Katmandú, un espejo en el cielo
2011 

5.8
3,887
Drama. Romance
Laia, una joven maestra catalana, se traslada a Katmandú para trabajar en una escuela. Allí, además de la miseria, descubre un panorama educativo desolador que excluye a los más necesitados. Tras contraer, a su pesar, un matrimonio de conveniencia para legalizar su situación, emprende un ambicioso proyecto pedagógico en los barrios de chabolas de la ciudad, aunque pronto se da cuenta de que necesita ayuda para hacerlo realidad. Al mismo ... [+]
11 de abril de 2014
11 de abril de 2014
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Resulta todo tan falso, tan impostado en este “Katmandu..” que me pregunto si no habré sido demasiado benévolo con mi calificación final y el aprobado raspado por los pelos. Quizá sea porque en el fondo Iciar siempre me ha caído bien con esos aires de chica moderna y progre. Y aunque la conozco desde hace menos también a la Jua.. perdón a la Echegui también le tengo aprecio.
Quizá sea por la belleza natural de los paisajes nepalís. O porque en el film se cuentan pequeñas historias en las que sí se atisba algo de verdad y aparecen personajes cuyos dramas sí te puedes llegar a creer.
Sin embargo, la impresión general es la de que este espejo en el cielo del que nos habla Bollain tiene las lunas rotas. La madrileña dirige su peor película hasta la fecha. Como es habitual, ella misma se encarga del guión junto a su novio Paul Laverty, tradicional mano derecha de Ken Loach ( aunque quizá a él no le sentara muy bien lo de “derecha”) adaptando en esta ocasión una novela autobiográfica de una joven catalana que viajó al Nepal en la década de los 80 para trabajar en una escuela como profesora. En lugar de centrarse en la experiencia de su protagonista, Paul e Iciar aprovechan el viaje para denunciar las lamentables condiciones de vida en las que está instalado el país asiático desde hace siglos y sacar su vena más panfletaria, eso que tanto les pone del cine social. Ya hicieron la misma jugada cuando viajaron hace unos años a Bolivia a rodar “También la lluvia” y la verdad es que la cosa no les salió mal. Esta vez los resultados han sido menos brillantes.
Y es que la realidad nepalí se nos muestra a través de los ojos de una protagonista demasiado ingenua que parece que se ha caído de un guindo y no entiende –o mejor dicho no asimila- las injusticias que ve a su alrededor. También parece desproporcionado el idealismo del que hace gala y que le lleva al luchar ella solita contra los elementos para intentar cambiar todo desde dentro en una batalla demasiado quijotesca. Y aunque se nos dice que está basada en hechos reales y no dudes de que todavía haya gente con algo de ese idealismo sobre todo en esos lugares tan subdesarrollados, Bollaín nos presenta su película de una forma tal que cuesta creértela.
La Juan.. perdón, la Echegu sí hace un esfuerzo por resultar cercana al espectador y generar empatía. Y digo bien, esfuerzo porque en muchas ocasiones ni ella misma parece estar creyéndose al personaje que interpreta. No ayuda desde luego lo mal que está presentado éste a través de unos ridículos y maniqueos flasbacks que recrean su infancia y que tampoco es que aporten mucho a la trama.
Mención aparte merece la cuestión lingüística. Y esta vez no he tenido yo la culpa al elegir la –calamitosa- versión doblada. La tiene la propia Iciar empeñada en convertir su Katmandú en esa especie de Torre de Babel en la que todo el mundo habla pero nadie entiende.
Quizá sea por la belleza natural de los paisajes nepalís. O porque en el film se cuentan pequeñas historias en las que sí se atisba algo de verdad y aparecen personajes cuyos dramas sí te puedes llegar a creer.
Sin embargo, la impresión general es la de que este espejo en el cielo del que nos habla Bollain tiene las lunas rotas. La madrileña dirige su peor película hasta la fecha. Como es habitual, ella misma se encarga del guión junto a su novio Paul Laverty, tradicional mano derecha de Ken Loach ( aunque quizá a él no le sentara muy bien lo de “derecha”) adaptando en esta ocasión una novela autobiográfica de una joven catalana que viajó al Nepal en la década de los 80 para trabajar en una escuela como profesora. En lugar de centrarse en la experiencia de su protagonista, Paul e Iciar aprovechan el viaje para denunciar las lamentables condiciones de vida en las que está instalado el país asiático desde hace siglos y sacar su vena más panfletaria, eso que tanto les pone del cine social. Ya hicieron la misma jugada cuando viajaron hace unos años a Bolivia a rodar “También la lluvia” y la verdad es que la cosa no les salió mal. Esta vez los resultados han sido menos brillantes.
