Mientras somos jóvenes
5.8
6,592
Comedia. Drama
Josh Srebnick (Ben Stiller) es un veterano director de documentales que está pasando por una mala racha profesional mientras prepara su próxima película. Todo empieza a despejarse cuando él y su mujer (Naomi Watts) comienzan a salir con una joven pareja formada por Jamie (Adam Driver) y Darby (Amanda Seyfried). Gracias a ello, Josh comienza a recuperar su juventud perdida. (FILMAFFINITY)
2 de septiembre de 2015
2 de septiembre de 2015
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
No se antoja una tarea nada fácil yuxtaponer conflictos con tanto potencial y a la vez tan trillados como el juventud contra madurez o realidad contra ficción (en su versión más puramente fílmica, como reflexión sobre el formato documental), con otros más de nuevo cuño como la presión social sobre la maternidad como imperativo vital irrefutable o las contradicciones en hábitos culturales y sociales (desde el enfriamiento de las reuniones físicas por los dispositivos tecnológicos hasta el postureo pseudo-austero de los 'hipsters'). Si encima un relato se propone narrar semejante cóctel dramatúrgico y semántico 'in crescendo' y a través de una evolución del tono y el código, pues más difícil todavía.
Y lo cierto es que Noah Baumbach lo ha bordado y nos brinda una de las mejores películas del año. De primeras nos encontramos con el dilema sobre el hedonismo y el 'carpe diem' en el umbral de la crisis de la mediana edad de una pareja cuarentona, acomodada y reticente a la omnipresente y asfixiante paternidad en cuanto conocen a su aparente antítesis, un matrimonio veinteañero, de vida precaria y 'hipsters' de libro. Unas antípodas vitales por las que no tardan en dejarse llevar, en una suerte de trayectoria inversa (y evidentemente menos oscura… en principio) a la de los matrimonios protagonistas de la sensacional Lunas de Hiel. Pero en su tercer acto, ese cauce y subtexto, inicialmente anecdótico, de la reflexión sobre el formato documental, sus límites, sus posibilidades, su ética, etc., da un progresivo salto de nivel hasta copar la primera línea semántica del relato, con una creciente intriga en la que nada ni nadie es lo que parece o lo que creíamos que era.
Más allá todavía de todo esto, la mayor virtud y logro del cineasta no se encuentra en la oportuna jerarquización de esta peligrosamente abundante ensalada de conflictos, ni en su habilidosa, fluida y eficaz disposición y proyección temporal, sino en la forma misma, el empleo de los códigos genéricos, los cambios de tono, en relación todos ellos, en última instancia, con el verdadero núcleo significativo y moral de la película. De un sátira contenida sobre las convenciones sociales contemporáneas de Occidente, así como de la falta de solidez y consistencia de sus supuestas alternativas, a un thriller de esencia 'noir' de engaños, dobles caras y falsedad, con la escena del cine documental de fondo, en el que el fraude, parafraseando a Orson Welles, de la construcciones de la realidad filmada empieza en los propios sujetos filmantes y en sus relaciones del día a día. Una ambiciosa, intricada y finalmente fructífera singladura narrativa y fílmica digna del Woody Allen más inspirado en materia de tragicomedia y sátira.
En este sentido resulta crucial el hecho de que Baumbach, en solitario, deje de un lado la extravagancia en el retrato crítico y sardónico de las relaciones humanas y sociales de sus contribuciones para Wes Anderson en calidad de co-guionista, Life Aquatic y Fantástico Señor Fox, pues desde luego ese tono y enfoque no habrían sido los apropiados para llevar tamaña y compleja nave narrativa a buen puerto. Por otro lado, en su faceta de director mantiene sus mejores virtudes en el trabajo con los actores, con un cuarteto protagonista en estado de gracia, compenetrado y complementado a la perfección. Muy oportunos y eficaces los cambios de registro de Ben Stiller y de una Amanda Seyfried con un considerable potencial de musa 'indie', así como la acertadísima redefinición de Adam Driver en cuanto a arquetipo de 'hispter' y neo-cultureta o el aprovechamiento del reloj biológico de Naomi Watts para fines dramáticos y representativos.
