Vuelve amor mío
7.1
10,174
Romance. Comedia
Jerry Webster y Carol Templeton se dedican a la publicidad, aunque trabajan para diferentes agencias. Molesta por los métodos empleados por Jerry (alcohol y mujeres) para conseguir los contratos, Carol intenta echarlo de la profesión. Para evitarlo, Jerry camela a la chica que iba a testificar contra él, convirtiéndola en la estrella de un anuncio para televisión. (FILMAFFINITY)
28 de diciembre de 2021
28 de diciembre de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
424/17(21/12/21) En su momento (estrenada hace 60 años, 20/12/1961) exitosa comedia romántica, vista hoy día una película muy envejecida en su visión retrógrada y casposa de la sociedad. Dirigida por Delbert Mann, con guión de Stanley Shapiro (“Confidencias a medianoche”) y Paul Henning (“Un par de seductores”), nominado al Oscar a Mejor guión original (no ganó, lo hizo William Inge por “Esplendor en la hierba”) es un claro pseudo-plagio de ‘Pillow Talk” (1959), y es que los productores nos e calentaron la cabeza, si la pareja Doris Day (Aunque no es un musical, la película contiene dos canciones cantadas por Day: "Lover Come Back" durante los créditos iniciales y "Should I Surrender" mientras contempla qué hacer con sus sentimientos por Jerry, en un tramo de vergüenza ajena) y Rock Hudson (trabajaron con esta en tres películas juntos: “Pillow Talk”, esta que me ocupa y “Send me no flowers”) tiene éxito, pues repitamos la fórmula, apenas disimulando lo que es una repetición del argumento, cambiando algún detalle, el escenario el mismo de una Nueva York chic, donde Hudson, al igual que en la mencionada, se hace pasar por otra persona y con ello engaña al rol de la Day. Los personalidades iguales, él un truhan mujeriego y amoral, ella una joven segura de sí misma y autosuficiente, noble, pero de valores rígidos en su castidad, y también (como en “Pillow Talk”), tenemos de secundario roba escenas a Tony Randall como fiel amigo de Rock, que tiene el desparrame en sus gags. El resultado es un humor ñoño, en su misoginia, en su moralina ultra católica, donde el humor discurre entre lo infantil y lo cursi, pretendiendo se más de lo que es, pues la guerra de sexos con ínfulas al screw-ball es bastante pobre, pues aquí no hay equilibrio, no hay réplicas y contra réplicas, hay una mujer que es engañada por un pícaro, y esta cae en sus redes cual mosca en la telaraña. Tiene (como la otra), una fotografía híper-colorista de Arthur E. Arling, unos escenarios muy cuidados en sus interiores, otorgando elegancia a la ambientación.
Jerry Webster (Rock Hudson) es un ejecutivo de publicidad de Madison Avenue, que ha logrado el éxito a través del trabajo arduo y también al ganar y cenar a sus clientes, estableciendo citas con chicas atractivas. Day interpreta al enemigo jurado y en pie de igualdad de Jerry en una agencia rival, Carol Templeton. Aunque nunca lo ha conocido (hay que dar licencia de salto de lo creíble, pues trabajando los dos en el mismo sector y cerca uno de otro, resulta inverosímil), Carol está disgustada por las tácticas poco éticas de Jerry y lo denuncia al Ad Council. Jerry evita problemas con su aplomo habitual, enviando a una atractiva corista, Rebel Davis, para seducir a los miembros del consejo.
Historia de enredos, confusiones, falsas apariencias, donde se quiere dar rienda a la química entre Doris & Rock, pues resulta que estos juntos me son agua y aceite, sus momentos resultan henchidos, artificiosos, manufacturados, acartonados, vamos! Que no me agradan! Que triunfaran taquilleramente juntos, no quiere decir que salten chispas entre ellos. Ella es una mala actriz, encima se nos quiere hacer ver es muy glamurosa y me resulta desfasada, para colmo se pone esos ridículos sombreritos, propios de los payasos de un circo; Rock Hudson me resulta pomposo en un rol de arrogante libertino al que todo le sale bien, irritante en su dualidad, de una ridiculez insufrible haciendo de científico amanerado con ribetes a impotente es grimante. De hecho, lo mejor para mí, es todo lo que no son estos dos (si acaso la escena que me queda de ellos, no es por ellos precisamente, me refiero a la secuencia del acuario, con lo que sucede en segundo plano), me refiero por ejemplo al interrogatorio de la comisión a la bella modelo que les enseña su medalla (estos miran algo más allá), me refiero a los dos compañeros que ven de vez en cuando a Rock en alguna situación comprometida y hacen comentarios, y por supuesto me refiero a un divertido Tony Randall, divirtiéndose en su papel de jefe vividor.
