Caza al asesino
4.4
3,412
Thriller. Acción
Jim Terrier es un espía internacional que ha sido traicionado por la propia organización para la que trabajaba, razón por la que decide dejar atrás su pasado y empezar una nueva vida casándose con su novia. Pero sus planes se truncarán cuando se dé cuenta de que sus jefes y antiguos compañeros van tras él y no pararán hasta verlo muerto. (FILMAFFINITY)
29 de mayo de 2015
29 de mayo de 2015
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sean Penn protagoniza y produce este intento personal de convertirse en héroe de acción como otros actores de su generación como Liam Neeson o Nicolas Cage, siendo también este caso, de dudosa calidad.
El filme no se sale de los arquetipos marcados por otros filmes, como la saga Bourne o Venganza, centrando poco la atención en su subtrama más interesante, la del conflicto amoroso entre el trío durante la primera hora. Y sin funcionar a la hora de que el espectador disfrute y se mantenga en tensión, sinedo mas bien lo contrario al ver que todo lo que sale en pantalla ya lo ha visto con bastante frecuencia y con mejores formas que las que deja Pierre Morel a la dirección.
Penn frunce el ceño y deja una insufieciente interpretación tremendamente innecesaria para un actor con la brillante carrera del norteamericano, pareciendo que solo parece sentirse más o menos a gusto Javier Bardem, interpretando a un villano que no es comparable a sus excelentes trabajos en No es país para viejos o Skyfall.
Un thriller sobre organizaciones humanitarias poco eficaz y que es un tachón importante en las carreras de su maduro reparto.
El filme no se sale de los arquetipos marcados por otros filmes, como la saga Bourne o Venganza, centrando poco la atención en su subtrama más interesante, la del conflicto amoroso entre el trío durante la primera hora. Y sin funcionar a la hora de que el espectador disfrute y se mantenga en tensión, sinedo mas bien lo contrario al ver que todo lo que sale en pantalla ya lo ha visto con bastante frecuencia y con mejores formas que las que deja Pierre Morel a la dirección.
Penn frunce el ceño y deja una insufieciente interpretación tremendamente innecesaria para un actor con la brillante carrera del norteamericano, pareciendo que solo parece sentirse más o menos a gusto Javier Bardem, interpretando a un villano que no es comparable a sus excelentes trabajos en No es país para viejos o Skyfall.
Un thriller sobre organizaciones humanitarias poco eficaz y que es un tachón importante en las carreras de su maduro reparto.
17 de enero de 2024
17 de enero de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
República Democrática del Congo (no confundir con la vecina República del Congo), hambre, miseria y minerales valiosos. O sea, oenegés y fuerzas paramilitares, la médico Annie (Trinca) y los asesinos a sueldo Jim Terrier (Penn) y Félix Martí (Bardem), "Hicimos cosas terribles, hice cosas terribles".
Barcelona, harto el lobo de comer carne se mete fraile. Es lo que hace Félix que se dedica ahora a "ayudar" al desarrollo de los países más pobres "convirtiendo sus pecados en beneficios". Y no le va nada de mal pues vive en una casa modernista en pleno centro de la ciudad condal, tiene su masía rodeada de viñas con la cuadra correspondiente y bebe en todo momento el cava de su bodega.
Y ya que estamos en España, toros en la Monumental de Barcelona que, como está cerrada por ser una ciudad "antitaurina", las escenas de lidia con Talavante las sacamos de la feria de San Isidro de Madrid.
Gibraltar para terminar.
Cinta de acción continua con un pésimo guion que nos lleva de aquí para allá sin mucho sentido. Personajes cambiantes, volubles, poco consistentes. Hay que ver las vueltas que da la vida en ocho años.
Interpretaciones malas, Penn parece cabreado con el mundo, a Bardem no le sienta nada bien el cava que produce y Trinca es casi un florero.
Casi lo mejor las escenas taurinas. ¡Olé!
Barcelona, harto el lobo de comer carne se mete fraile. Es lo que hace Félix que se dedica ahora a "ayudar" al desarrollo de los países más pobres "convirtiendo sus pecados en beneficios". Y no le va nada de mal pues vive en una casa modernista en pleno centro de la ciudad condal, tiene su masía rodeada de viñas con la cuadra correspondiente y bebe en todo momento el cava de su bodega.