De las dudas iniciales sobre una propuesta algo subida de tono intelectual al asombro de un resultado final redondo y capaz de transcender la eficacia de la película o el logro del director para candidatarse seriamente a las listas de lo mejor de la cosecha de 2015. Aquí mismo ya tienen un puesto asegurado.
Y lo cierto es que Noah Baumbach lo ha bordado y nos brinda una de las mejores películas del año. De primeras nos encontramos con el dilema sobre el hedonismo y el 'carpe diem' en el umbral de la crisis de la mediana edad de una pareja cuarentona, acomodada y reticente a la omnipresente y asfixiante paternidad en cuanto conocen a su aparente antítesis, un matrimonio veinteañero, de vida precaria y 'hipsters' de libro. Unas antípodas vitales por las que no tardan en dejarse llevar, en una suerte de trayectoria inversa (y evidentemente menos oscura… en principio) a la de los matrimonios protagonistas de la sensacional Lunas de Hiel. Pero en su tercer acto, ese cauce y subtexto, inicialmente anecdótico, de la reflexión sobre el formato documental, sus límites, sus posibilidades, su ética, etc., da un progresivo salto de nivel hasta copar la primera línea semántica del relato, con una creciente intriga en la que nada ni nadie es lo que parece o lo que creíamos que era.
Más allá todavía de todo esto, la mayor virtud y logro del cineasta no se encuentra en la oportuna jerarquización de esta peligrosamente abundante ensalada de conflictos, ni en su habilidosa, fluida y eficaz disposición y proyección temporal, sino en la forma misma, el empleo de los códigos genéricos, los cambios de tono, en relación todos ellos, en última instancia, con el verdadero núcleo significativo y moral de la película. De un sátira contenida sobre las convenciones sociales contemporáneas de Occidente, así como de la falta de solidez y consistencia de sus supuestas alternativas, a un thriller de esencia 'noir' de engaños, dobles caras y falsedad, con la escena del cine documental de fondo, en el que el fraude, parafraseando a Orson Welles, de la construcciones de la realidad filmada empieza en los propios sujetos filmantes y en sus relaciones del día a día. Una ambiciosa, intricada y finalmente fructífera singladura narrativa y fílmica digna del Woody Allen más inspirado en materia de tragicomedia y sátira.
En este sentido resulta crucial el hecho de que Baumbach, en solitario, deje de un lado la extravagancia en el retrato crítico y sardónico de las relaciones humanas y sociales de sus contribuciones para Wes Anderson en calidad de co-guionista, Life Aquatic y Fantástico Señor Fox, pues desde luego ese tono y enfoque no habrían sido los apropiados para llevar tamaña y compleja nave narrativa a buen puerto. Por otro lado, en su faceta de director mantiene sus mejores virtudes en el trabajo con los actores, con un cuarteto protagonista en estado de gracia, compenetrado y complementado a la perfección. Muy oportunos y eficaces los cambios de registro de Ben Stiller y de una Amanda Seyfried con un considerable potencial de musa 'indie', así como la acertadísima redefinición de Adam Driver en cuanto a arquetipo de 'hispter' y neo-cultureta o el aprovechamiento del reloj biológico de Naomi Watts para fines dramáticos y representativos.
De las dudas iniciales sobre una propuesta algo subida de tono intelectual al asombro de un resultado final redondo y capaz de transcender la eficacia de la película o el logro del director para candidatarse seriamente a las listas de lo mejor de la cosecha de 2015. Aquí mismo ya tienen un puesto asegurado.
6 de septiembre de 2015
6 de septiembre de 2015
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película toca un tema muy interesante y esta llena de buenas ideas.El problema es que las exagera demasiado (puede que para hacerla más agradable y humorística) y se quede finalmente en una película pasable. Una pena
7 de septiembre de 2015
7 de septiembre de 2015
Sé el primero en valorar esta crítica
Estuve tentado de titular esta crítica 'Niños grandes', pero poco después me di cuenta de que se trataba de un error. No sólo porque sería abominable establecer un vínculo entre el filme de Noah Baumbach y la chorrada a mayor gloria de Adam Sandler y sus colegas, sino porque dar a entender que se trata de una película sobre adultos inmaduros o el síndrome del 'peterpanismo' sería injusto; como titular tiene un pase, pero es que hay mucho más bajo la superficie.