El remate es su final metido con calzador para atomizar su buenista y moralista mensaje (por supuesto con su visión machista de la sociedad, ejemplo, cuando Rock se ofrece a fregar los platos y ella responde que no, que eso es cosa de mujeres; amén de cómo se enfoca a la mujer trabajadora como algo disfuncional y propio de alguien asexual).
Jerry Webster (Rock Hudson) es un ejecutivo de publicidad de Madison Avenue, que ha logrado el éxito a través del trabajo arduo y también al ganar y cenar a sus clientes, estableciendo citas con chicas atractivas. Day interpreta al enemigo jurado y en pie de igualdad de Jerry en una agencia rival, Carol Templeton. Aunque nunca lo ha conocido (hay que dar licencia de salto de lo creíble, pues trabajando los dos en el mismo sector y cerca uno de otro, resulta inverosímil), Carol está disgustada por las tácticas poco éticas de Jerry y lo denuncia al Ad Council. Jerry evita problemas con su aplomo habitual, enviando a una atractiva corista, Rebel Davis, para seducir a los miembros del consejo.
Historia de enredos, confusiones, falsas apariencias, donde se quiere dar rienda a la química entre Doris & Rock, pues resulta que estos juntos me son agua y aceite, sus momentos resultan henchidos, artificiosos, manufacturados, acartonados, vamos! Que no me agradan! Que triunfaran taquilleramente juntos, no quiere decir que salten chispas entre ellos. Ella es una mala actriz, encima se nos quiere hacer ver es muy glamurosa y me resulta desfasada, para colmo se pone esos ridículos sombreritos, propios de los payasos de un circo; Rock Hudson me resulta pomposo en un rol de arrogante libertino al que todo le sale bien, irritante en su dualidad, de una ridiculez insufrible haciendo de científico amanerado con ribetes a impotente es grimante. De hecho, lo mejor para mí, es todo lo que no son estos dos (si acaso la escena que me queda de ellos, no es por ellos precisamente, me refiero a la secuencia del acuario, con lo que sucede en segundo plano), me refiero por ejemplo al interrogatorio de la comisión a la bella modelo que les enseña su medalla (estos miran algo más allá), me refiero a los dos compañeros que ven de vez en cuando a Rock en alguna situación comprometida y hacen comentarios, y por supuesto me refiero a un divertido Tony Randall, divirtiéndose en su papel de jefe vividor.
El remate es su final metido con calzador para atomizar su buenista y moralista mensaje (por supuesto con su visión machista de la sociedad, ejemplo, cuando Rock se ofrece a fregar los platos y ella responde que no, que eso es cosa de mujeres; amén de cómo se enfoca a la mujer trabajadora como algo disfuncional y propio de alguien asexual).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En el rush final todo el comité se emborracha junto a Jerry y Carol, ello con las galletas de nueva invención VIP, esto no lo vemos, si acaso sospechamos las consecuencias a través de las que se ha comido Pete Ramsey (Tony Randall). Tras lo que hay una elipsis y vemos a Carol y Jerry durmiendo juntos en una cama de hotel. Oh, por Dios, han tenido sexo fuera del matrimonio! Pero no, vemos que sobre el espejo está la licencia de matrimonio de ambos. Los dos se elvantan y los vemos con ella la camisa del pijama de él y el con los pantalones (de ahí el título en España), ninguno de los dos lo recuerda (esto me repatea, pues el alcohol no es inhibidor de la memoria absoluta, Y además, llegados a este punto de amnesia es que debían estar muy, pero muy ebrios, con lo que ningún juez los hubiera casado), a él le parece bien ser esposo, pero ella reniega de modo repelente y se va de allí a buscar como anular el matrimonio. Hay una escena para hacerlo quedar como un caballero a Jerry con una comisión del alcohol. Tras lo que hay otra elipsis de 9 meses (no hay que ser muy listo para saber que ocurre tras este salto temporal), y una amiga de Carol llama Jerry que se había trasladado a San Francisco para comunicarle que Carol está a punto de dar a luz, y esto fuera del matrimonio! Él viaja ipso facto para solucionarlo llevando a un juez de paz para casarlos en el hospital, no vaya a ser que el retoño nazca en pecado, ni que decir tiene que acepta, todo muy cristiano y puritano (puaj!).
Me queda una película ñoña y rancia. Fuerza y honor!!!
Me queda una película ñoña y rancia. Fuerza y honor!!!
