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La mujer de la arena

Drama. Thriller Un entomólogo en busca de insectos en un desierto de arena se ve de repente atrapado conviviendo con una mujer que vive sola en una vieja casa, y con la que establecerá una extraña relación. (FILMAFFINITY)
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Críticas 33
Críticas ordenadas por utilidad
15 de mayo de 2024
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El ambiente magníficamente representado, un casting idóneo y unas interpretaciones que aunque al principio cuesta entender, a mí me crean empatía y un profundo encanto hipnótico.

Un desierto, un chamizo que parece vacío, abstracto, trabajar incansablemente sobre la arena, un entomólogo cuyo sueño es atrapar bichos y quizá matarlos para estudiarlos y que sigan con vida para así hacerlos vivir eternamente: darles transcendencia, que dejen una huella.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Alfonso Marlowe
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10 de noviembre de 2014
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este film aunque tiene un tono lento y austero. Es magnifico maravilloso como su director maneja la cámara con sus planos, encuadres. Esa maravillosa arena. Esa dirección de actores, esa planificación. El guión soberbio.. La historia de un hombre que se queda atrapado en una casa con una misteriosa mujer, Teshigahara nos regala toda una obra maestra. El pobre las pasa canutas para salir de ahí
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Orson_Welles
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1 de julio de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es difícil decir algo acerca de 'La mujer de la arena' que no se haya dicho ya.

Una obra maestra que, aún transcurriendo en un espacio reducido, tiene pegado y cautiva al espectador hasta el último minuto. Por redundar: comentar que me ha dejado tocada. Para mí, es un filme psicológico; todo el metraje es una dependencia de los personajes principales a las circunstancias, tanto ambientales, como personales. Escenas claustrofóbicas e inquietantes te contagian el sabor de la arena, el sudor, la humedad. Te hace sentir todas y cada una de las secuencias, llegando a creer que masticas tierra.

Me sorprendió que una película tan vetusta sea tan actual.

Mi nota es de 'diez' pues su visionado movió todas mis fibras.

No te salves
No te salves
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30 de octubre de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más allá de las formas tangenciales de los límites de la lucidez y la razón se erigen mundos desconocidos donde priman normas establecidas fuera de toda lógica que atrapan a los incautos que se aventuran a interpenetrar en ellos y el origen de su existencia se pierde entre laberintos de sombras incesantes que guardan enigmas anclados en otra era, los cuales no esperan ser descifrados con las respuestas de una sociedad donde lo real es insoportablemente plano.

A veces uno por sí solo debe adentrarse en uno de esos mundos y experimentar las posibilidades que ofrece, al igual que el protagonista de la historia, quien ve cómo de su curiosidad por lo científicamente tangible nace el alienante sentido de sus problemas. El encargado de guiarnos a través de este viaje que pone a prueba nuestros sentidos y miedos más profundos es Hiroshi Teshigahara.
Reputado director de documentales desde mediados de los '50 y siempre concienciado con el mundo que le rodeaba, este hombre comenzaría rompiendo moldes en la industria cinematográfica gracias a su debut "The Pitfall", ingresando en las listas de esos realizadores pertenecientes a la "nueva ola" nipona, donde se podían encontrar nombres como Yasuzo Masumura, Nagisa Oshima, Seijun Suzuki o Kaneto Shindo. Siempre interesado en los misterios que la figura del ser humano y su mundo puede alojar en su interior, vio en la exitosa novela que Kobo Abe escribió en 1.962, "Suna no Onna" (cuyo guión adaptó él mismo), la oportunidad perfecta para explorar dichos misterios llevándolo a las infinitas posibilidades del universo que el libro le ofrecía.

Éste, situando la acción en el Japón de mediados de los '50, nos narra la aventura en la que se embarca el profesor Jumpei Niki cuando decide investigar en las inmensas dunas del desierto en busca de algunas especies raras de insectos para añadir a su colección. En apariencia se presenta como un hombre sencillo, preocupado de su estudio, y que de algún modo encuentra en ese recóndito paraje arenoso el lugar perfecto para evadirse momentáneamente del ruido de su sociedad y abstraerse de vez en cuando en sus propias elucubraciones.
Pero, por reveses del destino, se encuentra aislado en ese lugar alejado de todo rastro de civilización, y al no poder regresar a casa acepta la ayuda de unos extraños lugareños que se le acercan y se ofrecen a acogerle hasta que pueda seguir su camino. El lugar en el que permanecerá será la casa de una viuda que se halla cercada por densas paredes de arena...a partir de ese instante el que antes era cazador se convertirá en presa, quedando cautivo por esas gentes sin conocer los motivos de sus acciones. Pese a ser tratado con gran cariño por su anfitriona lo único que anhela es salir de esa trampa infernal, mientras le invade el desasosiego, el tiempo pasa inexorable y toda gota de esperanza es sepultada bajo toneladas de espesa arena.