A través de su apariencia de comedia ligera intelectual, 'Mientras seamos jóvenes' dispara multitud de dardos y reflexiones sobre el recambio generacional, sobre esa creencia general de que debemos procrear para tener una vida plena, sobre esa clase de padres que viven a través de sus hijos, del miedo a hacernos mayores y que sea demasiado tarde para alcanzar nuestros objetivos, especialmente cuando llega alguien más joven y consigue el éxito en poco tiempo, de la gente que se cree especial y confía en que el mundo le debe algo sólo por existir, y de mucho más. La pareja protagonista, formada por un correcto Ben Stiller y una maravillosamente expresiva Naomi Watts, no son adultos que aún no han madurado, sino una pareja que no sabe si seguir la corriente y tener hijos les hará felices, o si sólo lo desean por cumplir con lo que se espera de ellos y para compensar frustraciones personales y profesionales.
Es entonces cuando se cruzan con la pareja de hipsters, a los que dan vida con suma convicción Adam Driver y Amanda Seyfried, y no sólo descubren que su casa está llena de objetos que ellos hubiesen tirado hace tiempo, sino que al estar con ellos y acompañarles en sus planes se contagian de una vitalidad que perdieron cuando se acomodaron en su estilo de vida de clase media-alta, pero también acabarán dándose cuenta de que no comparten los mismos valores, y eso no tiene por qué ser necesariamente malo, sólo diferente, síntoma de los tiempos que corren. Tal y como se dice en la película, nada es blanco o negro, y aparte de la puyitas al postureo hipster, a los padres infantilizados y a los autoproclamados cineastas visionarios, la película expone una realidad global, pero sin dictaminar veredictos a favor o en contra de sus personajes y sus opiniones, por muy absurdos que sean.
La película da un giro en su último tramo, se centra en el personaje de Ben Stiller y el ritmo decae, aunque con su ingeniosa resolución consigue arreglarlo bastante. En líneas generales, 'Frances Ha', el anterior trabajo de Baumbach, era mejor película, pero 'Mientras seamos jóvenes' es mucho más compleja y sugestiva, y confirma a su director como un alumno aventajado de Woody Allen, semejante al director de 'Annie Hall' en su forma de diseccionar la sociedad con humor, precisión, aparente ligereza y un toque agridulce.
A través de su apariencia de comedia ligera intelectual, 'Mientras seamos jóvenes' dispara multitud de dardos y reflexiones sobre el recambio generacional, sobre esa creencia general de que debemos procrear para tener una vida plena, sobre esa clase de padres que viven a través de sus hijos, del miedo a hacernos mayores y que sea demasiado tarde para alcanzar nuestros objetivos, especialmente cuando llega alguien más joven y consigue el éxito en poco tiempo, de la gente que se cree especial y confía en que el mundo le debe algo sólo por existir, y de mucho más. La pareja protagonista, formada por un correcto Ben Stiller y una maravillosamente expresiva Naomi Watts, no son adultos que aún no han madurado, sino una pareja que no sabe si seguir la corriente y tener hijos les hará felices, o si sólo lo desean por cumplir con lo que se espera de ellos y para compensar frustraciones personales y profesionales.
Es entonces cuando se cruzan con la pareja de hipsters, a los que dan vida con suma convicción Adam Driver y Amanda Seyfried, y no sólo descubren que su casa está llena de objetos que ellos hubiesen tirado hace tiempo, sino que al estar con ellos y acompañarles en sus planes se contagian de una vitalidad que perdieron cuando se acomodaron en su estilo de vida de clase media-alta, pero también acabarán dándose cuenta de que no comparten los mismos valores, y eso no tiene por qué ser necesariamente malo, sólo diferente, síntoma de los tiempos que corren. Tal y como se dice en la película, nada es blanco o negro, y aparte de la puyitas al postureo hipster, a los padres infantilizados y a los autoproclamados cineastas visionarios, la película expone una realidad global, pero sin dictaminar veredictos a favor o en contra de sus personajes y sus opiniones, por muy absurdos que sean.