29 de noviembre de 2024
29 de noviembre de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los títulos más famosos (y seguramente el mejor) de la popular pareja cinematográfica formada por Doris Day y Rock Hudson.
El marido de Doris, Martin Melcher, es el encargado de producir esta comedia ligera, dinámica, satírica, con falsa identidad, una estilosa estética sesentera, cinismo e incluso algunos toques picantes de tipo sexual.
La película une sentimentalmente a dos personalidades muy distintas (una casta y virginal, el otro disfrutón y mujeriego) que terminarán atrayéndose tras protagonizar una batalla de sexos en un escenario de confrontación en donde se tocan temas como la ética profesional y la rivalidad laboral.
El agudo texto con varios diálogos mordaces es obra de Stanley Shapiro y Paul Henning, quienes lograron una nominación al Oscar por su magnífica labor.
El marido de Doris, Martin Melcher, es el encargado de producir esta comedia ligera, dinámica, satírica, con falsa identidad, una estilosa estética sesentera, cinismo e incluso algunos toques picantes de tipo sexual.
La película une sentimentalmente a dos personalidades muy distintas (una casta y virginal, el otro disfrutón y mujeriego) que terminarán atrayéndose tras protagonizar una batalla de sexos en un escenario de confrontación en donde se tocan temas como la ética profesional y la rivalidad laboral.
El agudo texto con varios diálogos mordaces es obra de Stanley Shapiro y Paul Henning, quienes lograron una nominación al Oscar por su magnífica labor.
1 de mayo de 2025
1 de mayo de 2025
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Segunda vez que Rock Hudson, Doris Day y Tony Randall se juntan, tras el éxito arrollador de "Confidencias a medianoche". ¿Y qué hicieron? Pues repetir la fórmula, cómo no. Y les salió bien: buena taquilla, buena crítica, varias nominaciones y algún premio. Hollywood sabía perfectamente lo que hacía.
Aunque no es un musical, les dio por meter dos canciones. La primera, fácil: en los créditos. La segunda… con calzador. No pegaba, pero había que lucir la voz de Doris, supongo.
La película es fresca y divertida, como su predecesora, y aunque vuelve a girar en torno a la identidad errónea (ya un clásico de estas comedias de enredos), esta vez se permite ser más picarona. Aún me sorprende que un personaje femenino diga tan campante que no hace “poco sexo”… ¡siendo soltera! Claro, la censura española tuvo que sudar para recortar, silenciar y ajustar muchos diálogos.
Y el título en castellano… “Pijama para dos”. Esta vez sí que se lucieron. Nada que ver con el original (Lover Come Back), pero reconozco que el título tiene su punto.
La clave está en la agilidad: diálogos rápidos, situaciones ingeniosas, y ese humor ligero con segundas (y terceras) intenciones. Una película hecha para el deleite visual y la risa insinuada.
Aunque no es un musical, les dio por meter dos canciones. La primera, fácil: en los créditos. La segunda… con calzador. No pegaba, pero había que lucir la voz de Doris, supongo.
La película es fresca y divertida, como su predecesora, y aunque vuelve a girar en torno a la identidad errónea (ya un clásico de estas comedias de enredos), esta vez se permite ser más picarona. Aún me sorprende que un personaje femenino diga tan campante que no hace “poco sexo”… ¡siendo soltera! Claro, la censura española tuvo que sudar para recortar, silenciar y ajustar muchos diálogos.
Y el título en castellano… “Pijama para dos”. Esta vez sí que se lucieron. Nada que ver con el original (Lover Come Back), pero reconozco que el título tiene su punto.
La clave está en la agilidad: diálogos rápidos, situaciones ingeniosas, y ese humor ligero con segundas (y terceras) intenciones. Una película hecha para el deleite visual y la risa insinuada.
10 de mayo de 2025
10 de mayo de 2025
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A simple vista, Pijama para dos parece otra comedia romántica vintage, de esas donde todo huele a colonia cara, las oficinas tienen moquetas imposibles y Doris Day va por la vida vestida de azafata ejecutiva con sombreros que desafían la física. Pero ay, qué delicia descubrir que bajo esa capa de technicolor y laca hay mucho más. Porque si la ves hoy, en pleno 2025, con ojos queer y algo de mala leche, esta película es puro marketing emocional... y también una sátira absurda sobre lo que se podía y no se podía decir cuando Rock Hudson era el hombre más deseado por las mujeres… y también por algunos maridos.