Y es que la realidad nepalí se nos muestra a través de los ojos de una protagonista demasiado ingenua que parece que se ha caído de un guindo y no entiende –o mejor dicho no asimila- las injusticias que ve a su alrededor. También parece desproporcionado el idealismo del que hace gala y que le lleva al luchar ella solita contra los elementos para intentar cambiar todo desde dentro en una batalla demasiado quijotesca. Y aunque se nos dice que está basada en hechos reales y no dudes de que todavía haya gente con algo de ese idealismo sobre todo en esos lugares tan subdesarrollados, Bollaín nos presenta su película de una forma tal que cuesta creértela.
La Juan.. perdón, la Echegu sí hace un esfuerzo por resultar cercana al espectador y generar empatía. Y digo bien, esfuerzo porque en muchas ocasiones ni ella misma parece estar creyéndose al personaje que interpreta. No ayuda desde luego lo mal que está presentado éste a través de unos ridículos y maniqueos flasbacks que recrean su infancia y que tampoco es que aporten mucho a la trama.
Mención aparte merece la cuestión lingüística. Y esta vez no he tenido yo la culpa al elegir la –calamitosa- versión doblada. La tiene la propia Iciar empeñada en convertir su Katmandú en esa especie de Torre de Babel en la que todo el mundo habla pero nadie entiende.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Es ridículo, por ejemplo, que la maestra se dirija a los niños en inglés para que su compañera traduzca lo que les dice en su lengua natal, y otras en cambio les pregunte a sus alumnos en la lengua de Shakespeare y estos le respondan como si fueran mismamente titulados en Cambridge..
7 de octubre de 2012
7 de octubre de 2012
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay ciertas personas (turistas, intelectuales, artistas, religiosas…) que, un día cualquiera, sienten una irrefrenable motivación de quedarse (o irse a vivir) en una tierra lejana por la que, de pronto, se sienten profundamente atraídos. Las motivaciones suelen ser distintas: el magnetismo de aquella tierra, su gente, su cultura, las oportunidades laborales que ofrecen, una persona especial… o el sentimiento humanitario de que hay mucho por hacer allí y es posible aportar un nuevo esfuerzo con propósitos transformadores.
Este pudo ser el sentimiento de la española Victoria Subirana (Girona, 1959), una maestra atraída por los libros espirituales, quien, tras haber leído a escritores como Hermann Hesse (“Siddharta”) y Lobsang Rampa (“El tercer ojo”), un día de 1988 decidió viajar a Nepal, y al conocer los graves problemas por los que pasaban los niños: miseria, sometimiento a absurdas tradiciones, exclusión, trata de blancas… y analfabetismo que entonces rayaba en el 80%, decidió quedarse porque sintió, en lo más profundo de su alma, que allí podía ser más útil que en su propia tierra. ¿Intromisión, sabiendo que en su país algunos de estos problemas, aunque en menor grado, también existen? No. Es la fuerza del destino que a veces nos depara otro espacio, otra gente y otra misión. A fin de cuentas, la tierra es una sola y es el hogar de todos los humanos.
Se dice, y no es extraño, que su autobiografía “Una maestra en Katmandú”, hizo roncha en el gobierno de Nepal y las fuerzas oscuras no hicieron esperar sus amenazas. Y no sería raro que, la adaptación cinematográfica del libro –aunque bastante libre-, agite otro tanto las bases políticas de aquella nación tan rezagada. Al lograr esto y dejar al descubierto ante el mundo los graves problemas sociales de aquel país asiático, será bastante el mérito de este filme si, en su sencillez técnica, argumental y actoral, consigue alcanzar su propósito de acercarnos a una cultura para muchos totalmente ignorada y que quizás esté pidiendo a gritos ayuda del mundo para conseguir el cambio.
Nepal fue una monarquía hasta 1991, año en el que, por primera vez en su historia, se realizó una elección democrática. La belleza de sus tierras y de su histórica capital Katmandú, hacen al país muy apetecido por los turistas y tras esto se aviene entonces la prostitución, el vicio y otras vergüenzas sociales. Con su película, “KATMANDÚ UN ESPEJO EN EL CIELO”, la española Icíar Bollaín, se duele de todo esto, pero sobre todo, se le nota su seria preocupación por los niños y las mujeres que, en una sociedad profundamente machista y anclada en rancias tradiciones, siempre están llevando la peor parte.