Teshigahara elabora así una pesadilla de auténtico terror psicológico expuesta en un clima de lo más asfixiante, que ahoga al espectador del mismo modo que al protagonista, y donde se construye una intriga que opera a dos niveles, la normalidad y la monstruosidad, el exoterismo y esoterismo, atravesada a su vez por un surrealismo onírico que se intensifica en tanto en cuanto la enfermiza y caótica relación del profesor con la mujer avanza; en esto "La Mujer de la Arena" acumula gran cantidad de detalles. El aspecto vanguardista del director, el cual no sólo guarda puntos en común con su anterior film, sino también con el cine moderno y rupturista de Yoshishige Yoshida, Shohei Imamura, Nagisa Oshima o Yasuzo Masumura, impacta por su poder visual, su capacidad para angustiar y sus elementos que ayudan a crear una atmósfera única impregnada de erotismo, suspense y horror a partes iguales.
A veces Teshigahara nos honra con planos generales del infinito desierto magníficamente fotografiado por Hiroshi Segawa, otras se acerca en extremo a los actores, donde vemos sus cuerpos cubiertos de arena, lo que enfatiza aún más el aprisionamiento de los personajes, ya que la arena es lo que les aparta del mundo exterior. Entre lo fantástico de su narración, se aprecia un claro conato de denuncia, quizá a ese fascismo japonés de posguerra, bien reflejado en el carácter de esos lugareños que recluyen a los protagonistas, que hasta humillan en cierta ocasión; si prestamos atención Jumpei expresa a la mujer su deseo de libertad y ésta le reprende alegando que qué hay de excitante en ser libre.

En un final pesimista y amargo, aunque el hombre no desiste en su empeño de escapar, acepta ese cautiverio impuesto, y jamás preguntándose el por qué de su situación. Mientras tanto, la sociedad a la que pertenecía le olvida, le da por muerto; el ser humano está condenado a vivir en soledad...
Eiji Okada y Kyoko Kishida brindan unas maravillosas actuaciones en la que sería la obra maestra de Teshigahara, responsable de dos nominaciones a los Oscar y del Premio Especial del Jurado en Cannes que el director sí ganó. Hoy por hoy figura no sólo entre las películas favoritas de Tarkovsky, sino además entre las más grandes obras del cine clásico japonés.
Chris Jiménez
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25 de marzo de 2012
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Escupo los peros primero, y así acabamos antes: la peli es muy larga (casi dos horas y media) y el ritmo característicamente nipón, es decir, muy lento. Sin problemas en principio. En principio.

Avisado esto, la peli es también indudablemente interesante. Primero porque visualmente quita el habla y el "sentío", y lo hace ¡con arena! Menudo juego da la puñetera... me ha traído a la mente las construcciones mastodónticas que algunos cracks montan en las playas con un cubo y una pala mientras tú no pasas del cutre-castillo-con-ventana que aplastar luego con saña. Ahí es donde se ve el talento de verdad, y los japos lo tienen a espuertas, si por cuestiones de nacimiento o por simple cabezonería es otra cuestión. Y aquí es donde saco a colación el segundo punto de interés, que hace de la obra algo digno de verse: ¿en Japón hay desiertos? ¿de dónde coño han salido? Me juego el cuello a que los muy cabezones allá que fueron, a la orilla del mar con el cubo y con la pala a montárselo ellos mismos.

Coñas aparte, no era eso lo que yo venía a decir, pero así completo caracteres. Decía que la obra que nos ocupa es muy interesante por el variado y siempre lúcido calado reflexivo que demuestra. A saber: la fragilidad y maleabilidad del individuo (como la arena); la insatisfacción galopante por bandera (granos de arena al viento); la inutilidad de los esquemas y monedas (¿recoges arena para vivir o vives recogiendo ésta?); lo fútil y baladí de los propósitos o las ansias por alcanzar la trascendencia (cuando todo es arena); el miedo a lo diferente, el hastío como aceptada (y arenosa) sumisión; lo vasto del mundo ante un mar de dudas en medio del desierto (con su arena); la certeza, en fin, de que hay cosas que siempre escaparán a nuestro control y poco hay por hacer salvo rezar de vez en cuando -esto lo digo yo-.

"Polvo eres y en polvo te convertirás." ¿O era arena? Ahora sigue cavando pozos y llamando al agua milagro que se cuela entre la . . . . .

Me ha dao por ahí, por subrayar una evidencia. Hiroshi Teshigahara fue bastante más sutil.
Él firmó casi una obra maestra.
José (FullPush)
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