El mundo sigue
1965 

7.8
5,628
Drama
Barrio madrileño de Maravillas. Eloísa es una abnegada esposa y madre eficiente, que vive con su marido, un guardia municipal más autoritario en casa que en la calle y al que a veces se le va la mano. Su hijo es un beato que salió del seminario poco antes de convertirse en sacerdote, y que se pasa la vida estudiando y rezando para expiar los pecados de su familia. Las hijas, dos hermanas, obsesionadas cada una a su manera por la ... [+]
10 de mayo de 2015
10 de mayo de 2015
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que fue Hitchcock el que dijo que no importa la historia sino la construcción de personajes. He aquí un clarísimo ejemplo. La historia de dos hermanas obsesionadas con la riqueza. Y que se propensan un odio infinito. Empieza con una sentencia de Fray Luis de Granada. Una sentencia que define muy bien lo que vamos a ver. Eloisa una joven que en su día fue Miss Maravilla mal casada con un pobre camarero (fantástico Fernán Gómez). Y de Luisa que quiere casarse. Mención aparte merece Agustín González con sus gafas negras que no se la quitarán en ningún momento de la película. Una serie de maravillosos personajes como Amparo Leal maravillosa en el papel de madre. El padre un hombre de moral conservadora. Una película que habla sin tapujos del maltrato a la mujer, del aborto, del adulterio......Un film que por momentos recuerda al mejor cine negro y con escenas maravillosas. Todos los actores están esplendidos Lina Canalejas, Gemma Cuervo..... Una de las mejores películas de la historia. Si en vez de española fuese americana se la consideraría como tal.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El final es trágico. Cuando Eloisa corroida por la envida De ver como su hermana ha conseguido ser rica. Se tira por la ventana encima del coche de Luisa.
3 de agosto de 2015
3 de agosto de 2015
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El mundo sigue de Fernando Fernán-Gómez es una película de 1963 que ha sido recién restaurada y podemos considerarla un reestreno en toda regla. O casi un estreno, pues su vida comercial fue breve y llena de dificultades, como lo fue también su producción, “gracias” a la censura y a las artimañas del régimen que si bien ya no prohibía con tanta insolencia, sí podía dificultar su producción y distribución. Y así fue, el film fue masacrado por los censores, se estrenó con retraso, duró poco en pantalla y la televisión, posteriormente, apenas la ha programado. Un film maldito, a pesar suyo.
Porque la película, con guion del director sobre una novela de Zunzunegui, es un retrato sin contemplaciones de la sociedad española de finales de la década de los cincuenta e inicio de los sesenta (S. XX). Un retrato contado a través del odio de dos bellas hermanas, cuya causa no es otra que la envidia, y por las distintas opciones morales y prácticas que toman en la vida. Una de ellas -interpretada soberbiamente por Lina Canalejas-, que fue “Miss” en su barrio, ha “elegido” el matrimonio con un galán que ejerce de camarero ocasional, se juega todo el dinero en las quinielas y pasa taurinamente de su esposa y de sus hijos, interpretado por Fernán-Gómez. La otra hermana, interpretada por Gemma Cuervo, espléndida también, ha elegido, en cambio, el camino de arrejuntarse con hombres ricos -aunque sean mayores y feos- que le proporcionen una vida cómoda y hasta lujosa. La envidia entre las hermanas adquiere una enorme virulencia por los reproches presuntamente morales que la hermana desgraciada lanza -y nunca mejor dicho- a la hermana que ha elegido el camino “equivocado”. El retrato incluye a una familia con un padre guardia municipal, un hijo meapilas y una madre abnegada e inteligente.
Fernán-Gómez dirige esta película con un tono a veces documental y otras melodramático, recurre con desparpajo a la voz en off o los flash back para contar la historia como algo ya ocurrido o para montar en paralelo escenas del presente y del pasado. Un ritmo vibrante, en todo caso, que deja sentado en la butaca al espectador viendo cómo el mundo sigue y sigue, con sus dramas, miserias, alegrías y con la relatividad de las categorías morales de una sociedad en transformación a pesar de las cadenas ideológicas.