Faltaron algunas cosas (más elaboración dramática, fluidez narrativa, mejor composición de planos, mayor presencia actoral…), pero aún así, el filme logra su propósito socio-político, y es posible encontrar en él una creíble y muy válida intencionalidad. Y en este sentido es un filme necesario.
Este pudo ser el sentimiento de la española Victoria Subirana (Girona, 1959), una maestra atraída por los libros espirituales, quien, tras haber leído a escritores como Hermann Hesse (“Siddharta”) y Lobsang Rampa (“El tercer ojo”), un día de 1988 decidió viajar a Nepal, y al conocer los graves problemas por los que pasaban los niños: miseria, sometimiento a absurdas tradiciones, exclusión, trata de blancas… y analfabetismo que entonces rayaba en el 80%, decidió quedarse porque sintió, en lo más profundo de su alma, que allí podía ser más útil que en su propia tierra. ¿Intromisión, sabiendo que en su país algunos de estos problemas, aunque en menor grado, también existen? No. Es la fuerza del destino que a veces nos depara otro espacio, otra gente y otra misión. A fin de cuentas, la tierra es una sola y es el hogar de todos los humanos.
Se dice, y no es extraño, que su autobiografía “Una maestra en Katmandú”, hizo roncha en el gobierno de Nepal y las fuerzas oscuras no hicieron esperar sus amenazas. Y no sería raro que, la adaptación cinematográfica del libro –aunque bastante libre-, agite otro tanto las bases políticas de aquella nación tan rezagada. Al lograr esto y dejar al descubierto ante el mundo los graves problemas sociales de aquel país asiático, será bastante el mérito de este filme si, en su sencillez técnica, argumental y actoral, consigue alcanzar su propósito de acercarnos a una cultura para muchos totalmente ignorada y que quizás esté pidiendo a gritos ayuda del mundo para conseguir el cambio.
Nepal fue una monarquía hasta 1991, año en el que, por primera vez en su historia, se realizó una elección democrática. La belleza de sus tierras y de su histórica capital Katmandú, hacen al país muy apetecido por los turistas y tras esto se aviene entonces la prostitución, el vicio y otras vergüenzas sociales. Con su película, “KATMANDÚ UN ESPEJO EN EL CIELO”, la española Icíar Bollaín, se duele de todo esto, pero sobre todo, se le nota su seria preocupación por los niños y las mujeres que, en una sociedad profundamente machista y anclada en rancias tradiciones, siempre están llevando la peor parte.
Faltaron algunas cosas (más elaboración dramática, fluidez narrativa, mejor composición de planos, mayor presencia actoral…), pero aún así, el filme logra su propósito socio-político, y es posible encontrar en él una creíble y muy válida intencionalidad. Y en este sentido es un filme necesario.
14 de febrero de 2012
14 de febrero de 2012
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sigo con dedicación la obra como directora de Iciar Bollaín que me parece muy buena, llegando al sumum en su penúltimo trabajo “También la lluvia” a la que califiqué con un 9 por parecerme una de las películas más valientes, más originales y mejor tratadas de todo el cine español actual.
Recibí con agrado la noticia del estreno de “Katmandú, un espejo en el cielo”, primero por tratarse de una obra de Icíar Bollaín y luego porque familiares cercanos habían conocido personalmente a Victoria Subirana en Katmandú, me hablaban de la interesantísima misión de Vicky en aquel país, y, aunque no leí su novela, era conocedor de su vida, la que inspiró a Bollaín para hacer esta película. A todo eso hay que añadir lo interesante que puede resultar tratar en cine el choque de 2 culturas lejanas entre sí, las diferencias de las castas, las desigualdades sociales, las imágenes de tierras lejanas, los retratos de otras gentes, el siempre protagonista amor y la defensa de la cultura y la educación por encima incluso de la lucha por la supervivencia.
Con los ingredientes citados en el párrafo anterior me disponía a ver otra obra maestra, pero no, la película no es mala, es muy interesante, y sin embargo no atrapa, la protagonista Verónica Echegui está sublime, las imágenes cumplen lo esperado, pero quizás el tempo, los diálogos, en fin, hay algo que no dejar fluir libremente la historia.
