Fue un título prestigioso dentro del cine de izquierdas europeo de su época y un éxito personal para Volonté, pero hoy se muestra como un film caduco y de escasa pegada, al que perjudica la falta de coordinación entre lo que se quiere contar y el cómo se cuenta, y esto es así desde el momento que el guión de Petri y el productor Pirro se aleja de la narración pegada al realismo y juega con elementos distorsionadores -opción bien legítima- de la misma, pero mediante una escritura muy poco convincente.
Estos elementos distorsionadores -análisis psicológico, el humor absurdo- indican la dirección última que buscaría el film: mostrar como el trabajo en cadena y la maquinización y el cronómetro provocan un deterioro en las relaciones humanas a todos los niveles, así como un trastorno en el caracter y en la personalidad. Volonté, en su personaje de primero esquirol enloquecido que pasa a ser sindicalista convencido que acaba solo y echado de la fábrica, luego readmitido pero ya irreparablemente lunático, casi muerto y cúal niño inocente, carne del paraíso celestial, resulta ser el símbolo ecuánime de todo el mensaje del film. Pero dado que ni el mensaje ni la forma cuadran, aún cuando se compartan sus ideas, resulta muy limitado su alcance.