Y ya que estamos en España, toros en la Monumental de Barcelona que, como está cerrada por ser una ciudad "antitaurina", las escenas de lidia con Talavante las sacamos de la feria de San Isidro de Madrid.
Gibraltar para terminar.
Cinta de acción continua con un pésimo guion que nos lleva de aquí para allá sin mucho sentido. Personajes cambiantes, volubles, poco consistentes. Hay que ver las vueltas que da la vida en ocho años.
Interpretaciones malas, Penn parece cabreado con el mundo, a Bardem no le sienta nada bien el cava que produce y Trinca es casi un florero.
Casi lo mejor las escenas taurinas. ¡Olé!
30 de septiembre de 2015
30 de septiembre de 2015
Sé el primero en valorar esta crítica
Si eres de esos amantes del séptimo arte, el cual busca una obra maestra cargada de detalles cinéfilos, esta no es tu película, si por el contrario lo único que quieres es pasar un rato entretenido, olvidarte de todo durante un rato y disfrutar de una pelicula de acción, tiros y mamporros, no te defraudará, en ocasiones el cine tiene que ser tan solo una via de escape y de entretenimiento sin exigir mucho más, y desde luego esta no será una de esas cintas que pasará a la historia por su calidad interpretativa, pero cumple perfectamente con el acometido de entretener y pasar un buen rato si tu género es la acción.
19 de enero de 2016
19 de enero de 2016
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El galardonado Sean Penn, oscarizado hombre por Mistic River (2003) y Milk (2008), lleva adelante este thriller de acción y espionaje, encarnando un personaje que debe redimirse ante un pretérito momento que aparece ante si como un negro nubarrón.
Sabido es que S.P. es un hombre de tomar fuertes las riendas de su discurrir político. Siempre se ha pronunciado -a los cuatro vientos- en sus posiciones políticas. Dicha fiereza en sus solidas posiciones le ha valida duras críticas en su propio país, así como también reconocimiento, también en su propio suelo y en todo mundo.
En este film el sustrato de ello (la subtrama) se refleja en la denuncia (política) que hace del corrupto estado de situación de las empresas transnacionales y la escuálida moral que las gobierna. Allí radica la razón que motoriza el film y es el disparador ético en el que se sustenta S.P. para llevar a cabo esta cruzada. Ahora bien, la trama tiene un trazado grueso que no ofrece mayores sorpresas y justamente en su subrayado es donde el film pierde eficacia.
Detrás de la fachada de una ONG, una organización mete sus manos en el barro para jugar duro y sucio de la política en un país Africano. Sean Penn es el encargado de ejecutar tal dramática y letal decisión. Sus “camaradas” serán personajes que tienen vínculos fuertes entre si al tiempo que díscolos.
La sólida y ágil narración en la dirección de Pierre Morel (Taken, Desde Paris con Amor), la estupenda fotografía de Flavio Martínez Labiano y la envolvente música de Marco Beltrami, construyen un relato cuya mecánica logra poner en pista el auto y allí radica un formidable resultado.
Lo que ofrece una grieta y durante todo el metraje no logra encajar en la moral del film, es justamente la ética de acero que gobierna al personaje de Sean Penn. Su ceño fruncido será la marca de un film que se ha tomado así mismo demasiado en serio. Un problema extra que le aparece al personaje, en busca de darle más dramatización a la trama, es una acuciante enfermedad. Este nuevo inconveniente no solo no logra dar sustento al film, sino que su desaparición “por arte de magia”, deja un “pozo de aire” en el fisurado guion, escrito por el propio Sean Penn, Don MacPherson y Pete Travis. Basado el mismo en la novela de Jean-Patrick Manchette.
Las logradas caracterizaciones de Ray Winstone, Mark Rylance, Jasmine Trinca y Javier Barden le san espesura y vigor al film. Ellos juntos a Sean Penn tienen una articulación de sus vínculos creíble, potente y sustancioso. Allí encontramos un mérito loable. El film tiene además un logrado trabajo de producción en todas sus locaciones y se nota nítidamente que Sean Penn se preparó-comprometió con creces para personificar su papel. Se lo ve con un formidable estado físico y en las acciones el vínculo entre el notable actor y la cámara logra una depurada química.