Me pregunto por qué una directora que presentaba una película cada 3 ó 4 años, de repente presenta 2 en un año, y ambas desde países lejanos, Bolivia y Nepal, y ambas con aspiraciones, ¿acaso la segunda está hecha con demasiada prisa sin reparar en detalles?.
El caso es que la realidad no satisfizo mis expectativas y, sin llegar al despectivo y poco afortunado comentario que escuché a la salida de la sala comparando esta película con un programa de “españoles en el mundo”, he de decir que no me impactó, aunque no por eso es una mala película ni procede descalificarla, ni mucho menos.
Recibí con agrado la noticia del estreno de “Katmandú, un espejo en el cielo”, primero por tratarse de una obra de Icíar Bollaín y luego porque familiares cercanos habían conocido personalmente a Victoria Subirana en Katmandú, me hablaban de la interesantísima misión de Vicky en aquel país, y, aunque no leí su novela, era conocedor de su vida, la que inspiró a Bollaín para hacer esta película. A todo eso hay que añadir lo interesante que puede resultar tratar en cine el choque de 2 culturas lejanas entre sí, las diferencias de las castas, las desigualdades sociales, las imágenes de tierras lejanas, los retratos de otras gentes, el siempre protagonista amor y la defensa de la cultura y la educación por encima incluso de la lucha por la supervivencia.
Con los ingredientes citados en el párrafo anterior me disponía a ver otra obra maestra, pero no, la película no es mala, es muy interesante, y sin embargo no atrapa, la protagonista Verónica Echegui está sublime, las imágenes cumplen lo esperado, pero quizás el tempo, los diálogos, en fin, hay algo que no dejar fluir libremente la historia.
Me pregunto por qué una directora que presentaba una película cada 3 ó 4 años, de repente presenta 2 en un año, y ambas desde países lejanos, Bolivia y Nepal, y ambas con aspiraciones, ¿acaso la segunda está hecha con demasiada prisa sin reparar en detalles?.
El caso es que la realidad no satisfizo mis expectativas y, sin llegar al despectivo y poco afortunado comentario que escuché a la salida de la sala comparando esta película con un programa de “españoles en el mundo”, he de decir que no me impactó, aunque no por eso es una mala película ni procede descalificarla, ni mucho menos.
28 de febrero de 2012
28 de febrero de 2012
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace poco más de un año asistí a otra película en la línea de "Katmandú, un espejo en el cielo": "Come, reza, ama", protagonizada por la hiperfamosa Julia Roberts encarnando a Liz Gilbert, la inquieta escritora estadounidense que se fue a "hacer las Indias" en busca de sí misma. Aquí, salvo Penélope Cruz, no tenemos actrices comparables a la Roberts en proyección internacional. Tampoco hay presupuestos millonarios al nivel de la película de Ryan Murphy. Sin embargo, creo que nuestra película, esta que acabo de ver ayer mismo dirigida por Icíar Bollaín y protagonizada por Verónica Echegui, poco tiene que envidiar a la otra. Sé que, a pesar de compartir algunos escenarios, fondos, ambientes, son dos películas distintas, pero también tienen nexos comunes. La búsqueda espiritual, la necesidad de dar un giro a la propia vida, el hecho de que la protagonista sea una mujer, y el descubrimiento del Amor, con mayúscula, lo son. Para mí, tal vez por el hecho de ser española, es más veraz "Katmandú". Me llega más, me transmite un mensaje que comprendo -y comparto- de una forma más directa. Han dicho por aquí algunos críticos, algunos profesionales, que la película no tiene sorpresas, que es previsible, y yo pregunto: ¿qué film no lo es? Todo está tan visto que es prácticamente imposible sorprenderse. Y esto sucede en cualquier campo artístico. Dejemos el mérito, pues, a la forma de expresión, al cómo cuenta el director, secundado por su equipo de guionistas, técnicos, actores, músicos, aquello que, pese a ser archisabido, nos sigue emocionando.
Así que rompo una lanza por esta pequeña película tan bien contada, con unos actores tan buenos y naturales, con unos escenarios tan magníficos y bien filmados como son los del Nepal, y que en menos de dos horas cuenta miles de experiencias.
La película me ha gustado. Es tierna, sencilla, directa y tiene varios mensajes importantes. No nos calentemos las meninges. Hay que amar lo propio cuando lo propio tiene dignidad y arte. Si pagamos ocho euros por ver a la Roberts, paguemos, desde la convicción más profunda, los ocho euros que cuesta ver una española buena. Aunque dure menos semanas en cartelera.