La película da un giro en su último tramo, se centra en el personaje de Ben Stiller y el ritmo decae, aunque con su ingeniosa resolución consigue arreglarlo bastante. En líneas generales, 'Frances Ha', el anterior trabajo de Baumbach, era mejor película, pero 'Mientras seamos jóvenes' es mucho más compleja y sugestiva, y confirma a su director como un alumno aventajado de Woody Allen, semejante al director de 'Annie Hall' en su forma de diseccionar la sociedad con humor, precisión, aparente ligereza y un toque agridulce.
16 de septiembre de 2015
16 de septiembre de 2015
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Con "Frances Ha" (2012), Noah Baumbach reclamaba su derecho a heredar el trono de Woody Allen. Con "Mientras seamos jóvenes" (2014), se lo ha ganado. Las relaciones de pareja también comandan su cine, y en este caso trata el estancamiento existencial de una pareja cuarentona. La reflexión es lúcida y el acercamiento es certero. El director trasciende sin abrumar, empleando un humor sutil que facilita la digestión de dilemas de varias capas de profundidad. La narración es liviana, lo que facilita la composición de un tono a ratos profundo, autoparódico, entusiasta, pero nunca pretencioso. Las relaciones son complejas, pero esto no parece un contratiempo para Baumbach, que se mueve gustosamente en la indefinición definida de sentimientos complejos, contradictorios y, lo mejor de todo, irresistibles.
Ésta, y otras críticas, en http://blogquenuncaestuvoalli.blogspot.com.es/
Ésta, y otras críticas, en http://blogquenuncaestuvoalli.blogspot.com.es/
19 de septiembre de 2015
19 de septiembre de 2015
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La sinceridad y naturalidad de Noah Baumbach, como director y guionista, o de sus películas, hace de todas ellas algo siempre agradable de ver, interesante y entretenido. Es un cine humano que se plantea los mismos dilemas de siempre pero lo hace con bastante honestidad, humor y cariño por sus personajes. Son obras sencillas que resultan más complejas de lo que a primera vista pueden parecer. Por ello, es de agradecer la facilidad que tiene este realizador para desarrollar historias con personajes que, perdidos, avanzan por la vida casi por inercia temporal, sin un rumbo marcado pero siguiendo a las demás personas de su edad.
Recapitulo porque me parece necesario: Mientras seamos jóvenes nos presenta a una pareja de cuarentones sin hijos, Josh (Ben Stiller) y Cornelia (Naomi Watts). Sus mejores amigos acaban de ser padres por primera vez y los protagonistas no se sienten tan a gusto con ellos como antes, ni parecen interesarse por las mismas cosas, ni los temas de conversación fluyen tan bien. Poco después de esta experiencia Josh conocerá a Jamie (Adam Driver) y Darby (Amanda Seyfried), dos jóvenes veinteañeros llenos de vida y carisma que atraerán al serio Josh y después también a Cornelia. Durante los primeros meses o semanas de la amistad los adultos serán contagiados por su espíritu y rejuvenecerán por varios años, obtendrán mayor vitalidad y recuperarán las ganas de hacer cosas que ya casi habían olvidado que se podían llevar a cabo, mientras esas cosas a su vez les recuerdan que ya no son tan atléticos como antes, les muestran lo que significa ‘diferencia generacional’ y les dan otras perspectivas de su mundo.
Sentirse fuera de lugar y de tiempo, en definitiva. Algo en lo que muchos nos podemos ver reflejados y sentir identificados, tengamos la edad que tengamos, sobre todo cuando no sentimos formar parte de la gente que nos rodea, o al menos lo pensamos. Como ya pasaba en Frances Ha, pero en otra etapa emocional. Y esa es la mayor virtud de Mientras seamos jóvenes, aunque no la única: ser una comedia ligera visualmente, pero de mayor calado y profundidad en su interior.