Aparte de sus valores narrativos y cinematográficos -que son muchos- la película, siguiendo el concepto de arte visual de Gimferrer, es un retrato de la España de la época, y en este caso de Madrid: el concepto del honor pasado de moda, el menosprecio a las mujeres, a los niños y a los currantes, la buena vida de unos pocos, las constricciones sociales que destruían a las personas no dejándolas trabajar -mujeres-, ni liberarse de situaciones penosas… En un Madrid gris, desatado de pasiones ocultas, donde la gente intenta sobrevivir como puede.
El mundo sigue, es una joya del cine español. Un milagro que llega ahora a nosotros, desde un pasado no tan lejano, como un espejo donde mirarnos.
Porque la película, con guion del director sobre una novela de Zunzunegui, es un retrato sin contemplaciones de la sociedad española de finales de la década de los cincuenta e inicio de los sesenta (S. XX). Un retrato contado a través del odio de dos bellas hermanas, cuya causa no es otra que la envidia, y por las distintas opciones morales y prácticas que toman en la vida. Una de ellas -interpretada soberbiamente por Lina Canalejas-, que fue “Miss” en su barrio, ha “elegido” el matrimonio con un galán que ejerce de camarero ocasional, se juega todo el dinero en las quinielas y pasa taurinamente de su esposa y de sus hijos, interpretado por Fernán-Gómez. La otra hermana, interpretada por Gemma Cuervo, espléndida también, ha elegido, en cambio, el camino de arrejuntarse con hombres ricos -aunque sean mayores y feos- que le proporcionen una vida cómoda y hasta lujosa. La envidia entre las hermanas adquiere una enorme virulencia por los reproches presuntamente morales que la hermana desgraciada lanza -y nunca mejor dicho- a la hermana que ha elegido el camino “equivocado”. El retrato incluye a una familia con un padre guardia municipal, un hijo meapilas y una madre abnegada e inteligente.
Fernán-Gómez dirige esta película con un tono a veces documental y otras melodramático, recurre con desparpajo a la voz en off o los flash back para contar la historia como algo ya ocurrido o para montar en paralelo escenas del presente y del pasado. Un ritmo vibrante, en todo caso, que deja sentado en la butaca al espectador viendo cómo el mundo sigue y sigue, con sus dramas, miserias, alegrías y con la relatividad de las categorías morales de una sociedad en transformación a pesar de las cadenas ideológicas.
Aparte de sus valores narrativos y cinematográficos -que son muchos- la película, siguiendo el concepto de arte visual de Gimferrer, es un retrato de la España de la época, y en este caso de Madrid: el concepto del honor pasado de moda, el menosprecio a las mujeres, a los niños y a los currantes, la buena vida de unos pocos, las constricciones sociales que destruían a las personas no dejándolas trabajar -mujeres-, ni liberarse de situaciones penosas… En un Madrid gris, desatado de pasiones ocultas, donde la gente intenta sobrevivir como puede.
El mundo sigue, es una joya del cine español. Un milagro que llega ahora a nosotros, desde un pasado no tan lejano, como un espejo donde mirarnos.
12 de diciembre de 2015
12 de diciembre de 2015
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dramón ambientado en el Madrid de comienzos de los años 60, en cuya plaza de Chueca, pleno centro de la ciudad, el matrimonio formado por Agapito, guardia urbano, y Eloisa, ama de casa, vive junto a dos de sus hijos, ya adultos, Rodolfo, muy beato, y Luisita, dependienta de una tienda de artículos de regalo. Eloisa, la otra hija del matrimonio, malvive junto a su marido, Faustino, cuando este se digna en aparecer por su casa, un camarero obsesionado con acertar una quiniela de catorce resultados ganadores que le convierta en millonario.
