¿Qué hacemos con Maisie?

A lo mejor usted también tuvo seis años. Y esa mirada inocente que todo lo interioriza aunque no entienda nada. Pero a esa edad se saben cosas más importantes. Cosas que quizá luego se olvidan. Se aprende a valorar que haya alguien que te ayude a dibujar un castillo, o que quiera llevarte en barco, o que te acompañe a comprar una tortuga. Que esté ahí en los momentos importantes, que en la niñez son casi todos. Y el peso de compartir la misma sangre no siempre servirá para estrechar los lazos. Porque un niño de seis años sabe quién va a permanecer a su lado cuando lo necesite. Actúa en consecuencia y, por eso, resulta un juez implacable. Porque es posible que al final supiera más de lo que aparentaba. Déjenme presentarles a Maisie.
Maisie es una pequeña con una mirada limpia y una dulzura arrebatadora. Vive feliz con sus padres en Nueva York hasta que el matrimonio comienza a resquebrajarse. Su madre, Susanna, es una cantante de rock inmadura y celosa de que alguien reciba el amor de su hija, cuando ella es incapaz de ganárselo. Su padre, Beale, es un marchante de arte centrado en su trabajo y dispuesto a encontrar cualquier excusa para salir de casa. Ambos se pelearán por la custodia de Maisie, a pesar de que ninguno tiene intención de cambiar su modo de vida para adaptarse a las necesidades de la niña. Se casarán con nuevas parejas solo para conseguir que Maisie esté cuidada, pero esas personas que al principio son extrañas serán las que darán a la pequeña el cariño que reclamaba.
Nancy Doyne y Carroll Catwright adaptan en el guión de '¿Qué hacemos con Maisie?', una novela que Henry James publicó en 1897. Se trata del quinto largometraje para la pareja de directores Scott McGehee y David Siegel, que aciertan en mantener en todo momento la visión que el libro del escritor norteamericano fijaba en la niña. A través de su mirada infantil e inocente se evidenciarán las carencias emotivas de sus progenitores y las buenas intenciones de sus nuevos padres. Gracias a este modo narrativo y a la sinceridad que desprende el personaje de Maisie, el espectador sufrirá en sus propias carnes los agravios y el menosprecio que padece la pequeña, que será empleada por sus padres como arma arrojadiza sin contar nunca con sus sentimientos, solo porque creen que no es capaz de entender lo que está pasando en realidad.
Julianne Moore y Steve Coogan son los principales nombres que destacan entre el reparto, pero el protagonismo de la película recae sin remedio en Onata Aprile, una niña de una candidez extrema que logra el objetivo que buscaban los directores: ser el vehículo de la historia. Si en 'Kramer contra Kramer', Dustin Hoffman nos trasladaba la dificultad de criar solo a un hijo, en este filme la cámara se centra siempre en Maisie para que todos los que la rodean se vean a través de sus ojos, y sus acciones se juzguen así como deplorables o correctas por la mirada inocente de un niño. Gran trabajo también el de Alexander Skarsgård y Joanna Vanderham como los nuevos padres de Maisie, que serán los únicos en poner a la niña por encima de todo.
El filme estigmatiza demasiado la figura de los progenitores, llevándolos en ocasiones a extremos absurdos, pero evita caer en el melodrama y en la emotividad superflua. Y la sencillez en la actuación de Aprile es su mejor valedor para conseguir que el espectador se meta en la piel de una niña de seis años.

Diario de Navarra / La séptima mirada

Narra, desde el punto de vista de una niña, el complicado proceso de divorcio de sus padres.

La niña (interpretada por Onata Aprile) es adorable, sientes pena por ella por tener que pasar por esos momentos tan duros. Vemos como sus padres tienen problemas y no están consiguiendo estar a la altura.

Cuando unos padres tienen problemas cada uno por separado y también en su relación, los niños lo terminan pagando y puede hasta marcar como será su personalidad en el futuro. Les puede perjudicar mucho.

