Next Door

Cine nórdico con tintes de drama malsano, morboso. Parece interesante, a priori, y rápidamente se confirma ese interés con un arranque hermético, cerrado, pero muy sugestivo.

El personaje central está bien interpretado y desde el primer momento resulta inquietante, su situación con su pareja nos lo presenta como una víctima de una infidelidad. Hasta ahí, la película es coherente y cuando empieza a entrar en una especie de pesadilla, con la inquietante aparición de dos hermanas atractivas vecinas del protagonista, los episodios oníricos son casi lisérgicos, se mezclan alucinaciones con escenas que deben ser reales, al parecer. O no.

En fin, que todo empieza a ser un lío y el espectador aguanta quizás solamente por lo morboso de algunas situaciones en las que el sexo violento predomina sobre cualquier otra cosa.

Una pena que todo se acabe embrollando, la idea era buena, un tanto escabrosa pero llamativa, pero tanto truco y tanto suceso soñado, o no, acaban por cansar al espectador. Al menos a este que firma el comentario.

Destacar la participación, pequeña pero brillante, del actor Michael Nyqvist, protagonista de la saga Millennium en su versión sueca.

El cartel promocional induce a engaño, ya que hace recaer el protagonismo en las dos mozas de pezones erectos. El título elegido en inglés tiene su lógica pero también desvía la atención hacia quien no tiene el verdadero protagonismo. Pero el título original en noruego, Naboer, que significa Vecino, nos lo dice todo. Y sabiendo eso, a medio metraje nos comenzamos a oler la tostada de lo que se avecina al final.

A ver, yo no se noruego, pero si que la película se titula Naboer y que cuando el prota llama a la puerta de sus vecinas y una de ellas pregunta quién es, él contesta que es el "naboer", y en el subtítulo pone "vecino". 2 + 2.

Sabiendo esto nos percatamos de que las vecinitas calientes gozan de una relevancia relativa y que la verdadera historia gira en torno al personaje de John. Se va enturbiando a medida que avanza, con esos pasillos que llevan a pensar que ese piso tiene kilómetros, y cierto aire clásico desprendido de su banda sonora (¿alguien dijo Instinto Básico?). Varios son los temas que trata: las relaciones tóxicas, el miedo a la soledad, la violencia de género y, finalmente, la locura. Un thriller psicológico un tanto retorcido y con algo de picante por la parte femenina, que atrapa lo suficiente pero no entusiasma, sobre todo para los que consumimos versión original, que ya nos olíamos donde había que poner el foco. Ay, esas traducciones.

Estupendo terror psicológico, sofocante y polanskiano; de hecho, destaca la impronta de dos de las obras maestras del genio proscrito: «Repulsión» («Repulsion», 1965) y «El quimérico inquilino» («Le locataire», 1976). Asimismo encontramos un puñado de escenas que remiten poderosamente a David Lynch. No cabe, por tanto, esperar una historia poco sazonada, precisamente. Tanto es así, que extraña su inclusión en el melifluo catálogo de Netflix.
Con presupuesto cartujo —buena parte del cual, supongo, se destinaría encima a satisfacer los emolumentos de Michael Nyqvist, gran estrella del cine sueco—, grano espeso como el gotelé, escenografía minúscula y reparto en los huesos, «Naboer» pone los pelos de punta al espectador más encallecido. Lo que en principio apuntaba a thriller erótico con una cuota generosa de remordimientos «post coitum» va dejándonos pistas de que posiblemente nos encontremos ante un producto (todavía) más enfermizo hasta llegar a un punto final que a su vez es punto de partida. Todo ello ejemplifica una pericia narrativa que, pese a no constituir tampoco ningún prodigio digno de asombro, al menos tiene la decencia de manifestar cierto respeto intelectual por un público que de un tiempo a esta parte viene siendo víctima de graves afrentas argumentales.
Pål Sletaune, quien también firma el guion, nos empuja sin piedad a los abismos de la locura. Setenta y cinco minutos —hasta la brevedad del metraje, que redunda en una concisión muy de agradecer, se antoja desusada— de «miedo y asco en» la civilizadísima Noruega, tras los que vamos a necesitar una ducha y un vaso de algo muy fuerte. Qué estupendo mal rato; eso sí —insisto—, no apto para paladares delicados.

Aquí tenemos a unos noruegos imitando el estilo de David Lynch, en una película no tan compleja como las de Lynch, pero sí con los mismos elementos de guión. Y digo de guión porque David es también un genio de la iluminación, del tempo, y sus películas son obras maestras. Y claro, si entramos en todos esos detalles, hay un abismo entra ambos directores.

El resultado me ha parecido interesante, aunque después de consumir a Lynch, esto otro sabe a poco. Es como si te comes un plato de jamón de bellota, y luego te ponen chopped.

Bastante similar a El Maquinista, teniendo en cuenta otra visión o punto de vista, los actores no están muy acertados pero el ambiente está muy logrado, llega a asfixiar, con un tono tetrico bastante acertado. Ellas muy bien, muy cachondas, el muy insípido pero puede pasar.
Se recomienda el visionado como referencia ....a ...otras cosas.