. Otro de los grandes momentos, de gran componente nostálgico, se desarrolla precisamente en el epílogo, enlazando con la historia de “El señor de los anillos”.

A nadie le debe sorprender la evolución que ha seguido Peter Jackson con esta trilogía. Adaptar una obra tan poco extensa como “El Hobbit” a una trilogía cinematográfica de casi 8 horas de duración en total supone alargar demasiado el chicle, inventarse muchas cosas que al final acaban degradando la historia y, lo que es peor, su aura legendaria.

Después de todo, me costaría mucho valorarla con menor puntuación que “La desolación de Smaug”, pues ambas son buenas películas y ambas tienen prácticamente los mismos defectos. Valga como un adiós, un viaje a los Puertos Grises para abandonar una Tierra Media a la que ya, muy probablemente, nunca volveremos.
Richy
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