Lo que deja la bandera a media asta en The Gunman es su previsible guion, un personaje con huella ortopédica que lo hace renguear en su moral y en un final en falsa escuadra.
By Hugo Manu Correa
F: hugomanucorrea
T: @hugomanucorrea
Sabido es que S.P. es un hombre de tomar fuertes las riendas de su discurrir político. Siempre se ha pronunciado -a los cuatro vientos- en sus posiciones políticas. Dicha fiereza en sus solidas posiciones le ha valida duras críticas en su propio país, así como también reconocimiento, también en su propio suelo y en todo mundo.
En este film el sustrato de ello (la subtrama) se refleja en la denuncia (política) que hace del corrupto estado de situación de las empresas transnacionales y la escuálida moral que las gobierna. Allí radica la razón que motoriza el film y es el disparador ético en el que se sustenta S.P. para llevar a cabo esta cruzada. Ahora bien, la trama tiene un trazado grueso que no ofrece mayores sorpresas y justamente en su subrayado es donde el film pierde eficacia.
Detrás de la fachada de una ONG, una organización mete sus manos en el barro para jugar duro y sucio de la política en un país Africano. Sean Penn es el encargado de ejecutar tal dramática y letal decisión. Sus “camaradas” serán personajes que tienen vínculos fuertes entre si al tiempo que díscolos.
La sólida y ágil narración en la dirección de Pierre Morel (Taken, Desde Paris con Amor), la estupenda fotografía de Flavio Martínez Labiano y la envolvente música de Marco Beltrami, construyen un relato cuya mecánica logra poner en pista el auto y allí radica un formidable resultado.
Lo que ofrece una grieta y durante todo el metraje no logra encajar en la moral del film, es justamente la ética de acero que gobierna al personaje de Sean Penn. Su ceño fruncido será la marca de un film que se ha tomado así mismo demasiado en serio. Un problema extra que le aparece al personaje, en busca de darle más dramatización a la trama, es una acuciante enfermedad. Este nuevo inconveniente no solo no logra dar sustento al film, sino que su desaparición “por arte de magia”, deja un “pozo de aire” en el fisurado guion, escrito por el propio Sean Penn, Don MacPherson y Pete Travis. Basado el mismo en la novela de Jean-Patrick Manchette.
Las logradas caracterizaciones de Ray Winstone, Mark Rylance, Jasmine Trinca y Javier Barden le san espesura y vigor al film. Ellos juntos a Sean Penn tienen una articulación de sus vínculos creíble, potente y sustancioso. Allí encontramos un mérito loable. El film tiene además un logrado trabajo de producción en todas sus locaciones y se nota nítidamente que Sean Penn se preparó-comprometió con creces para personificar su papel. Se lo ve con un formidable estado físico y en las acciones el vínculo entre el notable actor y la cámara logra una depurada química.
Lo que deja la bandera a media asta en The Gunman es su previsible guion, un personaje con huella ortopédica que lo hace renguear en su moral y en un final en falsa escuadra.
By Hugo Manu Correa
F: hugomanucorrea
T: @hugomanucorrea
24 de febrero de 2020
24 de febrero de 2020
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La traición es sangrante. Pero buena culpa de dejarse engañar la tendrá el espectador que acuda a ver 'Caza al asesino'. Porque Pierre Morel ya lo dejó claro con Liam Neeson en 'Venganza' y John Travolta en 'Desde París con amor'. ¿Acaso se pensaba Sean Penn que sus dos Óscar le iban a salvar de la quema? Quizá creyó que participando en el guion podría resaltar la denuncia a las grandes multinacionales que expolian los recursos naturales de África mientras dinamitan su estructura social. A lo mejor lo convencieron las ínfulas de 'thriller' político, pese a que estas se diluyen entre disparos y cuellos rotos. ¿Y el histrionismo de Bardem? ¿Y esa trama romántica abandonada a su suerte por recrearse en más tiros y peleas? Hollywood impone su ley para escribir en renglones bien definidos una máxima inquebrantable: la acción da dinero. Suficiente premisa para Morel, que la ejecuta con discutible maestría y se olvida de todo lo demás, ya que las palomitas harán el resto. Pero el cineasta francés se ensaña con el público a través de un final digno de esas películas de serie B que se ríen de ellas mismas. Aunque aquí vaya en serio. Tan en serio que prende fuego a las fortalezas que pudiera albergar la cinta y a esos primeros compases de filme comprometido, argumento sólido, intriga interesante, cine diferente... Cómo no sentirse traicionado.