La historia arranca en Madison Avenue, el Olimpo de la publicidad masculina, donde Jerry Webster (Hudson) vende humo —literalmente— para colocar campañas a base de whisky, coristas y carisma de manual. En el otro extremo está Carol Templeton (Doris Day), que cree que con ética y presentaciones en PowerPoint (analógico) se puede competir. Ingenua. Todo se complica cuando Jerry inventa un producto que no existe, "VIP", para salir de un apuro... y acaba siendo un fenómeno de masas. Como él mismo, que tampoco existía realmente tal como lo vendían.
Y ahí es donde la película se vuelve deliciosa: Hudson se hace pasar por un científico tierno y virgen, Day se lo cree, se enamora de él (de su versión beta), y nosotros vemos cómo se construye la masculinidad como si fuera una campaña de dentífrico. El galán que todas las mujeres desean está interpretado por un actor gay que tuvo que esconder su verdad para ser aceptado como “hombre ideal”. Es tan brillante como retorcido, como si te vendieran un refresco sin azúcar, sin gas, sin sabor... y encima te encantara. Hay escenas donde Rock parece reírse desde dentro del personaje. Sabe que es un disfraz. Y nosotros también.
La química con Doris funciona mejor cuando pelean que cuando se besan, pero ese es parte del encanto: ella brilla cuando lo desafía, cuando le da lecciones de golf, cuando lo ningunea como a un perrito mojado. Y él, encantado de ser domesticado, finge fragilidad como quien juega al escondite con su orientación sexual. Tony Randall, mientras tanto, pasea su neurosis de heredero acomplejado con un bastón fálico que dura menos que su dignidad. Cada vez que aparece Randall en pantalla parece que alguien en el guion gritó: “¡Más subtexto gay, por favor!”.
La película está plagada de gags deliciosos (el acuario, los dulces con efectos etílicos, los cambios de color en la cara del jefe), pero su mayor logro es lo que no dice. Lo que se insinúa. Lo que late bajo la superficie de sus chistes blancos. El juego de disfraces, las identidades dobles, las miradas que dicen más que los diálogos. Que nadie supiera (o no quisiera saber) que Rock Hudson era gay no significa que los guionistas tampoco lo supieran. De hecho, parece que se lo pasaron bomba haciéndole caminar por una cuerda floja entre la burla y el homenaje, como diciéndole al público: "¿De verdad no os dais cuenta?"
Sí, el final es apresurado y completamente moralista —matrimonio exprés en una camilla porque claro, ella está embarazada, y esto es América—, pero no importa. Porque durante hora y media la película se permite jugar a ser algo que no se podía nombrar. Pijama para dos es muchas cosas: una comedia de enredos, un tratado sobre el poder de la imagen, una parodia del capitalismo y, si se mira bien, también una tragicomedia sobre un hombre obligado a interpretar eternamente un papel que no era suyo.
La historia arranca en Madison Avenue, el Olimpo de la publicidad masculina, donde Jerry Webster (Hudson) vende humo —literalmente— para colocar campañas a base de whisky, coristas y carisma de manual. En el otro extremo está Carol Templeton (Doris Day), que cree que con ética y presentaciones en PowerPoint (analógico) se puede competir. Ingenua. Todo se complica cuando Jerry inventa un producto que no existe, "VIP", para salir de un apuro... y acaba siendo un fenómeno de masas. Como él mismo, que tampoco existía realmente tal como lo vendían.
Y ahí es donde la película se vuelve deliciosa: Hudson se hace pasar por un científico tierno y virgen, Day se lo cree, se enamora de él (de su versión beta), y nosotros vemos cómo se construye la masculinidad como si fuera una campaña de dentífrico. El galán que todas las mujeres desean está interpretado por un actor gay que tuvo que esconder su verdad para ser aceptado como “hombre ideal”. Es tan brillante como retorcido, como si te vendieran un refresco sin azúcar, sin gas, sin sabor... y encima te encantara. Hay escenas donde Rock parece reírse desde dentro del personaje. Sabe que es un disfraz. Y nosotros también.
La química con Doris funciona mejor cuando pelean que cuando se besan, pero ese es parte del encanto: ella brilla cuando lo desafía, cuando le da lecciones de golf, cuando lo ningunea como a un perrito mojado. Y él, encantado de ser domesticado, finge fragilidad como quien juega al escondite con su orientación sexual. Tony Randall, mientras tanto, pasea su neurosis de heredero acomplejado con un bastón fálico que dura menos que su dignidad. Cada vez que aparece Randall en pantalla parece que alguien en el guion gritó: “¡Más subtexto gay, por favor!”.