A veces uno se plantea en qué consiste una relación, tanto de enamorados como entre amigos, en teoría las dos formas más profundas de confraternidad humana. Cuando conoces a alguien y todo es nuevo, se dan grandes conversaciones que seguramente uno de los dos (al menos) nunca olvidará, se habla de temas de gran hondura, del pasado, los recuerdos, las esperanzas y el futuro. Cuando luego ese comienzo da lugar a la pareja, todo se vuelve más rutinario, las conversaciones son más básicas con el tiempo, estáticas y anecdóticas, se pierde fondo, en ese sentido. Como si la complejidad que le ha dado el tiempo a los amantes por dentro y como conjunto les haya vuelto más simples y llanos por fuera, casi aburridos, sin frescura. Y eso la pareja lo nota, y aunque saben que no es malo sí que deja un poso de amargura, como si se hicieran viejos al pensarlo.
Entonces llega alguien que le da un nuevo sentido a todo, o deja esa instantánea impresión; también son los momentos adecuados. Sentir que puedes, pues esa es la clave al fina: tener nuevos horizontes a tu alcance. Comerte el mundo por unas horas o por varias semanas gracias a la presencia de otro ser más lleno de energía y que contagia, para después recuperar de nuevo un estado de ánimo cercano al inicial propio y que te servirá para asimilar lo nuevo que has vivido y que, de nuevo, puede que no hayas llegado a conseguir, diluidas tus ansias de nuevas metas o las viejas renovadas. Intentas reorientar las prioridades y buscar la manera de hacer perdurar ese espíritu más vivo o más fiel a lo que te gustaría ser.
Por eso no es fácil tratar de ser humanos, porque hay muchos sentimientos y es difícil equilibrarlos todos. Y por eso, también, puede que Baumbach se disperse un poco en un momento dado de esta cinta, hacia el segundo acto, y, aunque no moleste demasiado en este caso, se vuelva un poco previsible, porque es difícil mantener el tono ágil y de aspecto trivial cuando abarcas tantos temas. Por otra parte, se nota que a Ben Stiller se le dan bien este tipo comedias con un punto de sutura en que todo lo que puede ir mal le va a peor y ha de coserlo. Se diría que, por un momento, parece que la cinta se vaya a convertir en Los padres de ella, pero no es más que un pequeño espejismo y la película se vuelve a asentar sobre las mismas bases que la sostenían al principio.
Como las relaciones que funcionan, así es Mientras seamos jóvenes, imperfecta. Parece inmóvil y que no cambia, y si lo hace es sólo en función de otras cosas secundarias, a lo ajeno de los dos protagonistas, pero transita por cuestiones que resultan muy cercanas al espectador y que hablan sobre las razones que necesitamos cada uno para ser felices, o del miedo a descubrir dichas razones siendo dos. Es difícil sentirse del todo satisfechos cuando la duda de las decisiones se mantiene y hay ciertas cosas que ya no podremos hacer, ni solos, ni en pareja, ni en grupo.
Recapitulo porque me parece necesario: Mientras seamos jóvenes nos presenta a una pareja de cuarentones sin hijos, Josh (Ben Stiller) y Cornelia (Naomi Watts). Sus mejores amigos acaban de ser padres por primera vez y los protagonistas no se sienten tan a gusto con ellos como antes, ni parecen interesarse por las mismas cosas, ni los temas de conversación fluyen tan bien. Poco después de esta experiencia Josh conocerá a Jamie (Adam Driver) y Darby (Amanda Seyfried), dos jóvenes veinteañeros llenos de vida y carisma que atraerán al serio Josh y después también a Cornelia. Durante los primeros meses o semanas de la amistad los adultos serán contagiados por su espíritu y rejuvenecerán por varios años, obtendrán mayor vitalidad y recuperarán las ganas de hacer cosas que ya casi habían olvidado que se podían llevar a cabo, mientras esas cosas a su vez les recuerdan que ya no son tan atléticos como antes, les muestran lo que significa ‘diferencia generacional’ y les dan otras perspectivas de su mundo.