Con estos mimbres, provenientes de una novela homónima de Juan Antonio de Zunzunegui, escrita en 1960 por el prolífico autor vasco quien, en 1957, ocupó el sillón "a" de la R.A.E que dejó vacante Pío Baroja.
Fernando Fernán-Gómez adaptó la obra citada escribiendo el guion y la dirigió. De marcado corte realista, incluso naturalista, al igual que la novela, la película fue censurada, y estrenada tan solo en un cine de Bilbao, de donde fue retirada tras dos semanas de exhibición; asuntos como el del aborto y el de la prostitución, más o menos encubierta, eran difíciles de ser aceptados por los censores morales de aquellos tiempos. El hijo del productor, Juan Estelrich, del mismo nombre que su padre, fue quien la recompuso en su integridad y la reestrenó en 2015.
Fernán-Gómez nos narra una vida miserable en el amplio sentido de la palabra, donde las más bajas pasiones, las más ruines, se suceden sin disimulo alguno (algo en lo que, a decir verdad, España no ha cambiado tanto), incluso en la propia familia, como en este caso, donde las dos hermanas, Luisita y Eloisa, se profesan un profundo odio originado por las diferencias económicas existentes entre una y otra. Eloisa, la que con su concurso de belleza de barrio ganado en su juventud, era la que más feliz se las prometía en un futuro reducido a casarse con un buen partido y tener hijos (ese solía ser el futuro más común para la mujer española de aquella época), es quien se ve ahora agobiada por las estrecheces diarias ante sus hijos, tres que en el transcurso de la película se convertirán en cuatro, sola, pues su marido no la hace ni caso, y sin la posibilidad de divorciarse porque el divorcio no existía, aunque tuviese la ocasión de reiniciar su vida. Por su parte, Luisita, destaca entre los hombres y tontea con ellos... o algo más, de lo que saca su buen rendimiento, del que hace partícipes a sus padres, quienes, con la doble moral siempre existente, aceptan los regalos de su hija sin cuestionarse demasiado el origen del dinero manejado por ella, algo a lo que no accede su hermana.
Película dura y difícil de aceptar en una época y país en el que se solía ir al cine a evadirse de esa misma realidad.
Con estos mimbres, provenientes de una novela homónima de Juan Antonio de Zunzunegui, escrita en 1960 por el prolífico autor vasco quien, en 1957, ocupó el sillón "a" de la R.A.E que dejó vacante Pío Baroja.
Fernando Fernán-Gómez adaptó la obra citada escribiendo el guion y la dirigió. De marcado corte realista, incluso naturalista, al igual que la novela, la película fue censurada, y estrenada tan solo en un cine de Bilbao, de donde fue retirada tras dos semanas de exhibición; asuntos como el del aborto y el de la prostitución, más o menos encubierta, eran difíciles de ser aceptados por los censores morales de aquellos tiempos. El hijo del productor, Juan Estelrich, del mismo nombre que su padre, fue quien la recompuso en su integridad y la reestrenó en 2015.
Fernán-Gómez nos narra una vida miserable en el amplio sentido de la palabra, donde las más bajas pasiones, las más ruines, se suceden sin disimulo alguno (algo en lo que, a decir verdad, España no ha cambiado tanto), incluso en la propia familia, como en este caso, donde las dos hermanas, Luisita y Eloisa, se profesan un profundo odio originado por las diferencias económicas existentes entre una y otra. Eloisa, la que con su concurso de belleza de barrio ganado en su juventud, era la que más feliz se las prometía en un futuro reducido a casarse con un buen partido y tener hijos (ese solía ser el futuro más común para la mujer española de aquella época), es quien se ve ahora agobiada por las estrecheces diarias ante sus hijos, tres que en el transcurso de la película se convertirán en cuatro, sola, pues su marido no la hace ni caso, y sin la posibilidad de divorciarse porque el divorcio no existía, aunque tuviese la ocasión de reiniciar su vida. Por su parte, Luisita, destaca entre los hombres y tontea con ellos... o algo más, de lo que saca su buen rendimiento, del que hace partícipes a sus padres, quienes, con la doble moral siempre existente, aceptan los regalos de su hija sin cuestionarse demasiado el origen del dinero manejado por ella, algo a lo que no accede su hermana.
