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El rey tuerto

Drama. Comedia Dos amigas, Lidia (Betsy Túrnez) y Sandra (Ruth Llopis), que llevan mucho tiempo sin verse, deciden organizar una cena de parejas para así conocer a sus respectivos novios: David (Alain Hernández), un policía antidisturbios, e Ignasi (Miki Esparbé), un documentalista social que perdió un ojo por culpa de una bola de goma que le golpeó en una manifestación. Todo ello amenizado por los discursos que un político (Xesc Cabot) da desde la ... [+]
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Críticas 27
Críticas ordenadas por utilidad
2 de octubre de 2016
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me ha gustado, y eso que este género no me hace gracia. Es una comedia negra, pero la verdad no me ha hecho mucha gracia, tal vez 3 ó 4 puntos de risa. Parece una obra de teatro, pero eso no lo penaliza, al contrario. Es una cinta rara, curiosa, pero gratificante a la vez. Recomendable. Correctas interpretaciones, salvo la de Alain, que es magistral. Hay que verla.
fernando mora lópez
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12 de octubre de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La violencia pasiva y sus daños colaterales.

Tristemente cómica, cínicamente amarga, lacerante y chistosa; un teatro veraz, de grandes dosis de ironía, para un humor negro que expone una verdad sangrante, la de un antidisturbios, de vida ordenada, órdenes claras y todo en su encajado sitio, sin necesidad de complicaciones liosas, que ve toda su realidad alterada por la imprudencia de escuchar a ese desconocido antisistema, de cara muy familiar, que le enreda la cabeza con ese diálogo deductivo de quien piensa diferente, pero está tan impotente y rabioso, confundido y ofuscado como el susodicho.
Se buscan respuestas de quien lo observa todo, de quien mueve los hilos, de quien, garrulo y cabeza hueca, lo tiene todo bajo control, hasta que un tuerto se cruza en su camino y ejerce de maestro altruista de la enseñanza y proceder correcto de la vida; aunque no tanto, pues todos los participantes son egoístas en el fondo y buscan algo en concreto, lo cual lleva a situaciones ridículas, desagradables y esperpénticas, donde es el guión y los actores quienes mantienen constante la atención e interés del sorprendido y expectante vidente.
Chocantes escenas, de risa imprudente y gracia doliente, es sarcástica, es tirante, es descorazonadora; intensas interpretaciones para un agudo diálogo, que mantiene al alza su maleable diversión de lectura contemporánea; porque es una bomba en explosión continua, que da vueltas cual noria vergonzosa y avergonzante, para pararse de estupefacción oída y volver a emprender la marcha de un argumento voraz y afilado, que aprovecha un verídico hecho para recrear una situación hipotética, pero de planteamiento muy serio y hábil.
Perverso y brillante en su idea e intención, propósito de logro peculiar en cuanto a drama/efectivo en cuanto a entusiasmo y sonrisa confusa y bribona; es una tragedia el personaje creado, es una desdicha el suceso narrado, un desastre mental, de exceso y coacción peligrosa, el centro de aterrizaje vertido y destrozado; una sentida actualidad, de descontento político/social/económico, retratado con contundencia firme y angustiosa, a través de esa mezcolanza de una verdad que tiene demasiadas patas a las que cogerse, pues el relativismo del enfoque, la deducción hipotética o la creencia valorada mueven la pelota, hacia alternativa portería, según caos y conveniencia.
Populismo pensante que reflexiona sobre la identidad de la democracia, a través de ciudadanos de a pie, que soportan las consecuencias de la decisiones de los altos poderes; interiorismo espacial para una tensión en aumento según revelaciones, información y actos, crudeza de honestidad que no oculta el asfixio de ese descontento y desconcierto personal, reflejado con sabiduría dialogante, a partir de la obra de teatro “El rey borni”, en la cual se basa.
Obediencia titiritera, que abre sus ojos y empeora su ceguera, pues pierde el cuadrado proceder, de nulo pensamiento, y gana el razonamiento obtuso de quien no entiende nada, ni sabe ya quién es ni qué hace; lo bueno/lo malo, lo erróneo/lo acertado, lo bien hecho/el mal provocado, el torturador y torturado se mezclan, la brutalidad física y oral adquieren tintes malvados y nada tiene sentido, excepto esa carcajada involuntaria y espontánea de un espectador prendado por la humildad inteligente de la partida, cautivado por la radiografía argumentativa de una sociedad, que ríe por no llorar, de todo su lamento y desgracias.
La felicidad de la ignorancia, de hacer tu trabajo, no pensar e irse a casa, que mañana hay que volver a la rutina mecánica, de desfogo de la acumulada violencia; ser oveja y dejarse guiar, y sobretodo no invitar a amigas de la mujer, y novio, a cenar, ¡por si acaso!
El tuerto es el rey en el país de los ciegos, reza un refrán, y ¡hay que ver cómo la lía!, en su breve mandato.
Lo mejor; el cuarteto de actores y los diálogos intercambiados.
Lo peor; su desapercibido paso para el público mayoritario.

lulupalomitasrojas.blogspot.com.es
lourdes lulu lou
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18 de octubre de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Su evidente espíritu televisivo (y/o teatral) no le resta un ápice de interés a este melodrama sobre dos tipos destinados a enfrentarse que utiliza todo lo idiota que hay en el ser humano para construir una (partidista) fotografía de los principales problemas de la sociedad actual. Igual que “A un Dios desconocido”, lo que comenzaba como una simple cena acaba convirtiéndose en un drama que roza lo surreal y en muchos momentos parece que se le escapa de las manos a Marc Crehuet pero que siempre controla, bordeando el absurdo, quizás porque el director también es el autor del texto y lo conoce mejor que nadie (sabe dónde van los silencios y donde los gritos). “El rey tuerto” en todo momento y desde la gravedad de lo que cuenta, se enfrenta a su historia con un humor tan extraño que el espectador no sabe si reír o avergonzarse porque está riendo. Es un producto de lo más extraño dentro del panorama actual.

A eso hay que sumarle un Alain Fernández inmenso bordando ese absurdo papel de un antidisturbios primitivo (y manipulable) y a un Miki Esparbaré que le da la réplica de manera más que correcta como el damnificado.

“El rey tuerto” es una película modesta, divertida, no es gran cine pero es buen cine, de lo más entretenido y totalmente recomendable.
El Criticón
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14 de noviembre de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Marc Crehuet en su primer largo, lleva a la pantalla su obra teatral con eficacia narrativa y simplicidad de medios. Sustentada por el notable trabajo de sus actores y tirando de humor, aunque sea negro, nos enfrenta a la realidad social y se pregunta, nos pregunta donde está el auténtico problema, si no estará en nuestro propio adn y donde está la solución.
La reflexión queda encima de la mesa, traspasa la pantalla para que la risa como decía Moliere acabe por clavarse en la razón.
ELZIETE
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4 de febrero de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Crehuet construye aquí una obra de teatro para el cine... El estilo es de muchos... Dos parejas quedan para comer... Las dos mujeres son amigas que llevan mucho tiempo sin verse. Ellos el un antidisturbio el otro se ha quedado tuerto tras el impacto de una pelota de goma... A partir de aquó Crehuet se dedica a desmeduzar la crisis y a hacer una comedia fresca con buenos momentos y con sensantez no deja títere con cabeza... A pesar del buen hacer de sus 4 actores el film se estropea cuando vemos que pretende ser una comedia sin fondo pero con trasfondo...
Orson_Welles
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