En el Congo, un grupo de paramilitares protege el trabajo de las ONG ocultando que, al mismo tiempo, recibe contratos de empresas para asesinar a líderes que frenan su enriquecimiento. Tras una misión, uno de sus tiradores deberá abandonar el continente y a su novia, pero, años después, su pasado lo perseguirá para ajustar cuentas.
El director de 'Distrito 13' trata de convertir a Penn en el nuevo Neeson siguiendo a rajatabla el manual del género. Olvida por completo que se basó en una novela de Jean-Patrick Manchette y que cuenta con un trío de actores extraordinario para deleitarse a sí mismo con lo que mejor sabe hacer: rodar escenas de acción con un montaje acelerado y una alarmante capacidad de despreciar el desarrollo de personajes. A la vez, tortura la profundidad de la historia al convertirla en un mero apunte circunstancial con el que encuadrar los tiroteos en un tiempo y lugar. Aporta un par de secuencias magnéticas y lleva el ritmo con acierto, pero, a medida que pasan los minutos, queda patente que las páginas del guion solo se utilizaron para limpiar la sangre de los rostros de los protagonistas. Y el clímax en la Monumental de Barcelona reclama que algún dios griego le inflija una de esas condenas eternas. La trama ya se había desecho en pedazos llegado ese momento, pero semejante insulto a la inteligencia del espectador reclama venganza.
En el reparto, Sean Penn juega con una intensidad de la que no goza el tipo al que encarna, aunque su trabajo sea lo único rescatable del cúmulo de despropósitos. El más clamoroso es haber dado alas a las exageraciones de un Bardem que pide a gritos que alguien lo serene. Por su parte, Jasmine Trinca no sabe muy bien qué hacer con su personaje -no es enteramente su culpa, porque el libreto la maltrata- y el talento de Idris Elba apenas se emplea para un cameo. Todos estos sinsentidos destierran las premisas que había generado el inicio del filme y lo lastran de tal modo que incluso le impiden alcanzar los estándares mínimos de calidad exigibles para una película de acción.
Diario de Navarra / La séptima mirada
En el Congo, un grupo de paramilitares protege el trabajo de las ONG ocultando que, al mismo tiempo, recibe contratos de empresas para asesinar a líderes que frenan su enriquecimiento. Tras una misión, uno de sus tiradores deberá abandonar el continente y a su novia, pero, años después, su pasado lo perseguirá para ajustar cuentas.
El director de 'Distrito 13' trata de convertir a Penn en el nuevo Neeson siguiendo a rajatabla el manual del género. Olvida por completo que se basó en una novela de Jean-Patrick Manchette y que cuenta con un trío de actores extraordinario para deleitarse a sí mismo con lo que mejor sabe hacer: rodar escenas de acción con un montaje acelerado y una alarmante capacidad de despreciar el desarrollo de personajes. A la vez, tortura la profundidad de la historia al convertirla en un mero apunte circunstancial con el que encuadrar los tiroteos en un tiempo y lugar. Aporta un par de secuencias magnéticas y lleva el ritmo con acierto, pero, a medida que pasan los minutos, queda patente que las páginas del guion solo se utilizaron para limpiar la sangre de los rostros de los protagonistas. Y el clímax en la Monumental de Barcelona reclama que algún dios griego le inflija una de esas condenas eternas. La trama ya se había desecho en pedazos llegado ese momento, pero semejante insulto a la inteligencia del espectador reclama venganza.
En el reparto, Sean Penn juega con una intensidad de la que no goza el tipo al que encarna, aunque su trabajo sea lo único rescatable del cúmulo de despropósitos. El más clamoroso es haber dado alas a las exageraciones de un Bardem que pide a gritos que alguien lo serene. Por su parte, Jasmine Trinca no sabe muy bien qué hacer con su personaje -no es enteramente su culpa, porque el libreto la maltrata- y el talento de Idris Elba apenas se emplea para un cameo. Todos estos sinsentidos destierran las premisas que había generado el inicio del filme y lo lastran de tal modo que incluso le impiden alcanzar los estándares mínimos de calidad exigibles para una película de acción.
Diario de Navarra / La séptima mirada
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