Película dura y difícil de aceptar en una época y país en el que se solía ir al cine a evadirse de esa misma realidad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El final, como se deduce de toda la historia en sí, no puede ser feliz, y no solo no lo es, sino que resulta dramático en el caso del ambicioso, a la vez que cobarde, Faustino; y trágico en el de su mujer.
6 de enero de 2016
6 de enero de 2016
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desgarradora y cruel, “El mundo sigue” es seguramente una de las películas de las llamadas “de culto” más insólitas dentro del panorama cinematográfico español. Durante décadas ha estado sumida en el ostracismo y el olvido, y a día de hoy hay quien la considera una obra maestra. Quizá no sea para tanto, aunque no se le puede restar ningún mérito. El principal de todos, seguramente, la audacia y la osadía de un actor reconocible por el gran público (Fernán Gómez), en una crítica despiadada de la España franquista de los primeros años 60, justo cuando el régimen intentaba proyectar una imagen de aperturismo y celebraba ampulosamente los “25 años de paz”.
En lo formal, el director demuestra inquietudes estilísticas acordes con las corrientes de la época, con planos-secuencia (genial el arranque de la película), flashbacks y arriesgados montajes. Algunos efectos han sobrevivido mejor que otros al paso del tiempo. No obstante, globalmente Fernán Gómez plantea un formato casi documental, con tintes neorrealistas. No hay un protagonista claro, sino que se trata de una historia coral, con diversos personajes. “El mundo sigue” tiene mucho de retrato de familia, en una época en la que esta institución venía ensalzada como núcleo esencial de protección y fomento de los valores sagrados del nacionalcatolicismo.
La película no fue prohibida por la censura, pero sí condenada en la práctica al ostracismo, y ello a pesar de que seguro que se hicieron concesiones. La cita previa con un texto de Fray Luis de Granada, y diversas frases del guión, podían llevar al público de la época a descontextualizar la historia. Es curioso que Fernán Gómez construyese su crítica a la España de la época mediante la adaptación de una novela de Juan Antonio Zunzunegui, un declarado falangista en su juventud, que con los años evolucionó hacia posiciones más escépticas (primero) y críticas (después). “El mundo sigue” es una exhibición de miserias humanas: odio, violencia machista, envidia, culto al dinero, falso cristianismo, aborto, mentiras, autoritarismo… Lo importante es que la película no ha de verse como una reflexión sobre la maldad del género humano, no es una mera revisión del clásico “homo homini lupus est”, sino como una crítica feroz de la España pacata, beata e hipócrita de la época. “El mundo sigue” no es un tratado sobre la degradación moral, sino una denuncia de la doble moral.
Quizá aquí es donde a mi entender a esta película, destacable por muchos motivos, le falta algo para ser la obra maestra que algunos aprecian. Fernán Gómez despoja el relato de cualquier toque de ironía, y nos ofrece una historia dura y cruel, sin tapujos, en donde ningún personaje despierta simpatía. El tratamiento extremadamente trágico, que alcanza la sublimación en el desenlace, bien pudo hacer que buena parte del público no se sintiese del todo concernido.
De cualquier modo, y aunque para mí no es la mejor película de Fernán Gómez, se trata de una obra a reivindicar, por el compromiso y la valentía de su autor a la hora de explorar nuevas formas de lenguaje cinematográfico y de lanzar un mensaje directo y contundente al espectador de la época. Un hito que ya no puede pasar desapercibido.