La evolución interna de cada individuo es diferente y no todo el mundo está preparado para ser padre.

Sin embargo, no todo está perdido para la niña, pues en su entorno está una chica encantadora (Joanna Vanderham) con la que ella pasa muy buenos momentos y le puede dar lo que no le da su madre. Además, por otro lado, hay un chico que también está a la altura (Alexander Skarsgård).

Tenemos a 5 interpretes realmente buenos, Julianne Moore y Steve Coogan lo hacen bien en el rol de padres con problemas.

La niña Onata Aprile borda el personaje de Maisie transmitiendo su inocencia, bondad e ingenuidad. Es realmente adorable.

Y en cuanto a Alexander Skarsgård y Joanna Vanderham geniales ambos, serían los padres que cualquier niño hubiera querido tener.
A Joanna Vanderham no la conocía y espero poder volver a verla en buenas películas.

Y de Alexander Skarsgård poco que decir de él, este sí podemos decir que no es un solamente un guaperas sacado de una agencia de modelos. Este sabe actuar y transmitir todo tipo de emociones, me parece un actor como la copa de un pino.

Drama familiar con separaciones matrimoniales en la que hay niños pequeños de por medio que, de entrada, puede parecer una temática algo trillada (y lo es, sí) pero en la que la producción encuentra la forma de introducir ciertas dosis de novedad en forma de impactos y tramas secundarias relacionadas con las nuevas parejas de los divorciados. Así, los conflictos no orbitan sólo en torno a lo mal que lo pasan los menores en estas situaciones y las rencillas entre progenitores, sino que se extienden a varias bandas en una expansión del arco argumental, que se agradece porque deja entrar algo de aire fresco en un mundo, para mí, algo depresivo.

Además de bien planteado en ese sentido, “¿Qué hacemos con Maisie?” destaca por estar bien hecho, con el ritmo y enfoque adecuados, ágil y sin búsqueda de morbo, y más que bien interpretado. Al final, hasta entretiene y se permite toques de humor y optimismo que, integrados con buena mano, no sólo no entran en colisión con su punto dramático sino que, por contraste, lo refuerzan.

Así que todo bien en un producto modesto, pero que da juego. Termino con una cosa que se me ocurrió al pensar el otro día en esta película. No es culpa suya, pero “¿Qué hacemos con Maisie?” también nos deja una triste reflexión, la de cómo ha cambiado la sociedad, sus principios y sus cimientos morales para que lo que en 2012 era drama bienintencionado, diez años después, en 2023 no se pueda entender sino como una película de ciencia ficción. ¿Matrimonios que se separan sin instrumentalizar a los hijos para chantajear económica o sentimentalmente a la pareja? Uff, eso ya hace cinco o seis años que no se lleva y lo que se palpa en el ambiente, en conversaciones (no sólo en las noticias) es que es francamente extraño que las rupturas se afronten pensando en evitar todo el daño posible a terceros. Y creo que mucho de ese clima de rencor viene de ideologías y mensajes políticos interesados, no de tendencias humanas o redes sociales. Ahí lo dejo.

Nada. Eso es lo que hacen con su hija la estrella de rock trasnochada y el marchante de arte de ¿Qué hacemos con Maisie? Por paradójico que suene, parece que ninguno de los dos tiene tiempo para ir a buscarla a la guardería. Están demasiado ocupados peleándose por su custodia… Eso sí, ambos instalan un zoo de peluches en las habitaciones de sus respectivos apartamentos neoyorquinos, por los que peregrina a ritmo de rock and roll judicial.

Continúa en: http://cinemaadhoc.info/2013/12/criticas-que-hacemos-con-maisie/

Me resulta extraño que esta película tenga tan buena nota en esta página (un 7 en el momento de verla). La historia no deja de ser una historia normal que no aporta nada de emoción. Estamos hartos de ver historias así en la vida diaria, ¿para qué hacer una película que no aporta nada nuevo?.

Es lenta, aburrida y sin apenas emoción. Con un desenlace más que previsible.