La película está plagada de gags deliciosos (el acuario, los dulces con efectos etílicos, los cambios de color en la cara del jefe), pero su mayor logro es lo que no dice. Lo que se insinúa. Lo que late bajo la superficie de sus chistes blancos. El juego de disfraces, las identidades dobles, las miradas que dicen más que los diálogos. Que nadie supiera (o no quisiera saber) que Rock Hudson era gay no significa que los guionistas tampoco lo supieran. De hecho, parece que se lo pasaron bomba haciéndole caminar por una cuerda floja entre la burla y el homenaje, como diciéndole al público: "¿De verdad no os dais cuenta?"
Sí, el final es apresurado y completamente moralista —matrimonio exprés en una camilla porque claro, ella está embarazada, y esto es América—, pero no importa. Porque durante hora y media la película se permite jugar a ser algo que no se podía nombrar. Pijama para dos es muchas cosas: una comedia de enredos, un tratado sobre el poder de la imagen, una parodia del capitalismo y, si se mira bien, también una tragicomedia sobre un hombre obligado a interpretar eternamente un papel que no era suyo.
5 de diciembre de 2011
5 de diciembre de 2011
11 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
He aquí una playa desierta… Ah!, no, perdón, no está desierta… a lo lejos se puede ver a una pareja de tortolitos… Acerquémonos a cotillear… Pero… ¡mi madre!... ¡qué es esto!
Mírenle a él. Qué admirable osamenta, que bien luce el bañador, qué apolíneo, qué simpática mirada, cuánto desparpajo.
Mírenla a ella. Parece que se acabe de escapar de un campo de cebollinos. Que traje de baño tan ortopédico. Y eso de la cabeza ¿qué es? ¿Un cucurucho de helado de marisco?
El mundo de los negocios es un universo hostil, en el que todo vale para llevarse el gato al agua, y este apuesto caballero lo que se lleva al agua es a un bodrio de mujer con cara de cerdita malhumorada y un apaño capilar atroz, pero lo hace porque es muy astuto, y sabe que camelándose al engendro conseguirá el contrato que ansía.
El glamour de Doris Day sólo es comparable al de una zapatilla de andar por casa, de esas de cuadros en tonos beige. Imagino que la insistencia en emparejarla con del hermoso Hudson sería una coña de los productores de la Universal, pero resultó un éxito. Los cándidos espectadores aceptaron la abominable unión con agrado, debido, sobre todo, a que las muchachas normaluchas de pueblo que vieran las pelis de la pareja podían soñar alegremente con ligarse a un tío buenorro, como lo hacía la Day, sin importarles que como pareja tuviesen química cero y hasta resultasen ridículos.
Al final de la peli, claro está, y como en toda comedia romántica que se precie, el vistoso mozo termina metiendo a la bicha en casa y el espectador no tan cándido se hace cruces.
La película puede resultar entretenida, no lo niego, pero también casposa, mentecata, repolluda, rancia, indigna y caduca. Sólo apta para el que soporte sin esfuerzo a la pazguata platino y al primo de Mónica, que tampoco es moco de pavo (ni primo de nadie).
Mírenle a él. Qué admirable osamenta, que bien luce el bañador, qué apolíneo, qué simpática mirada, cuánto desparpajo.
Mírenla a ella. Parece que se acabe de escapar de un campo de cebollinos. Que traje de baño tan ortopédico. Y eso de la cabeza ¿qué es? ¿Un cucurucho de helado de marisco?
El mundo de los negocios es un universo hostil, en el que todo vale para llevarse el gato al agua, y este apuesto caballero lo que se lleva al agua es a un bodrio de mujer con cara de cerdita malhumorada y un apaño capilar atroz, pero lo hace porque es muy astuto, y sabe que camelándose al engendro conseguirá el contrato que ansía.
El glamour de Doris Day sólo es comparable al de una zapatilla de andar por casa, de esas de cuadros en tonos beige. Imagino que la insistencia en emparejarla con del hermoso Hudson sería una coña de los productores de la Universal, pero resultó un éxito. Los cándidos espectadores aceptaron la abominable unión con agrado, debido, sobre todo, a que las muchachas normaluchas de pueblo que vieran las pelis de la pareja podían soñar alegremente con ligarse a un tío buenorro, como lo hacía la Day, sin importarles que como pareja tuviesen química cero y hasta resultasen ridículos.
Al final de la peli, claro está, y como en toda comedia romántica que se precie, el vistoso mozo termina metiendo a la bicha en casa y el espectador no tan cándido se hace cruces.
La película puede resultar entretenida, no lo niego, pero también casposa, mentecata, repolluda, rancia, indigna y caduca. Sólo apta para el que soporte sin esfuerzo a la pazguata platino y al primo de Mónica, que tampoco es moco de pavo (ni primo de nadie).
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