En lo formal, el director demuestra inquietudes estilísticas acordes con las corrientes de la época, con planos-secuencia (genial el arranque de la película), flashbacks y arriesgados montajes. Algunos efectos han sobrevivido mejor que otros al paso del tiempo. No obstante, globalmente Fernán Gómez plantea un formato casi documental, con tintes neorrealistas. No hay un protagonista claro, sino que se trata de una historia coral, con diversos personajes. “El mundo sigue” tiene mucho de retrato de familia, en una época en la que esta institución venía ensalzada como núcleo esencial de protección y fomento de los valores sagrados del nacionalcatolicismo.
La película no fue prohibida por la censura, pero sí condenada en la práctica al ostracismo, y ello a pesar de que seguro que se hicieron concesiones. La cita previa con un texto de Fray Luis de Granada, y diversas frases del guión, podían llevar al público de la época a descontextualizar la historia. Es curioso que Fernán Gómez construyese su crítica a la España de la época mediante la adaptación de una novela de Juan Antonio Zunzunegui, un declarado falangista en su juventud, que con los años evolucionó hacia posiciones más escépticas (primero) y críticas (después). “El mundo sigue” es una exhibición de miserias humanas: odio, violencia machista, envidia, culto al dinero, falso cristianismo, aborto, mentiras, autoritarismo… Lo importante es que la película no ha de verse como una reflexión sobre la maldad del género humano, no es una mera revisión del clásico “homo homini lupus est”, sino como una crítica feroz de la España pacata, beata e hipócrita de la época. “El mundo sigue” no es un tratado sobre la degradación moral, sino una denuncia de la doble moral.
Quizá aquí es donde a mi entender a esta película, destacable por muchos motivos, le falta algo para ser la obra maestra que algunos aprecian. Fernán Gómez despoja el relato de cualquier toque de ironía, y nos ofrece una historia dura y cruel, sin tapujos, en donde ningún personaje despierta simpatía. El tratamiento extremadamente trágico, que alcanza la sublimación en el desenlace, bien pudo hacer que buena parte del público no se sintiese del todo concernido.
De cualquier modo, y aunque para mí no es la mejor película de Fernán Gómez, se trata de una obra a reivindicar, por el compromiso y la valentía de su autor a la hora de explorar nuevas formas de lenguaje cinematográfico y de lanzar un mensaje directo y contundente al espectador de la época. Un hito que ya no puede pasar desapercibido.
25 de febrero de 2016
25 de febrero de 2016
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durísima película de Fernando Fernán Gómez, considerada maldita, con toda la razón, dentro del cine español, a pesar de su innegable calidad.
Y es que es una cinta francamente buena, con soberbias interpretaciones (Canalejas, Fernán Gómez, Dña. Milagros Leal...), una dirección perfecta de Fernán Gómez, con brillante fotografía en blanco y negro a cargo de Emilio Foriscot y una banda sonora que en momentos de tensión dramática (y son muchos) suena tan desgarradora como la historia que se narra.
Una historia fea, violenta, cruel, despiadada, donde se reflejan los más oscuros sentimientos humanos, como la frustración, la humillación, la envidia, el maltrato familiar,...las consecuencias de sueños sin cumplir que dejan juguetes rotos por el camino.
Larga en duración, no obstante no sólo no cansa sino que el clímax e interés va in-crescendo, hasta llegar a unos últimos veinte minutos terribles, sobrecogedores, que dejan al espectador pegado a su butaca.
Aspectos como el soberbio montaje, con escenas preciosas como cuando "Luisa" (Gemma Cuervo) va subiendo las escaleras en busca de su madre y mientras las sube se van entremezclando las escenas actuales con las de cuando era una niña.
Un film nada fácil de ver, no por su narración, que es clara y concisa, sino por la representación que del odio cainita se hace, que se describe a veces con gran tremendismo, conscientemente, claro, que quizás haga que algunos espectadores la consideren excesiva. Aunque esto fuera cierto, no deja de resultar una gran cinta, claramente adelantada a su tiempo y que ahora, poco a poco va reivincándose.