Así que rompo una lanza por esta pequeña película tan bien contada, con unos actores tan buenos y naturales, con unos escenarios tan magníficos y bien filmados como son los del Nepal, y que en menos de dos horas cuenta miles de experiencias.
La película me ha gustado. Es tierna, sencilla, directa y tiene varios mensajes importantes. No nos calentemos las meninges. Hay que amar lo propio cuando lo propio tiene dignidad y arte. Si pagamos ocho euros por ver a la Roberts, paguemos, desde la convicción más profunda, los ocho euros que cuesta ver una española buena. Aunque dure menos semanas en cartelera.
23 de febrero de 2012
23 de febrero de 2012
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos ante una historia real, un auténtico drama cargado de la denuncia propia de estos proyectos, y del ejercicio propio de mirar al mundo con la mente abierta y con el corazón rasgado, para poner de manifiesto, una vez más, la desigualdad, la injusticia de la misma, y cómo la voluntad de algunas personas y sus esfuerzos, por pequeños que parezcan ante la inmensidad del mundo, consiguen cambiar las cosas. Cambiar la vida de decenas, cientos, miles de personas... haciendo que el mundo sea algo mejor y algo más justo. Loable labor. Impresionante esfuerzo, Admirable y santificable dedicación.
Puesto de manifiesto el hecho en sí, la raíz de la cinta, Icíar Bollaín nos presenta este drama humano contado desde la sencillez, desde la mirada humana...pero ahí se queda todo. Es lo que podemos destacar, junto con la correcta ejecución técnica (salvo algunas catástrofes en el montaje) y la calidad y hermosura de las montañas de Nepal. Pero no nos ofrece nada más. Por momentos nos sentimos inmersos en el capítulo un millón de españolitos por el mundo, sin el glamour y los adornos televisivos de los programas de ese patrón, sea cual sea el gentilicio que acompañe a "...por el mundo": españoles, madrileños o carabancheleros.
Ciñéndose al corsé de la historia real, no entendemos muy bien los continuos flashbacks al pasado de la protagonista, concretamente a dos etapas previas de su vida: a su infancia y a lo que parece un anterior matrimonio. Ni los justificamos, ni le vemos cabida en la cinta y desde luego no los entendemos. No sabemos muy bien que aportan y ni siquiera nos parecen claros.
Es bastante previsible y tienes la sensación de que sabes qué va a pasar antes de que pase, lo que, unido al hecho de que se te está haciendo larga en exceso, consigue aburrirte en el cine.
La interpretación de Verónica Echegui (La Juani) tampoco nos resulta convincente, si bien se le notan cada vez más hechuras de actriz y un mayor aplomo delante de la cámara.
No podemos aprobarla, ni recomendarla. Sólo salvamos la bello de los parajes naturales y esas imágenes de la portentosa cordillera asiática, dorsal helada del mundo.
Nota general: 2,5 sobre 10.
Puesto de manifiesto el hecho en sí, la raíz de la cinta, Icíar Bollaín nos presenta este drama humano contado desde la sencillez, desde la mirada humana...pero ahí se queda todo. Es lo que podemos destacar, junto con la correcta ejecución técnica (salvo algunas catástrofes en el montaje) y la calidad y hermosura de las montañas de Nepal. Pero no nos ofrece nada más. Por momentos nos sentimos inmersos en el capítulo un millón de españolitos por el mundo, sin el glamour y los adornos televisivos de los programas de ese patrón, sea cual sea el gentilicio que acompañe a "...por el mundo": españoles, madrileños o carabancheleros.
Ciñéndose al corsé de la historia real, no entendemos muy bien los continuos flashbacks al pasado de la protagonista, concretamente a dos etapas previas de su vida: a su infancia y a lo que parece un anterior matrimonio. Ni los justificamos, ni le vemos cabida en la cinta y desde luego no los entendemos. No sabemos muy bien que aportan y ni siquiera nos parecen claros.
Es bastante previsible y tienes la sensación de que sabes qué va a pasar antes de que pase, lo que, unido al hecho de que se te está haciendo larga en exceso, consigue aburrirte en el cine.
La interpretación de Verónica Echegui (La Juani) tampoco nos resulta convincente, si bien se le notan cada vez más hechuras de actriz y un mayor aplomo delante de la cámara.
No podemos aprobarla, ni recomendarla. Sólo salvamos la bello de los parajes naturales y esas imágenes de la portentosa cordillera asiática, dorsal helada del mundo.
Nota general: 2,5 sobre 10.
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