Sentirse fuera de lugar y de tiempo, en definitiva. Algo en lo que muchos nos podemos ver reflejados y sentir identificados, tengamos la edad que tengamos, sobre todo cuando no sentimos formar parte de la gente que nos rodea, o al menos lo pensamos. Como ya pasaba en Frances Ha, pero en otra etapa emocional. Y esa es la mayor virtud de Mientras seamos jóvenes, aunque no la única: ser una comedia ligera visualmente, pero de mayor calado y profundidad en su interior.
A veces uno se plantea en qué consiste una relación, tanto de enamorados como entre amigos, en teoría las dos formas más profundas de confraternidad humana. Cuando conoces a alguien y todo es nuevo, se dan grandes conversaciones que seguramente uno de los dos (al menos) nunca olvidará, se habla de temas de gran hondura, del pasado, los recuerdos, las esperanzas y el futuro. Cuando luego ese comienzo da lugar a la pareja, todo se vuelve más rutinario, las conversaciones son más básicas con el tiempo, estáticas y anecdóticas, se pierde fondo, en ese sentido. Como si la complejidad que le ha dado el tiempo a los amantes por dentro y como conjunto les haya vuelto más simples y llanos por fuera, casi aburridos, sin frescura. Y eso la pareja lo nota, y aunque saben que no es malo sí que deja un poso de amargura, como si se hicieran viejos al pensarlo.
Entonces llega alguien que le da un nuevo sentido a todo, o deja esa instantánea impresión; también son los momentos adecuados. Sentir que puedes, pues esa es la clave al fina: tener nuevos horizontes a tu alcance. Comerte el mundo por unas horas o por varias semanas gracias a la presencia de otro ser más lleno de energía y que contagia, para después recuperar de nuevo un estado de ánimo cercano al inicial propio y que te servirá para asimilar lo nuevo que has vivido y que, de nuevo, puede que no hayas llegado a conseguir, diluidas tus ansias de nuevas metas o las viejas renovadas. Intentas reorientar las prioridades y buscar la manera de hacer perdurar ese espíritu más vivo o más fiel a lo que te gustaría ser.
Por eso no es fácil tratar de ser humanos, porque hay muchos sentimientos y es difícil equilibrarlos todos. Y por eso, también, puede que Baumbach se disperse un poco en un momento dado de esta cinta, hacia el segundo acto, y, aunque no moleste demasiado en este caso, se vuelva un poco previsible, porque es difícil mantener el tono ágil y de aspecto trivial cuando abarcas tantos temas. Por otra parte, se nota que a Ben Stiller se le dan bien este tipo comedias con un punto de sutura en que todo lo que puede ir mal le va a peor y ha de coserlo. Se diría que, por un momento, parece que la cinta se vaya a convertir en Los padres de ella, pero no es más que un pequeño espejismo y la película se vuelve a asentar sobre las mismas bases que la sostenían al principio.
Como las relaciones que funcionan, así es Mientras seamos jóvenes, imperfecta. Parece inmóvil y que no cambia, y si lo hace es sólo en función de otras cosas secundarias, a lo ajeno de los dos protagonistas, pero transita por cuestiones que resultan muy cercanas al espectador y que hablan sobre las razones que necesitamos cada uno para ser felices, o del miedo a descubrir dichas razones siendo dos. Es difícil sentirse del todo satisfechos cuando la duda de las decisiones se mantiene y hay ciertas cosas que ya no podremos hacer, ni solos, ni en pareja, ni en grupo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Todo el tema de Jamie (Adam Driver) y su documental me ha recordado en cierto modo a la historia que hay detrás de Searching for Sugar Man, en el sentido de que el director hizo un documental basándose en una premisa o una pregunta que en realidad ya tenía respuesta antes de rodarse la película (y él ya la conocía). Hizo trampas sólo con la intención de emocionar al espectador.
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