Pero vamos, que yo, poniéndome en el lugar de los distribuidores de la época (no olvidemos, franquista), también le hubiera puesto pegas. No en vano no es la alegría de la huerta precisamente (aunque no falte un poco de humor en algunos detalles inteligentes y relevantes para entre otras cosas dar a conocer perfectamente la realidad de la época) y su éxito comercial, dado lo que se cuenta, resultaba claramente dudoso.
Como curiosidad, y según contaba el propio Fernán Gómez, "la clasificación crítica a la película fue muy mala. No se veía, por tanto, ninguna posibilidad de ser exportada y sacar algún beneficio. Al final, la productora Tivor Reves, se asoció y la vendió por mediación de un intermediario a otra distribuidora. Así se consiguió un mínimo beneficio, pero beneficio al fin y al cabo". Fue una de las pocas películas que hizo ganar dinero a Fernán Gómez y que no la vio practicamente nadie, sobre todo porque sólo tuvo un pase, un sólo día, en un cine de Bilbao, estrenada sin publicidad, (esto es de mi cosecha) a traición, y lo que no sé, supongo que no, quizás con nocturnidad.
En fin, a reivindicar va poquito a poco dándose a conocer...más de cincuenta años después de su rodaje. Una vergüenza, pero como dijo aquél "más vale tarde que nunca".
http://filmsencajatonta.blogspot.com.es
Y es que es una cinta francamente buena, con soberbias interpretaciones (Canalejas, Fernán Gómez, Dña. Milagros Leal...), una dirección perfecta de Fernán Gómez, con brillante fotografía en blanco y negro a cargo de Emilio Foriscot y una banda sonora que en momentos de tensión dramática (y son muchos) suena tan desgarradora como la historia que se narra.
Una historia fea, violenta, cruel, despiadada, donde se reflejan los más oscuros sentimientos humanos, como la frustración, la humillación, la envidia, el maltrato familiar,...las consecuencias de sueños sin cumplir que dejan juguetes rotos por el camino.
Larga en duración, no obstante no sólo no cansa sino que el clímax e interés va in-crescendo, hasta llegar a unos últimos veinte minutos terribles, sobrecogedores, que dejan al espectador pegado a su butaca.
Aspectos como el soberbio montaje, con escenas preciosas como cuando "Luisa" (Gemma Cuervo) va subiendo las escaleras en busca de su madre y mientras las sube se van entremezclando las escenas actuales con las de cuando era una niña.
Un film nada fácil de ver, no por su narración, que es clara y concisa, sino por la representación que del odio cainita se hace, que se describe a veces con gran tremendismo, conscientemente, claro, que quizás haga que algunos espectadores la consideren excesiva. Aunque esto fuera cierto, no deja de resultar una gran cinta, claramente adelantada a su tiempo y que ahora, poco a poco va reivincándose.
Pero vamos, que yo, poniéndome en el lugar de los distribuidores de la época (no olvidemos, franquista), también le hubiera puesto pegas. No en vano no es la alegría de la huerta precisamente (aunque no falte un poco de humor en algunos detalles inteligentes y relevantes para entre otras cosas dar a conocer perfectamente la realidad de la época) y su éxito comercial, dado lo que se cuenta, resultaba claramente dudoso.
Como curiosidad, y según contaba el propio Fernán Gómez, "la clasificación crítica a la película fue muy mala. No se veía, por tanto, ninguna posibilidad de ser exportada y sacar algún beneficio. Al final, la productora Tivor Reves, se asoció y la vendió por mediación de un intermediario a otra distribuidora. Así se consiguió un mínimo beneficio, pero beneficio al fin y al cabo". Fue una de las pocas películas que hizo ganar dinero a Fernán Gómez y que no la vio practicamente nadie, sobre todo porque sólo tuvo un pase, un sólo día, en un cine de Bilbao, estrenada sin publicidad, (esto es de mi cosecha) a traición, y lo que no sé, supongo que no, quizás con nocturnidad.
En fin, a reivindicar va poquito a poco dándose a conocer...más de cincuenta años después de su rodaje. Una vergüenza, pero como dijo aquél "más vale tarde que nunca".
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